El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Rendirse nunca fue especial varilla

RENDIRSE NUNCA FUE ESPECIAL VARILLA

Desde que le premiaron y publicaron (el segundo hecho fue normal, mera y lógica consecuencia del primero) su novela “El mosaico”, a mi amada musa tinerfeña miedo, lo que se dice miedo, no ha vuelto a darle ya nadie. Tiene, eso sí, respeto máximo al puñetero coronavirus, causa u origen de la covid-19, que sigue haciendo estragos si, por donde pasa, aquí, ahí y allí, allende los mares, en cualquier parte del planeta azul, decide campar a sus anchas. Los tiempos pretéritos, en los que Iris vivía subordinada a otros, o dependía de los caprichos o las más o menos apetentes ganas de otros, esos, pasaron (a mejor o peor vida; vaya allá cada quien con su perspectiva sobre la circunstancia), pues ella pondrá todos los medios a su alcance para que no regresen, como dicen que suele hacer el eterno retorno, a la actualidad, presente o futura.

La inesperada concesión del primer premio Total a “El mosaico” ha supuesto para ambas, autora y obra, insospechadas notoriedad y popularidad. Como se predica de los hijos (ellas o ellos) de carne y hueso (no es usual hacerlo con los de papel), dicho alumbramiento ha venido con más de un pan bajo el brazo, ya que, además de la suculenta cantidad dineraria que llevaba aparejada el galardón, su agente literaria anda muy atareada, gestionando más de una docena o decena de acuerdos sobre sendas traducciones del libro a otros tantos idiomas; y hasta una productora cinematográfica se ha interesado por adquirir los derechos pertinentes para llevar a la gran pantalla las historias que en “El mosaico” se cuentan.

Desde que le otorgaron el mareante y prestigioso premio, Iris es una tendencia y/o valor en alza en el ámbito editorial/literario hispánico y mundial; y su influencia y/o poderío han ido aumentado o creciendo, de manera paulatina, dentro de él. Por donde pasa (sin pesar de nadie, por la sencilla razón de que a nadie pisa) o allí adonde acude solícita, la gente, invariablemente, le (de)muestra su cariño y la apoya; por doquier recibe parabienes. El grueso de los colegas (hembras y varones, autores de ficción) que han leído su obra hablan maravillas de ella/s y escriben elogios sin cuento del estilo de Iris y su peculiar y original novela. Ella no se cansa de agradecerles a todos sus palabras, dichas o escritas. Quien tuitee a menudo habrá observado que lo que airean la opinión pública y la publicada de este país en los mass media se queda corto cuando uno lo compara con lo que (el mismo uno) lee en infinidad de espacios o páginas abiertos/as al amparo o bajo la protección del pajarito azul.

Los combates entre los escepticismos y las expectativas que “El mosaico” había despertado y/o levantado entre las “vacas más o menos sagradas y/o gordas”, se debían, sobre todo, a que Iris no había cursado ninguna carrera universitaria, pero había sido (ahora menos, por los muchos compromisos adquiridos) una lectora empedernida, ávida, avezada. ¡Cuántas personas habrá en este mundo que no tengan un título universitario enmarcado y colgado en una pared y den sopas con honda en una o ene materias a quienes sí que los tienen y exhiben en un lugar visible (que no risible, aunque esta voz coincida con esa en seis de sus siete partes) de su casa! Hay diletantes (ellas y ellos) con mejor preparación que muchas/os doctorandas/os. Hay autodidactas/os a las/os que da gusto escuchar por lo mucho que han asimilado, cómo razonan y, si se lo permitieran, cuánto podrían enseñar. He de reconocer que me han dejado un deleite sin par todos los versos de once sílabas, sí, que urdió Iris Gili. Me atrevo a destacar los tres finales: “Rendirme nunca fue especial varilla de ese abanico abierto y oportuno, donde fui colocando mis opciones”.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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