El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Cataluña, ¿cual gato panza arriba?

CATALUÑA, ¿CUAL GATO PANZA ARRIBA?

(¿LOS DE LA DUI SON HOY LOS DE LA HUI?)

Como lo primero y principal debe ir en cabeza, le recomiendo encarecidamente, atento y desocupado lector (sea ella o él), que lea, si no los ha leído ya, antes de seguir con este texto, los artículos, verdaderas piezas para enmarcar, que han escrito en torno al tema en cuestión, Cataluña, sobre el que versa el mío, Antonio Muñoz Molina, en su colaboración sabatina, “Puedes tenerlo todo”, en la página 15 de BABELIA, el suplemento literario del diario EL PAÍS; y Javier Cercas, en la suya, dominical y quincenal, “¿Quiénes hemos ganado?”, en la página 8 de la revista EL PAÍS SEMANAL.

Asimismo, dará usted de lleno en el blanco o centro de la diana si sigue mi consejo y pasa su vista por el parágrafo tercero, certero, del artículo “Para que no voten solo los incondicionales”, que firma Javier Marías en la página 98 del citado EPS.

Prefiero que los/as relean, de veras, a que sigan leyendo el mío. Si luego deciden proseguir con el que firmo y rubrico arriba/abajo (táchese lo que no proceda), les estaré eviternamente agradecido (por el honor que me habrán hecho) y confío en que les sirva (por el lado útil y/o la vertiente dulce).

No obstante los desmanes sobrantes (individuales y colectivos), que suelen cursar con tristeza (en su diversa gradación), Cataluña se sigue defendiendo como gato panza arriba. Quienes hayan leído el capítulo (por llamarlo de alguna manera) 28, una cornucopia, de “Rayuela”, de Julio Cortázar, puede que subrayaran otrora y/o recuerden ahora estas oportunas palabras: “Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose”. Bueno, pues parafraseando lo que dejó escrito en letras de molde Cortázar, cabe admitir que alguien pueda aducir que, probablemente, de todos los pensamientos y/o sentimientos (porque como vino a reconocer y sentenciar Miguel de Unamuno, si piensa el sentimiento, también siente el pensamiento) que bullen en esa olla a presión que semeja hoy Cataluña, el único instinto que los unos (algunos, amén de parecerlo, se comportan como lo hacían los hunos), independentistas, pasan por alto y no valoran debidamente es el de supervivencia de la Comunidad Autónoma, país (nacionalidad, según la Constitución Española de 1978) y su Estatut.

La máxima autoridad del Estado en Cataluña es, por ley, el presidente de la Generalitat, o sea, Quim Torra. ¿Puede seguir siendo jefe del Govern quien (se tiene constancia que) encabezó un CDRI (Comité de Defensa de la República Inexistente) para cometer un acto reprobable o delito, cortar una carretera, y llevar a cabo otros desmanes, por ejemplo, alentar a los separatistas a arremeter contra el Estado o mostrarse partidario de la vía eslovena (sensu stricto, guerra con muertos)? ¿Los hechos aducidos arriba y otros, de diverso jaez, que se le achacan, por ser su reconocido autor (los insultos que vertió en varios artículos de opinión contra los españoles —ergo, también contra él mismo, pues, aunque crea que no lo es, aunque él no se sienta tal, sin ninguna duda lo es; que le eche un ojo a su DNI—), no son incompatibles con el nombrado en primer lugar? ¿No se ha hecho merecedor de una invectiva en toda la regla, de otra catilinaria por parte de otro Cicerón? ¿Hasta cuándo vamos a dejar que siga abusando de nuestra paciencia? El comportamiento de Torra, empujando a las hordas juveniles a que aprieten, a que sigan apretando, me recordó la distinción que hizo el psicólogo austriaco Wilhelm Stekel entre insensato y sensato, que a Jerome David Salinger le sirvió y recogió en su inmarcesible novela “El guardián entre el centeno” (1951). Insensato, para Stekel, es quien ansía morir orgullosamente por una causa (si el pirado Torra quiere inmolarse en una pira del independentismo, si quiere ser un mártir, que lo sea, pero que no juegue con algo tan sagrado como son las vidas de los demás); sensato, quien desea vivir humildemente por ella.

Como me consta, atento y desocupado lector (sea ella o él), que las imágenes y los audios han trascendido, han circulado por doquier y han llegado hasta las antípodas, intuyo que en alguno de los muchísimos mass media ha podido ver y/o escuchar que en la Universidad Pompeu Fabra (UPF) universitarios defensores y detractores de la huelga universitaria indefinida (sin nada, ningún derecho propiamente universitario, que reivindicar —¿tiene, por ende, la tal lógica?—) forcejearon, porque unos impedían el paso a los otros, que querían acceder a las aulas (donde debe fluir sin trabas la libertad de opinión y cátedra, ¿puede consentirse la restricción de la misma?), ya que unos eran partidarios de interrumpir la actividad académica y los otros no.

Puede que servidor esté equivocado. Pero, mientras no se demuestre que lo estoy, mientras no se me persuada con razones de peso que marro morrocotudamente, seguiré pensando que el comportamiento (para mí, dogmático, totalitario, pues participa o tiene poco del espíritu crítico que debe imperar y presidir en el alma mater, la Universidad) de los defensores a ultranza de la huelga universitaria indefinida (HUI) son los mismos que otrora apoyaron la Declaración Unilateral de Independencia (DUI).

Si el antaño magnífico rector de la Universidad de Salamanca, Miguel de Unamuno y Jugo, estuviera hoy vivo entre nosotros, ¿qué les diría y/o escribiría a sus homólogos catalanes actuales que se han avenido a mostrarse condescendientes con los universitarios separatistas? ¿Que no hay ningún argumento ni derecho para que se hayan bajado los pantalones sin tener ganas de defecar? ¿No les soltaría algo parecido a lo que le largó al fundador de la Legión, el teniente coronel José Millán-Astray, el 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca (“Este es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha”)? Tal vez hubiera podido iterar las sabias palabras que salieron de su mui en un discurso que pronunció el 24 de abril de 1902 en el Ateneo de Valencia: “La libertad no es un estado sino un proceso (…). Solo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe. Solo la cultura da libertad. No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas; no la de pensar, sino dad pensamientos. La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura. Solo la imposición de la cultura lo hará dueño de sí mismo, que es en lo que la democracia estriba”.

Como los independentistas sigan, erre que erre, por los derroteros que van, sin reconocer la realidad, que sus apoyos son insuficientes y que deben respetar que los otros puedan discrepar de las ideas que sostienen ellos; mientras no se rodeen de representantes responsables, sobre todo, que no les mientan; mientras no reconsideren, tras reflexionar concienzudamente, que tienen que remozar el relato, en lugar de ir sumando adeptos a su causa, van a ir perdiendo o restando epígonos a manos llenas, a espuertas. Y ya, si ocurre la barbaridad que los ingenieros (¿sin ingenio?) del Tsumani Democràtic han pergeñado, que se ocupen los colegios electorales para que los ciudadanos no puedan votar el próximo domingo, 10 de noviembre, en las Elecciones Generales, eso ya sería el colmo de los colmos, la repanocha, la bomba que haría saltar el procés por los aires. Al parecer, dicha medida, si no he leído mal, felizmente, ha decaído o caído en saco roto. Me alegra la enmienda. Celebro que le hayan hecho caso (sean conocedores o ignorantes del hecho) al santo sacerdote y educador Giovanni Melchiorre Bosco, Don Bosco: “Ser bueno no consiste en no cometer ninguna falta, sino en saber enmendarse”.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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