El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Correo divertidamente serio

CORREO DIVERTIDAMENTE SERIO

Ayer, en una de las varias direcciones de correo electrónico que manejo, recibí uno divertidamente serio o seriamente divertido (llamo de esta manera a cuantos han sido escritos en la misma frontera o línea que separa el País de las Burlas del de las Veras) de quien decía llamarse, y así lo firmaba, Pilar Marco, que me he visto impelido a contestar.

A renglón seguido, en párrafo aparte, siento que estoy obligado a hacer una aclaración pertinente. Si tanto el nombre como el primer apellido de la susodicha comunicante son fetenes (extremo que ignoro), le pido a la espontánea que no se enfade conmigo por mi prejuicio, impertinente, sin duda, que no he logrado desterrar de mis dominios ni cepillarme; y que me disculpe por ello, pero el cúmulo de chascos que he coleccionado, durante mi experiencia o periplo internetero, ha sido y devenido tan alto, tan ancho y tan largo, que me he convertido o metamorfoseado en un escéptico redomado.

Pilar Marco me preguntaba por qué había dejado de escribir epístolas a mi dilecta amiga Pilar. Aseguraba que lo había pasado muy mal cuando dejé de urdírselas a mi amada (de igual nombre de pila) Pilar, la gallega, y que entonces, indignada, irritada, incluso estuvo a punto de pedirme cuentas o explicaciones, pero que se le pasó. Ahora estaba desolada y no aguantaba más. Y eso le había empujado a decidirse a escribirme y remitirme el correo.

Como, según su parecer, yo no había expresado nunca el apellido de mi amada en ninguna de las que publiqué en mi bitácora, Pilar Marco, si no se había creído a pie juntillas, sí se había hecho a la idea (empero, sabía, a ciencia cierta, que se embelecaba bella y bellacamente) de que se las trenzaba a ella, o sea, de que era ella la destinataria exclusiva de las tales. Lo cierto y verdad incontrovertible es que sí había dejado caer, de manera suigéneris, esto es, sí había dado cuenta de su primer apellido, pero (lamento tener que ejercer de borde, con el sentido de antipático) no diré cómo, ni cuándo, ni dónde (y juzgo que me comporto o funjo como lo haría un caballero, pero acepto que otras/os lo aprecien e/o interpreten de otras guisas, aunque yerren de manera morrocotuda, claro).

Le acabo de contestar lo mismo que el atento y desocupado lector (ella o él), esporádico o habitual de las urdiduras (o “urdiblandas”) de servidor, el abajo firmante, puede leer a continuación. Dejé de escribir misivas a mi amada Pilar porque así me lo pidió ella. Bueno, en sentido estricto, reparo en que podría haber sido más exacto y correcto, si hubiera sido más concreto. Me rogó, por favor, que no le llamara más por teléfono, porque había llegado a una serie de conclusiones (notoriamente erróneas, equivocadas) sobre mi persona, pero, como no me dejó explicarme ni me concedió tiempo para poder explayarme y, así, poder persuadirle con razones de peso de sus yerros, desistí.

El caso de mi dilecta amiga Pilar es distinto. Me mandó un SMS (que conservo), en el que me decía, entre otras cosas, que no tenía ganas de hablar; que, cuando pasara el confinamiento, me escribiría; que me cuidara. Sigo esperando sus letras. No obstante, como, a menudo, suele colocarse una mosca detrás de mi oreja izquierda, esta propicia que conjeture cuál puede ser el motivo preciso por el que aún no lo haya hecho. Tal vez abunde o coincida con el que aduje antes. O tal vez no. Si es la primera opción la elegida, no me coge de improviso. Ya estoy acostumbrado a que me juzguen sin haberme dado la oportunidad de defenderme, sin ni siquiera escucharme. Allá ellas/os. Antes me enfadaba. Ahora ya no. ¿Para qué?

Confieso algo que me ocurrió cuando mi amada Pilar rompió conmigo. Durante un tiempo, no sabría decir ahora cuánto duró, me acaeció lo mismo que les sucedió a otras/os que habían perdido recientemente a un deudo especial para ellas/os, que me parecía verla o haberla visto por delante, a quince o veinte metros de distancia, en la calle, o en medio de un grupo humano numeroso, pero, tras indagar, lograba cerciorarme de que no era ella, pero sí su sosia/s.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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