El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

¡Qué novelista es Iris Gili Gómez!

¡QUÉ NOVELISTA ES IRIS GILI GÓMEZ!

Sostiene Carl Gustav Jung que quien reconoce en público que se ha equivocado, que ha metido la pata hasta el corvejón, salva su imagen, pero condena su predicamento. Acaezca así la cosa o no, lleve o no razón Jung, me veo obligado a confesar que, al principio, incluso antes de conocerla, acarreaba el prejuicio de que Iris me daba mala espina, porque, como me constaba que Otramotro era un buenazo, un trozo de pan, si ella era o devenía un súcubo, podría dejarlo desbaratado, descalabrado, para el arrastre. Hoy estoy en disposición de aseverar que entonces servidora marraba morrocotudamente y que hace meses logré cepillarme, por fin, ese prejuicio de raíz; ya que, si Ángel se portó y trata a Iris con absoluta devoción, ella le corresponde con no menor cariño y veneración; y, asimismo, he de confirmar que sentí envidia de ella, porque llegué a pensar que su inopinada irrupción, su entrada a saco en la vida de Otramotro, podría afectar a nuestra amistad, sólida y firme, pero no inquebrantable, perjudicándola. Comprobé que ocurrió, exactamente, todo lo contrario.

Hoy, hace una hora y media, aproximadamente, me he enterado de que la novelista tinerfeña Iris Gili Gómez, amada musa del autor de mis días, Otramotro, que ha pasado (ella) las 98 jornadas que ha durado el confinamiento en la villa de Candelaria, donde reside habitualmente, ayer conoció, por boca de su doctora de atención  primaria (antes de cabecera) Paz Guerra (si no ambos, uno de los progenitores de la galena gustaba gastar un humor especial, lo dejaré en un punto intermedio, entre paradójico y zumbón), que también había pasado, después de coronar el preceptivo trámite de que le fueran realizadas las pruebas pertinentes, el patógeno, la covid-19, sin enterarse, de manera asintomática, en la afortunada isla donde se yergue imponente y majestuoso el Teide. Paz le dio otra buena nueva más en su consulta, que aún no podía confirmarle por cuánto tiempo, pero que estaba inmunizada.

Tras hablar con ella esta tarde, durante cuarenta y tantos minutos, por teléfono, he sacado en claro que, según su parecer, es lógico que, por justicia poética, su sangre contenga y porte inmunoglobulina G, porque su acrónimo o sigla coincide, precisamente, con las tres letras iniciales de su nombre y apellidos, IGG. Gozosa ha recibido ese cielo. Pues otrora tuvo que pasar diversos calvarios, una larga temporada en el infierno y otra, más corta, en el purgatorio, en los dos institutos donde cursó el bachillerato y el COU, aguantando lo indecible a los asilvestrados y poco sensibles compañeros que le tocaron en suerte en el primero y a los menos numerosos, pero más energúmenos aún, del segundo.

“Menos mal” (ha admitido y, al instante, ha pedido perdón por ello, pero la he entendido) que en el último, privado, la mucha mala baba, leche o uva, que gastaban y gestaban sin parar algunos de sus colegas, la repartían con otras dos compañeras más, Lourdes Lamana (a quien la trataban de salida, por cómo manejaba dos dedos, el índice y el corazón, de su diestra en la intimidad, según dejó caer en una infausta ocasión quien la abaldonó o afrentó un poco más al agregar, de manera chismosa, que a la susodicha le agradaba leer la poesía amorosa que trenzó Safo de Lesbos; o de rabiza, por cómo la usó con el dedo sin uña de un judas, el compañero gárrulo, faltón y desleal que se fue de la mui) y Sofía Laplana (de pecho imperceptible, incipiente, a quien tanto la abochornaban a cada momento, recomendándole que utilizara relleno, que necesitó ayuda psicológica para superar ese muro o brete). Debido a su primer apellido, sobre todo, Iris tuvo que soportar oír, un día sí y otro también, hasta el hartazgo, un surtido y/o nutrido muestrario de sinónimos del mismo y una retahíla de innecesarios insultos compuestos: gilipollas, gilipuertas, “jalapenes”, piedra pómez,…

Si alguno de sus excondiscípulos de antaño ha leído su primera novela, “El mosaico”, que mereció, de un jurado casi casi inmejorable, conformado por cinco premios Nobel de Literatura, de consuno, por decisión unánime, el primer premio Total, máximo galardón de las Letras Europeas, puede que haya hecho lo mismo que servidora, subrayar, entre otras, sus líneas finales, en las que nos brinda su definición original, acertadísima, de dicho género literario así: “La novela es un acaparador agujero negro que atrae, atrapa y fagocita cuanto queda al alcance de sus tentáculos o luengos brazos, toda forma literaria que se halle dentro de su omnímoda área o zona de influencia”.

   Elvira González, “Metáfora”.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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