En La Retaguardia de este lunes 15 de septiembre, Eurico Campano analiza con el director de ElCatalan.es, Sergio Fidalgo, el presidente de ACOM, Angel Más y John de Zulueta, presidente de honor del Circulo de Empresarios, el boicot violento alentado por Pedro Sánchez contra la Vuelta Ciclista a España.
La tarde del domingo en Madrid prometía ser una fiesta deportiva. Sin embargo, el final de la Vuelta a España se convirtió en un escenario de enfrentamientos, gritos y carreras que nada tenían que ver con el ciclismo. Cientos de manifestantes pro-Hamás bloquearon el recorrido en puntos clave como Gran Vía, Cibeles y Atocha, derribando vallas y lanzando objetos a policías y ciclistas. La ciudad, blindada por más de 1.500 agentes, fue incapaz de contener el vendaval social que exigía la marginación de un equipo cliclista por el mero hecho de ser israelíes.
El resultado: etapa final suspendida a 56 kilómetros de meta, 22 policías heridos, dos detenidos y miles de asistentes preguntándose si lo que presenciaban era una protesta legítima o el germen de algo más peligroso. El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, lo resumía con amargura: “Madrid se ha desbordado de violencia, porque lo que ha habido es violencia pura y dura”.
Sánchez y su Gobierno: entre la admiración y la indignación
Las palabras del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, han prendido fuego al debate nacional. Desde Málaga, horas antes del caos, Sánchez mostraba su “admiración” por los manifestantes y aseguraba que “España da un paso al frente en la defensa de los derechos humanos”. En redes sociales y declaraciones públicas, miembros del Ejecutivo celebraban la movilización como ejemplo democrático.
Para muchos observadores, este gesto equivale a una peligrosa legitimación de la violencia urbana. La portavoz del PP en el Congreso, Ester Muñoz, fue contundente: “Cuando el primer hooligan del país es el presidente, pasan estas cosas”. No faltaron voces dentro y fuera de España que acusaron al Gobierno de jalear indirectamente los disturbios. El ministro israelí Gideon Saar calificó las palabras de Sánchez como “vergüenza”, mientras desde la oposición se exigía una condena rotunda a los altercados.
En este contexto, resulta difícil separar la manifestación pacífica del vandalismo que pone en riesgo la seguridad ciudadana y dinamita eventos internacionales. El hecho es que se tiró a ciclistas a la calzada, se les empujó, se inundó el recorrido con chinchetas y cristales. Y lo peor: algunos sectores políticos celebran lo sucedido como un triunfo.
¿Aliento o irresponsabilidad? El dilema del Ejecutivo
La gestión gubernamental durante estos disturbios plantea interrogantes sobre los límites entre libertad de expresión y responsabilidad institucional. ¿Es correcto elogiar a manifestantes sectarios que apoyan a una banda terrorista islámica? ¿Debe el presidente abstenerse de valorar manifestaciones cuya deriva es imprevisible?
El despliegue policial fue curiosamente insuficiente para frenar una marea humana estimada en 100.000 personas según cifras oficiales. Los antidisturbios intervinieron con cargas tras el lanzamiento de objetos; sin embargo, no lograron impedir que los manifestantes bloqueasen por completo el paso del pelotón ciclista.
El alcalde Almeida responsabilizó directamente a Sánchez por “incitar” a los manifestantes, mientras diversos medios internacionales reflejaban con sorpresa cómo un evento deportivo podía ser reventado bajo aplausos gubernamentales. La ceremonia del podio fue cancelada; ciclistas escoltados a sus hoteles; turistas despistados buscando explicaciones; Madrid convertida en un tablero político donde cada pieza parece jugar su propia partida.
La protesta pro-Hamás: un engaño aceptado como verdad
No cabe duda de que las protestas partían de una base falsa: los datos de víctimas mortales en Gaza proporcionados por la banda terrorista islámica que controla ese territorio. La izquierda enmascara su manifestación violenta en lo que define como una protesta pacífica en contra de un genocidio.
Pero lo cierto es que ni hay genocidio en Gaza ni la protesta ha sido pacífica cuando hay nada menos que 22 policías heridos.
El gobierno israelí está decidido a acabar con el control de Gaza por parte de una banda terrorista islámica, Hamás, que se parapeta detrás de población civil, que usa las infraestructuras civiles de Gaza como base de operaciones terroristas y que realiza todos los atentados terroristas que puede contra la población civil de Israel.