Hoy se cumple el cuarto aniversario de la moción de censura que el PSOE, compinchado con Podemos el PNV, los proetarras vascos, los golpistas catalanes y algún zarrapastroso suelto, le montó a Mariano Rajoy.
Han pasado sólo cuatro años desde que Pedro Sánchez se metió de ‘okupa’ en La Moncloa y he puesto énfasis en el ‘solo’, porque se me han hecho larguísimos. Eternos. Fatigosos. Insufribles.
Imagino que a muchos de ustedes también, pero ya les advierto de que nos resta otro año más, durante el que este pedante nos dará muchos disgustos.
España va camino de la ruina, con una deuda pública horripilante, por culpa de un Gobierno inepto y manirroto. La resaca de la verbena de gasto socialcomunista será dolorosa y Feijóo, cuando sea presidente, tiene tarea. Pero es sólo dinero y acabaremos saliendo de la crisis.
Lo que no será tan sencillo es encontrar un antídoto para el veneno que este irresponsable y ese partido sectario en que se apoya, han inoculado en nuestro Estado de derecho.
La Generalidad de Cataluña se vanagloria de incumplir la sentencia del Tribunal Superior de Justicia, que obliga a impartir en español el 25 por ciento de la enseñanza.
La insumisión de un gobierno regional es grave, pero mucho más lo es la complicidad del Gobierno de España con los xenófobos.
El mismo Sánchez que quiere imponer un ‘155 fiscal’ al Madrid de Ayuso, la Comunidad que más aporta al reequilibrio territorial de España, consiente las maniobras del separatismo para solidificar el más abyecto proyecto de ingeniería social que se perpetra en Europa.
Eso, que carcome la democracia y pudre un país, tiene un responsable máximo que se apellida Sánchez, tiene 50 años y es jefe del PSOE.
Cuesta creer que este mentiroso impenitente cosechara siete millones y medio de votos hace cuatro años. Hoy, sólo genera desconsuelo, desamparo, desaliento y mucho cabreo.
Con excepciones: los que viven del ‘chiringuito’ sanchista y los Rufián, Otegi y compañía.
Corre el runrún de que, si el revés es muy serio este 19 de junio, no se presentará a las próximas elecciones generales y se postulará para un puesto de relumbrón en las instituciones europeas.
A mí me importa un comino, porque hace mucho que estoy convencido de que lo justo sería sentarlo en el banquillo del juzgado y mandarlo a prisión, por malandrín.
