¿HAY QUE ACABAR CON LOS DE CIEGO PALOS?
¿O HAY QUE ERIGIR UN MONUMENTO A CERCAS?
SE IMPONE LA SEGUNDA OPCIÓN, SIN DUDA
Aun quienes estén en desacuerdo con sus opiniones (si las/os hay), deben apoyar sin reservas mi iniciativa de costear y levantar una escultura de mármol o bronce (aunque luego se caguen sobre ella las palomas) a Javier Cercas, un intelectual y literato como la copa lanceolada (entonces; hace más de cuarenta y cinco años que no paso por allí) del ciprés del Real Monasterio benedictino de Santo Domingo de Silos, en Burgos. El abajo firmante, como no cobra ni siquiera novecientos euros de pensión, contribuye con los tres primeros euros. Atento y desocupado lector (ora seas o te sientas ella, ora seas o te sientas él, ora seas o te sientas no binario) de estos renglones torcidos, ¿te animas y sumas, de buena gana, al proyecto (la propuesta va en serio, no en broma)?
¿Que cuál es el fundamento o la quintaesencia? ¿Por qué? Sencillamente, porque leer, cada quince días, en EL PAÍS SEMANAL (EPS) sus PALOS DE CIEGO, velis nolis, me nutre, me inspira. Si debo trenzarlo poéticamente, le pido a Pablo Neruda que me preste dos escogidos versos, dos, los centrales, de su poema “La canción desesperada”, estos: “Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta. / Era el duelo y la ruina, y tú fuiste el milagro”. Aristóteles enseñaba a sus discípulos, peripatéticamente, o sea, mientras paseaba en su compañía por el Liceo, que lo que diferenciaba a un sabio de un ignorante era lo mismo que distinguía a un vivo de un muerto. En esa misma idea o tesis abundan los dos últimos versos del poema “Contra la seducción”, de Bertolt Brecht: “La vida es lo más grande: / perderla es perderlo todo”.
Y, ciertamente, tengo más porqués. Porque, a pesar de haberse confesado mi quinto (acabo de comprobar que soy una semana mayor que él) Cercas un anticlerical pertinaz, tenaz, estoy convencido, casi seguro, de que coincide con fray Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro, quien inicia el párrafo 35 de su discurso décimo tercero, titulado “Lo que sobra y falta en la física”, del Tomo VII de su “Teatro crítico universal”, de esta guisa: “Así yo, ciudadano libre de la República Literaria, ni esclavo de Aristóteles, ni aliado de sus enemigos, escucharé siempre con preferencia a toda autoridad privada lo que me dictaren la experiencia y la razón”.
Porque, insisto, es un ciudadano libre, con criterio propio. Y, si seguimos el parecer de Eric Arthur Blair, George Orwell, “si la libertad significa algo, será, el derecho a decirle a la gente (sobre todo, a los poderosos, me gusta intercalar a mí; ya se me perdonará, cuando convenga, mi afición a ejercer de metete) lo que no quiere oír”.
Porque lee muy bien, como demuestra en su último (por el momento) PALO DE CIEGO, titulado “La maldición de La Moncloa”, que apareció publicado ayer, en la página 6 del número 2.475 de EPS, domingo 3 de marzo de 2024, rótulo al que servidor le hubiera añadido, entre paréntesis, al final, una sola sílaba: (ca); por la simple razón de peso de que empieza a heder, a salir de allí un tufo repugnante, nauseabundo, insoportable, al entresacar del libro The Years of Lyndon Johnson, de Robert A. Caro, una idea precipua o principal. Ya se sabe qué escribió Miguel de Cervantes: “El que lee mucho y anda mucho vee (con dos ees o es, sí, así se lee en “El Quijote”) mucho y sabe mucho”; y qué frase se le adjudica erróneamente a Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, Santa Teresa de Jesús: “Lee y conducirás; no leas y serás conducido”.
Porque ha asumido lo que mantienen Franz Kafka (“el animal le arrebata el látigo al amo y se azota a sí mismo para ser amo, sin saber que eso no es más que una fantasía que se genera cuando en la correa del látigo del amo se ha formado un nuevo nudo”) y Truman Capote (“Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse”).
Nota bene
Quienes me conocen saben, a ciencia cierta, que soy poco proclive al elogio, porque la laudatio siempre fue escasamente educativa, pero ¡cómo no alabar la belleza intelectual o literaria y la verdad allí donde se hallen! Lean (relean, si ya lo han leído) el final de la columna citada arriba de Javier Cercas, pues no tiene desperdicio:
“(…) No lo digo yo (Dios me libre): lo dice Shakespeare por boca del bufón de Noche de Reyes; mejor dicho, se lo dice el bufón al duque de Iliria, fingiendo ladinamente que lo dice de sí mismo: ‘Rediós, señor, me alaban y me convierten en un asno. Pero mis enemigos me dicen claramente que soy un asno; de manera que, gracias a mis enemigos, señor, avanzo en el conocimiento de mí mismo. En cambio, me siento insultado por mis amigos’.
“La maldición de La Moncloa es la maldición del poder. ¿Qué hacer contra ella? Todos lo sabemos: limitar al máximo el tiempo en el poder. Limitar el poder. Controlarlo y repartirlo al máximo. Fomentar partidos autocríticos. Avanzar hacia una democracia más porosa y participativa, en la que todos seamos, alternativamente, gobernantes y gobernados. Es decir: democratizar la democracia. Es decir: exactamente lo contrario de lo que estamos haciendo”.
¿Hubiera ocurrido el “caso Koldo”, manifiesto asunto de corrupción y descontrol en el Gobierno, si se hubieran seguido las directrices marcadas por Cercas? Actualmente, ¿hay más sujetos que funjan como asesores o consejeros, nombrados por ministros del Ejecutivo de España, como Koldo García Izaguirre?
Ángel Sáez García