El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

El caso proverbial de Blanca Andreu

EL CASO PROVERBIAL DE BLANCA ANDREU

QUIEN FUE FOCO ALEJADA HOY VIVE DE ELLOS

Este estío, durante la canícula, te propongo y pido encarecidamente, atento y desocupado lector, bien seas o te sientas ella, bien seas o te sientas él, que hagas el esfuerzo intelectual de imaginar que el Gobierno de España pactó (con la rúbrica estampada por su presidente, y el propósito de cumplir a rajatabla con lo firmado) con los de las diversas naciones iberoamericanas del cono sur que este año, solidarizándonos con nuestros hermanos hispanoamericanos, no terminaría el curso académico hasta las próximas Navidades, cuando allí, en el hemisferio sur, fuera verano.

Así pues, habiendo fantaseado cuanto debía ser imaginado, un profesor de filosofía del Instituto de Enseñanza Secundaria Obligatoria “Juan de Mairena”, de Algaso, Evaristo Segurola (según suele comentar en voz baja el bedel, Agustín Cornago, quién le ha visto y quién le ve; qué cambio ha experimentado en los dos últimos años, de persona alegre, jovial, dicharachera, a mustia, taciturna; Evaristo ha pasado de qué hombre más listo a alguien descuidado, despistado; puede que sus cada vez más numerosas lagunas tengan que ver con los primeros síntomas inequívocos del alzhéimer (o con solo sabe Dios qué otras muchas causas); quién lo puede diagnosticar y saber, un neurólogo, sin duda, ella o él), entró en el aula, dijo buenos días y dirigiéndose a su báculo, Nerea Paño Peña, le adujo:

—A ver, Nerea, por favor, como tú eres la persona más ordenada de esta clase, desentumece nuestras aletargadas neuronas, ábrenos, una vez más, los ojos y los oídos, y dinos de qué hablamos, hace una semana cabal, el pasado viernes, entre estas mismas cuatro paredes.

—Usted argumentó y defendió las tesis que habían aireado y/o puesto en circulación Ortega y Kipling. De José Ortega y Gasset destacó su perspectivismo. Nos puso el ejemplo clarificador de la manzana, que exhibió en una conferencia. La identificó con la verdad. Todos vemos la verdad, pero nadie la tiene completa, en su propiedad. La verdad será, por ende, la suma de todas las perspectivas o puntos de vista parciales, personales, subjetivos. Y de Rudyard Kipling nos leyó los versos de su célebre poema “If” (“Si…”), donde, según el insigne Premio Nobel de Literatura de 1907, tanto el éxito como el fracaso son sendos impostores.

—Seguro que os puse una tarea al respecto, un trabajo que llevar a cabo. ¿En qué quedamos?

—En que teníamos que acudir, durante la semana, a las diversas bibliotecas públicas (y privadas) de la ciudad a leer los diarios de papel que a ellas llegaran, a fin de hallar en ellos noticias en las que ambas tesis, en todo o en parte, pudieran advertirse claramente.

—Fue iniciativa vuestra hacer dicho menester en grupo. ¿Qué noticia o noticias ha encontrado el tuyo, Nerea?

—El caso proverbial de Blanca Andreu.

—¿Más grupos han reparado en el mismo caso (preguntó Evaristo, dirigiendo la cuestión a toda la clase) o “affaire”?

—Me temo —tomó la palabra Juan Santamaría— que todos hemos encontrado en la noticia/tribuna que firma Manuel Jabois, “La poeta que prefirió desaparecer”, que apareció publicada en las páginas 30 y 31 de EL PAÍS, del domingo 24 de julio de 2022, el ejemplo lúcido que viene a unir la doble tesis de Ortega y Kipling.

—¿Puedes leer, Nerea, vuestras notas sobre el particular?

—A los veinte años, siendo Blanca Andreu estudiante de segundo curso de Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid, tiró a la papelera los poemas que esta había escrito durante el mes precedente; no estaba contenta con el resultado obtenido. Un amigo, tal vez colega de la misma facultad y/o curso, testigo presencial del hecho, le pidió permiso para recogerlos de la papelera y, así, poder leerlos. El susodicho amigo de Blanca se quedó pasmado al pasar su vista por ellos. Tan excelsos le parecieron que le puso un rótulo al poemario: “De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall” y lo envió, tal como estaban los folios en los que los escribió, hasta con manchas de café, al premio Adonáis. El jurado de dicho galardón se lo otorgó a Blanca Andreu, desconocedora de cuanto había coronado su amigo, por “audaz, muy imaginativa en la palabra, valiente en el lenguaje y creadora de un mundo poético que parece pertenecer a ella sola”.

—Juan, ¿qué concluyó tu grupo?

—Que, como ocurre con los jugadores de fútbol, con los delanteros o goleadores, sobre todo, nadie es tan malo, como acaso cabe deducirse de las actuaciones de los tales en los últimos diez partidos jugados, si estas han sido desastrosas, negadas; ni tan genio, si estas han sido exitosas, por haber marcado un gol, al menos, en todos ellos. Y que todo depende del punto de vista, de la perspectiva, siempre personal, parcial, subjetiva, coincidente o discrepante con la de otros.

—Bien visto. ¿Hay objeciones? ¿Alguno, por cierto, ha hecho el esfuerzo añadido de hallar y leer alguna de las composiciones surrealistas de dicho poemario?

No dio tiempo a que nadie pudiera contestar a Evaristo, porque en ese mismo momento sonó el timbre, que ponía fin a la clase.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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