El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

No te veré este estío en Tenerife

NO TE VERÉ ESTE ESTÍO EN TENERIFE

NI EN JULIO, NI EN AGOSTO, NI EN SEPTIEMBRE

JUNTÉMONOS EN MASCA Y HABRÁ CIELO

Dilecta Iris:

Salvo que ocurra un milagro, suceso extraordinario posible, pero poco probable, aunque seamos muchos (ellas y ellos) los que deseamos que haya pronto una vacuna contra el patógeno de la covid-19, y esta esté a disposición de los ciudadanos más vulnerables, entre los que me cuento, encuentro y hallo, presumo (uso el verbo con el significado de “conjeturo”) que (como acaba de advertir y ponderar el avezado lector, hembra o varón, de estos renglones torcidos, he adoptado en un pispás dos decisiones, dos: una, que apareciera la conjunción completiva; y dos, que no lo hiciera la preposición “de”) este estío no nos veremos las caras, presencialmente, en Tenerife, la isla afortunada donde se yergue imponente, majestuoso y pretencioso (pues, sin tener que invertir tiempo en cuidar de su arreglo, exhibe su atractivo de manera natural) el Teide y donde tú, Iris, mi fortuna afectiva en efectivo, andas librando una lucha desigual contra la nada, que, cuando la veo reflejada en un espejo, adopta la estela o el rastro de quien adquiere el rostro, de Adán.

Si alguien te pregunta por mí durante el presente verano, puedes contestarle lo primero que te venga a la mente o en gana, lo que más te plazca, pero no mentirás si le dices que servidor no es un desagradecido, y que no ha renegado de su tierra de adopción, donde se siente en la gloria, por ser el lugar del orbe donde más horas al día es dichoso, sino que la causa de su ausencia descansa o estriba en que le tiene máximo respeto (manera eufónica de ocultar lo que no se calla en este paréntesis: “miedo cerval”) a ese coronavirus al que, entre unos y otros, sean unos y otros quienes sean, han contribuido a coronar con una de espinas y le han otorgado, como extraño galardón, una escoba, atributo habitual de las brujas, pero no para volar (o sí, por lo rápido que actúa), sino por haber barrido de la escena o del mapa a un montón de bibliotecas andantes y vivientes, aunque algunas estuvieran arrumbadas y aun silentes.

Cuando te miento a ti, Iris, si, al momento, miento Masca, lo lamento, porque este verano tampoco habrá prodigio. No podré recordar ni, por ende, volver a vivir, la placentera sensación del abrazo que hubiera inaugurado nuestro reencuentro, con la grata ocasión de la bienvenida y/o el buen hallazgo, ni el deleite que hubiera generado el “achuchón” que lo hubiera clausurado, al despedirnos. Asimismo, me apenará no haber podido traer a la capital de la Ribera Navarra, Tudela, desde allí, por esta inoportunidad, las ínsulas o zonas morenas de los empeines y los dedos de los pies, por mi costumbre de calzar unas sandalias/chancletas que utilizo exclusivamente para pisar el paraíso. Pero lo que más me afligirá, sin duda, será que lo que había proyectado que aconteciera este estío, mi deseo vigoroso, allí, se verá frustrado, sin la esperada recompensa o repanocha, pues deberá postergarse hasta solo sabe Dios cuándo. Como el paisaje que más me impresionó y peta de Tenerife sigue siendo Masca y el paisanaje que más me apetece tener a la vera (ayer, hoy, mañana y siempre) eres tú, Iris, te hubiera propuesto que, cuando a ti te apeteciera, nos desplazáramos hasta el mentado belvedere. Aunque las viandas y el caldo que compartiéramos allí no fueran los mejores manjares, la ambrosía divina, ni el néctar celestial, a mí me lo hubieran parecido, al poder contemplar in situ y gozar extasiado de un hermanamiento inaudito, insólito, el de las dos bellezas máximas (la natural y la personal) mencionadas juntas.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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