Hicieron el recorrido de un tirón hasta Amiens. Habían elegido el Hotel Mercure, justo al lado de la catedral. Tenía aparcamiento y, además, admitía mascotas. Eso era prioritario.
La Catedral de Nuestra Señora de Amiens era el objetivo principal, pero no podían dejar de visitar los lugares más emblemáticos, como la casa donde Julio Verne escribió parte de sus obras, o la Galería Saint Jacques. ¡Y cómo no evocar la memoria de San Martín de Tours, el gran evangelizador del cristianismo! Según la leyenda, en el invierno del año 337 encontrándose el soldado romano en la puerta de la ciudad, le entregó la mitad de su capa a un mendigo que tiritaba de frío. La noche siguiente, Cristo se le apareció, vestido con la media capa para agradecerle su acción. Esto motivó su conversión a la nueva religión del Imperio y su inmediata salida del ejército. Su verdadera lucha fue contra el paganismo, los gnósticos y las tesis maniqueístas de Prisciliano.
—San Martín de Tours fue uno de los grandes enemigos de Prisciliano —apuntó Clara—. Lo persiguió hasta que lo decapitaron en Tréveris, y eso le causó algunas enemistades con clérigos eminentes de la época. ¡Fue un acto salvaje!
—¡Qué fanatismo!, ¿no? —intervino Teresa—. Porque… en el fondo… defendían la misma fe. ¿No era obispo de Ávila?
—Sí, pero él seguía conceptos gnósticos —dijo Sergio—. Era defensor de las tesis de Mani. El maniqueísmo había sido condenado… La Iglesia en esos siglos era muy fanática, y evangelizaba con mano dura y espada afilada.
—¿Qué defienden los gnósticos exactamente? —quiso saber Virginia—. ¿Por qué la Iglesia está en contra?
—Lo fundamental de los gnósticos es que niegan la doble naturaleza de Cristo —explicó Clara—. No les importa aceptar que Jesús era un hombre excelso, digno de imitar. Y, por otro lado, tampoco les molesta aceptarlo como Dios, porque eso son todos los representantes de los cultos solares. Pero que sea Dios y hombre a la vez va contra la tradición y eso no lo admiten. Ellos niegan que haya muerto en la cruz y que haya resucitado. Y esto es el meollo del catolicismo.
—Defendían los principios del bien y del mal —volvió a decir Sergio—, emanados de dos dioses distintos, algo así como un Dios creador, bueno; y un dios del mal, denominado Demiurgo, una especie de Satanás católico.
—Pero Prisciliano tenía muchos seguidores —terció Clara—, y la herejía continuó vigente durante siglos, más viva aún que antes de morir. Al decapitarlo lo convirtieron en mártir y héroe. Y, según algunas fuentes, iban en peregrinación a Compostela porque, de acuerdo con esas mismas fuentes, es él y no el Apóstol quien está enterrado allí. Muchos peregrinos van a Santiago siguiendo la supuesta senda del obispo de Ávila.
—La iglesia de Santa Eulalia de Bóveda, en Lugo —intervino Virginia—, está muy relacionada con Prisciliano, ¿no?
—Algunos estudios dicen que sí —concluyó Clara—, pero no hay nada demostrado. Es una construcción precristiana muy enigmática. Se le atribuye una función ritual relacionada con cultos ninfarios de purificación. Recuerda a otro templo muy interesante de la provincia de Ourense: la cripta de Santa Mariña de Aguas Santas. Tampoco se sabe qué es, ni qué utilidad tuvo.
A María no le gustaban las conversaciones que ponían en duda la ortodoxia católica. En algunas ocasiones intervenía, pero en otras se quedaba callada esperando con paciencia a que agotasen el tema. El Opus no les permite hacer lecturas que contradigan los postulados eclesiásticos, aunque se trate de obras científicas.
Después de comer se dejaron caer por Saint Leu, el barrio más pintoresco, plagado de bares típicos y restaurantes. Allí nació la ciudad, a orillas del río Somme, en tiempo de los romanos que aprovecharon las islas pantanosas para cultivar hortalizas. Esta costumbre ha llegado a nuestros días. Son los originales “hortillonnages de Amiens” o jardines flotantes, donde los marismeños de hoy siguen emulando a los de otras épocas. En algunas isletas han construido cabañas que sus propietarios utilizan para los fines de semana.
—Esto es una preciosidad —exclamó— Virginia. ¿Os imagináis tener una cabañita aquí? ¡Qué maravilla! Parece preparado para rodar un cuento de hadas o algo así. Las flores son preciosas… y llega hasta aquí el olor. Mirad…, también hay verduras —señaló.
—Las hortalizas y las flores creo que las llevan a vender a la plaza todos los sábados —dijo Sergio—, y el tercer domingo de junio hacen una fiesta en el río como antiguamente.
Las barcas que transitan por las callejuelas de agua de Saint Leu no envidian en nada a las góndolas venecianas.
Hace siglos, los molinos instalados a lo largo de los canales producían energía para el consumo de los tenderos. Este rincón está rehabilitado siguiendo el patrón medieval y es uno de los lugares preferidos por los jóvenes, donde hay una gran oferta de viviendas de alquiler. (De mi novela El Códice de Clara Rosenberg).
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