El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Otro maese Pedro, puesto al día

OTRO MAESE PEDRO, PUESTO AL DÍA

“Ser sincero no es decir todo lo que se piensa, sino no decir nunca lo contrario de lo que se piensa”.

André Maurois, seudónimo de Émile Salomon Wilhelm Herzog, novelista y ensayista francés.

Hace dos décadas cabales, dos días después de que se produjeran los terribles atentados terroristas (cuyos autores materiales fueron yihadistas), en cuatro trenes de cercanías que se dirigían a la estación madrileña de Atocha, tras explotar diez bolsas o mochilas-bombas, con el resultado funesto de 192 personas fallecidas y más de 1.500 heridas, Alfredo Pérez Rubalcaba, la víspera de las elecciones generales, el día de la jornada de reflexión, en una comparecencia inolvidable, hizo una declaración sensata, en la que pronunció una serie de palabras cabales, que espolearon e hicieron mella en las mentes de muchos de nuestros compatriotas (ellas y ellos): “Los ciudadanos españoles se merecen un Gobierno que no les mienta. Un Gobierno que les diga siempre la verdad”. Bueno, pues, puede que hoy otro Rubalcaba (quien haga las veces de él) deba pronunciar las mismas palabras con idéntico motivo, porque la mentira (“expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente”, según la primera acepción que brinda el Diccionario de la lengua española, DLE), vestida con supuestos ropajes de verdad, pulula por doquier con el propósito indecente de enseñorearse del “cronotopo” actual, presente.

Tengo para mí que, si Miguel de Cervantes, por una mera cuestión de chiripa, magia o milagro, se hubiera dado de bruces, tras tropezarse en la calle con una piedra, por ejemplo, con una imaginativa y ficticia puerta astral que comunicara su tiempo con el nuestro (no estoy pensando en una de las de la serie fantástica “El Ministerio del Tiempo”, creada por los hermanos Pablo y Javier Olivares, o sí), esto es, se hallara hoy entre nosotros, españoles del mes de marzo de 2024, le bastaría con haber estado atento a cuanto se contaba en los telediarios y haber leído los periódicos (de papel y digitales) del último año para escribir, mutatis mutandis, otro episodio sobre maese Pedro y su retablo o teatrillo, que el conspicuo autor alcalaíno narra en los capítulos XXV, XXVI, y XXVII de la Segunda parte de su inmortal “Don Quijote”, evidentemente, remozado, puesto al día.

Cualquier persona honesta, con dos dedos de frente (al que le consten, al menos, estas dos verdades irrefutables: “que el que lee mucho y anda mucho, vee mucho y sabe mucho”, y “que el tiempo, descubridor de todas las cosas, no deja ninguna que no la saque a la luz del sol, aunque esté escondida en los senos de la tierra”), puede interpretar hoy, a la perfección, al Quijote redivivo y, por ende, hacer frente al moderno titiritero y trilero, y comprobar, de manera fehaciente, que este maneja a las personas de escasa voluntad y faltas de iniciativa propia y de criterio, a las que consigue engatusar en un pispás, como otrora hizo su antecedente directo o precedente literario con sus figuras (que acabaron desfiguradas por don Quijote). Aquí y ahora se le puede escuchar a maese Pedro aseverar que “el que la hace la paga” (verdad incontrovertible, pero solo en algunos casos, no en todos, porque, si a él le interesa que no la pague, hace y dice cuanto esté en su mano y en su mui para dar el pego), mas hoy, en las contemporáneas manos del susodicho, la verdad es proteica y semeja un chicle, que se estira y se encoge a gusto del consumidor, aduciendo y poniendo en práctica la ley del embudo (la parte ancha, para mí; y la estrecha, para ti), conculcando y pisoteando el artículo 14 de la Constitución española de 1978.

La ley de amnistía, al cargarse, por la injusticia manifiesta que acarrea o lleva aparejada, el espíritu y la letra de nuestra ley de leyes, es un dislate, un disparate morrocotudo, aunque maese Pedro recurra al mismo argumento gastado, puro sofisma, de que es una medida para promover que vuelva la concordia y la reconciliación entre catalanes y el resto de los españoles (¿acaso no se había conseguido eso ya con los indultos, y el borrado del delito de sedición del código penal, y la rebaja del delito de malversación?; está visto que mi señera y señora madre Iluminada estaba en lo cierto cuando afirmaba que la mentira tiene las patas cortas, una neta variante de ese refrán español que dice que se coge antes al mendaz que al renco). A cuantos objetamos el embeleco del maese Pedro hodierno y podemos hacer el papel de don Quijote parece decirnos cuanto otrora adujo:

“—No mire vuesa merced en niñerías, señor don Quijote, ni quiera llevar las cosas tan por el cabo, que no se le halle. ¿No se representan por ahí casi de ordinario mil comedias llenas de mil impropiedades y disparates, y, con todo eso, corren felicísimamente su carrera y se escuchan no solo con aplauso, sino con admiración y todo? Prosigue, muchacho (este papel lo interpretaría hoy, a las mil maravillas, Félix Bolaños, de quien Carlos Boyero, en su sabatino artículo de EL PAÍS, titulado “Bolaños, encantado de haberse conocido”, que apareció publicado en la página 55 del número 17.027, hizo una etopeya hilarante, sin parangón, usando la mordacidad con maestría) y deja decir, que como yo llene mi talego, siquiera represente más impropiedades que tiene átomos el sol”.

Cervantes, sin duda, lanzaba con dicho discurso una pulla a las comedias alumbradas por el magín del Fénix de los ingenios y Monstruo de la Naturaleza, Lope de Vega, pero es que aquí maese Pedro nos quiere dar, como aquel, gato por liebre. Si yo fuera un humorista genial, de prestigio, como Andrés Rábago, el Roto, verbigracia, ya hubiera pintado (que puede que él ya lo haya hecho) mi viñeta sobre el caso: Dos emisarios, uno mandado por el PSOE y otro, por Junts, se intercambian en un callejón oscuro, sin salida, dos maletines; el uno contiene la ley de amnistía y el otro los 7 votos de Junts.

Entiendo a quienes sostienen que maese Pedro quiere tapar el “caso Koldo” (y sus diversas derivadas) con la nauseabunda amnistía (no he encontrado ejemplo más proverbial para la idea maquiavélica —aunque no fuera la frase suya, sí fue sugerida por el escritor florentino, en su obra “El príncipe”—, que este: el fin justifica los medios) a los procesados por el procés. ¿No advierten que así lo que se consigue es que el hedor sea generalizado, mayor aún, que el olor a pútrido lo ocupe todo?

¡Qué razón tenía Enrique Santos Discépolo cuando escribió su famoso tango “Cambalache”! Yo no puedo olvidar, al menos, estos cuatro inobjetables versos octosílabos: “Siglo veinte (que vale para el precedente y el siguiente), cambalache, / problemático y febril, / el que no llora no mama / y el que no afana es un gil”.

Nota bene

No sé si existe, o no, el síndrome de La Moncloa, pero me consta que ha habido presidentes de Gobierno que se han ido aislando de la realidad conforme se sentían cómodos, encantados de haberse conocido, en dicho palacio.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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