El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

¡Cuánta/o adicta/o hay a la vergüenza ajena!

¡CUÁNTA/O ADICTA/O HAY A LA VERGÜENZA AJENA!

¿GALIMATÍAS?, ¡HIJO DEL EMBUSTE!

Tengo para mí, en principio, que todos los políticos (ellas, ellos y no binarios —si es que hay alguno del último jaez, que no se sienta discriminado—) que en el ancho mundo son (incluyo entre ellos, por supuesto, a los que aún no lo son, es decir, todavía no cobran un sueldo con cargo a los Presupuestos Generales del Estado, pero aspiran a serlo y a hacerlo pronto, cobrar) tienen como meta, norte u objetivo de su proceder la decencia, la honestidad, que es la mejor manera de llamar así a sus ansias auténticas de ser útiles a la sociedad, para promover el bien común y propiciar el interés general. A veces, los ciudadanos de a pie nos enteramos de que su vocación de servicio a los demás (que, como ocurría con los soldados que tenían que hacer otrora el servicio militar, cuando era obligatorio, el valor de los tales se les suponía, a estos la susodicha vocación también se les supone) no ocultaba lo que por casualidad o por causalidad, esto es, por denuncia de un ciudadano o por el trabajo concienzudo que un periodista con aficiones indagatorias, sabuesas, ha conseguido dar a la imprenta, trasciende, que “ya que estamos” (manejando “dinero que no es de nadie”, como así llamó Carmen Calvo al público, en un hallazgo, más bien patinazo, que la abaldonará y no abandonará mientras viva), frase que suelen propalar los golfos (sea cual sea su identidad sexual o tendencia ideológica), que entre los políticos, como otro tanto ocurre también con otras profesiones, no faltarán tampoco, y que continuará de diversas formas, verbigracia, así: “con una parte del dinero presupuestado para hacer esto, eso o lo de más allá nosotros haremos una excepción y nos la quedaremos directamente o irá a parar, tras un largo y tortuoso recorrido, difícil de seguir, a nuestros bolsillos”.

Una mera variante del caso o tipo mencionado, al final del parágrafo anterior, ha salido a relucir recientemente. A Ana González Martínez, edil de Vox en Parla (Madrid), que ocupaba el número tres de la lista presentada por dicho partido al Ayuntamiento mentado y, por ende, candidata o aspirante a repetir en el cargo, ya la han cogido con las manos en la masa (pero no para hacer pan ni otras viandas, no, sino variopintos chanchullos o “chandríos”, como llamamos a los tales en Tudela), pues ha sido detenida por un presunto delito de tráfico de drogas.

Acabo de ver, en directo, parte de la sesión de control al Gobierno en el Senado y me ha brotado, cosa rara, poco habitual en mí últimamente, escribir una breve crónica sobre lo que he colegido del bochornoso espectáculo presenciado (donde el intercambio o lanzamiento de venablos entre Sánchez y Feijóo, los de uno de la marca Eta, los del otro de la marca Bildu, ha sido memorable, escrito este adjetivo con suma ironía, claro). Los senadores españoles arden en deseos de escuchar qué dicen sus respectivos portavoces para apoyar con sus aplausos y ovaciones cuantas razones alegan; incluso se ponen de pie. Salvo por los olés, que han brillado por su ausencia, parecía que estaba viendo una corrida de toros en la tele, pues el comportamiento de las dos bancadas o alas mayoritarias era similar al que se organiza en los tendidos de sol y sombra con los espadas, tras dar estos una serie de lances con el capote o la muleta o tras propinar al morlaco un volapié. En el Senado quien toma la palabra (salvo quien la da y la quita, su presidente, el socialista Ander Gil) desea ser aplaudido al acabar su intervención por los de su cuerda, ideario o tendencia; y quien escucha a su representante anhela aplaudirlo a rabiar.

Hoy, martes 16 de mayo de 2023, mientras redacto estas líneas, a las seis menos diez de la tarde (acabo de felicitar telefónicamente a mi sobrina Natalia; ¡muchas felicidades!, de nuevo), nos encontramos en plena campaña electoral, pero uno tiene la impresión refractaria de que esta es anual, eterna, perpetua. Los micrófonos y las cámaras de televisión parecen imanes y son una tentación, pero conviene ser prudentes y no precipitarse, porque, como les ocurre a las armas de fuego, los unos y las otras los/as carga, asimismo, el diablo, y pueden cogerte en una pregunta incómoda, a modo de brete (que se lo pregunten a María Dolores de Cospedal, intentando explicar el finiquito “simulado en diferido” a Bárcenas, o a Mariano Rajoy, pretendiendo razonar si los vecinos eligen al alcalde o ¿era al revés?; galimatías insuperables, “sonrojantes”, que valen para identificar o dar cuenta exacta del vocablo “alipori”, vergüenza ajena).

   Nota bene

Tras redactar los renglones torcidos que contiene el texto precedente, he salido (es una de mis costumbres inveteradas) a pasear, aunque la tarde era ventosa. He vuelto a encontrarme en el trayecto habitual que suelo hacer con mi cumpleañera sobrina Natalia, que estaba acompañada de su familia materna.

De regreso a mi punto de partida, tras coronar el “andamiaje” (voz sui géneris, que no tiene que ver con andamios, sino con el hecho de andar ligero), me he encontrado con Jesús Marquina, tudelano de pro, sentado en un banco de la recién remozada Plaza del Padre Lasa, a quien he saludado y quien me ha puesto en antecedentes de lo acontecido, que Cierzo, uno de los cien hijos de Eolo, dios del viento, había derribado los ocho paneles, ocho, con los carteles de las candidaturas de los diversos partidos al Ayuntamiento tudelano y al Gobierno de Navarra.

Así que debo reconocer y reconozco que, aunque tengo una opinión desfavorable de los políticos (sean de la formación o el partido que sean, municipales, autonómicos o estatales; acarreo ese prejuicio; no me lo he logrado cepillar; qué se le va hacer; otros acarrearán otros, supongo), si el fiscal o mi abogado defensor me preguntara ante un tribunal de justicia si había sido yo el causante del referido abatimiento, contestaría la verdad (tengo testigos, que secundarán mi versión), que no tuve nada que ver con el asunto de marras, pues, cuando llegué a la Plaza del Padre Lasa, Cierzo ya había hecho de las suyas, se había encargado de tumbar tanto panel con tanta foto.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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