El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

De todos los gobiernos desconfío

DE TODOS LOS GOBIERNOS DESCONFÍO

Dilecto Manolo:

El artículo (un claro homenaje a uno de mis dilectos y predilectos maestros literarios, don Miguel de Unamuno y Jugo, que me legó la clave para que, a partir de su primer apellido, pudiera construir mi seudónimo por antonomasia, Otramotro) que titulé “Me duele cuanto pésimo oigo y veo” (desconozco las razones por las que ya no aparece recogido en ninguno de los sitios de Internet donde vio la luz, pero, como soy muy peliculero, o sea, fantasioso, es decir, que desconfío del Gobierno, de todos los gobiernos habidos y por haber, y me dejo llevar por mi feraz imaginación, sobre todo, por la mal pensada, acaso la atinada —ya sabes qué airea el dicho castellano/español, “piensa mal, y acertarás” —, y, si lo que ocurre es el milagro, en el supuesto de que te equivoques o marres, esto es, no des de lleno en el blanco o centro de la diana, eso te será grato, pues te llevarás una inesperada sorpresa) y apareció publicado, además de en mi bitácora, el blog de Otramotro, el 4 de septiembre de 2018, en El día de Soria, decía y dice (aunque leído hoy, sospecho, servidor haría algunas correcciones o enmiendas) así (como puedes leer a continuación):

ME DUELE CUANTO PÉSIMO OIGO Y VEO

“De diez cabezas, nueve / embisten y una piensa. / Nunca extrañéis que un bruto / se descuerne luchando por la idea”.

Antonio Machado, en “Campos de Castilla” (1912), Decires y Cantares XXIV

Vaya por delante, atento y desocupado lector (sea ella o él) de los próximos renglones torcidos, esta consideración previa. Como considero que todo “cronotopo” histórico, verbigracia, el actual en Cataluña, es complejo; y dado que este, al ser además conflictivo, puede acarrear tantas perspectivas o puntos de vista posibles como reflexiones sesudas se hagan al respecto, juzgo que otros abordajes pueden gozar de la misma estimación de imparcialidad y veracidad que concedo al que (desde la distancia, aunque la aldea presente sea global) ha elaborado y firmado este epígono de Unamuno, Otramotro, y hasta disentir de él. Sin duda, soy un ciudadano crítico, pero no suelo proceder como un dogmático y menos aún como un fanático. Así que me limitaré a aducir en este escrito lo que para mí son razones de peso.

Me duele España (¿holgará apuntar en este paréntesis lo que acaso convenga que quede bien apuntalado, que incluyo en ella a las 17 comunidades autónomas y a las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, que la conforman?) y cuanto pésimo de ella leo, oigo y veo.

Me duele que en Cataluña la sociedad esté fragmentada y sus ciudadanos (hembras y varones) anden a la greña, divididos. Últimamente, por el uso (más bien, abuso) de unos lazos amarillos, símbolos separatistas, con los que quienes los colocan (eso sostienen) se solidarizan con los políticos presos (de manera preventiva), que para los susodichos son presos políticos.

Me duele lo que (barrunto) puede acaecer allí en cualquier momento, que los catalanes (ellas y ellos), enfrentados, azuzados por políticos insensatos, lleguen a armar la de Dios es Cristo o la de San Quintín, o sea, una marimorena bien gorda, para luego (intuyo), dada y comprobada su condición cobarde, hacer todo lo posible para desentenderse de lo ocasionado, un desaguisado morrocotudo, un incendio colosal, cuyo fuego, debido a su irresponsable comportamiento, se encargaron de atizar.

Me duele que, habiendo quedado claro, cristalino, que los lazos amarillos favorecen la confrontación social, ya que los partidarios de usarlos tratan de conseguir con ellos la colonización u ocupación omnímoda de los espacios públicos, comunes, neutrales, no hayan aprendido aún la lección que encierra ese latinajo que reza así: “Errare humanum est, sed perseverare diabolicum” (“Errar es humano, pero perseverar —se sobreentiende, en el yerro— diabólico”).

Me duele escuchar el sofisma que, con otras palabras, airea a los cuatro vientos el muecín de Vic, que el fin justifica los medios.

Me duele, asimismo, leer que las embajadas catalanas, que fueron clausuradas como consecuencia de la aplicación del artículo 155 de la Constitución Española, por el chorreo de pasta que se iba por ellas, vayan a ser reabiertas por orden del Govern de la Generalitat. ¿Acaso ni Torra ni ninguno de los miembros de su Gabinete o claque se echó nunca a los ojos, para escarmentar en cabeza ajena, esa frase provechosa cuya autoría se le atribuye al Premio Nobel de Física de 1921 Albert Einstein, que dice de esta guisa: “Si quieres resultados distintos no hagas siempre lo mismo”?

Me duele constatar que en Cataluña muchos partidarios del falso derecho a decidir (o, en su defecto, del igualmente mendaz de la autodeterminación) y de la correspondiente segregación no hayan detectado, asumido y detestado el extenso muestrario de mentiras que les contaron sus jerarcas; entre ellas, que, en el caso de lograr la independencia, Cataluña seguiría formando parte de la UE, extremo desmentido hasta el hartazgo por cuanto gerifalte o mandatario europeo fue preguntado al respecto; o que, si se diera dicho supuesto, arribarían allí bancos y empresas sin cuento (cuánto cuento, sí), cuando lo incontrovertible es que aún no ha tenido lugar el hecho y, ante el miedo provocado, que la inseguridad jurídica acarreaba, miles y miles de empresas trasladaron su sede social y hasta la fiscal a otras ciudades del Estado.

Me duele que en Cataluña, gracias al silencio cómplice de una mayoría acomodaticia, una minoría mayoritaria aproveche la coyuntura, el estado en el que se hallan las cosas y los casos, para promover un día sí y otro también desafíos al Estado. Al parecer, la citada mayoría silente prefiere seguir degustando ese manjar que son las sardinas asadas en un espeto al calor de las brasas de la lumbre a sufrir la incómoda pejiguera de tener que mojarse el culo; o sea, a la pata la llana, lo que dejó escrito en letras de molde el irlandés Edmund Burke, “para que triunfe el mal basta con que los hombres de bien no hagan nada”.

Me duele que…

Aprovecha la ocasión para saludarte y hacer lo propio a tu progenie o prole,

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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