EL REPASO

Alfonso Rojo: “Tras el pinchazo de los comegambas sindicales, a Sánchez no hay que darle ni agua”

Con el socialista Sánchez solo hay dos opciones:  o acaba con España, o acaba en un juzgado.

Y viendo cómo se las gasta el marido de Begoña, está claro que plantamos cara los periodistas no adictos al régimen, los jueces honorables y ese reducido sector de la sociedad española que cree en la Patria y asume que hay cosas más importantes que la subvención oficial o el tipejo se sale con la suya.

Confiar en que acuda tal rescate la obesa Unión Europea o que lo frene el PP de Feijóo, tan proclive al chalaneo, es un pasaporte al desastre.

No es que el amo del PSOE sea sospechoso de estar dispuesto a acabar con la democracia española para poder seguir volando en Falcón, disfrutando del poder metiendo mano en la caja, es que lo lleva haciendo desde que en 2018 ‘okupóLa Moncloa, arropado por los proetarras vascos y los separatistas catalanes, de izquierdas y de derechas.

Lo ha hecho con una contumacia feroz y en mi opinión, tras el borrado de delitos a los estafadores de los EREs, la amnistía al fugado Puigdemont, las maniobras de su imputado fiscal y las recientes arremetidas contra la Justicia y la Prensa, cree estar llegando a la meta.

Colonizado el Tribunal Constitucional, sometido el IBEX 35, castrada la Universidad, desplumada la Iglesia, perforada la Policía, criminalizada toda disidencia y amaestrados los grandes medios de comunicación y las cadenas de televisión, solo le falta poner al paso al Ejército, destituir una veintena de jueces, echar al Rey y amordazar a los pocos periodistas que resistimos.

No estoy exagerando.

La llegada al poder de Sánchez y su supervivencia en la presidencia del Gobierno de España, se ha basado en la alteración constante de las reglas del juego esenciales en una democracia.

España, señores, es el único país de Occidente en el que el separatismo más sectario y xenófobo comparte ‘tarta’ con la ultraizquierda chavista, bajó al supervisión de un partido que lleva en sus siglas palabras como ‘socialista’, ‘obrero’ y ‘español’, pero debería cambiarlas por ‘putero’, ‘corrupto’ y ‘traidor’.

La razón de ese tinglado, de ese matrimonio antinatura, es muy simple: unos, el PSOE y excrecencias como Sumar o Podemos, y otros, ERC, Bildu, Junts o PNV, consiguen abrazados lo que por separado no obtendrían jamás.

Este fin de semana asistimos jubilosos al batacazo de los sindicalistas comegamabas en Madrid y otras ciudades españolas.

Los jetas de UGT y CCOO, que hasta ahora sólo se habían manifestado en favor de los terroristas de ETA presos y en pro de la imposición de la tiranía lingüística en Cataluña, fueron  incapaces de sacar a la calle a unos miles de fanáticos para protestar contra PP y VOX.

Es un detalle esperanzador, un síntoma de que las cosas están cambiando, pero no hay que dormirse en los laureles.

A Sánchez y su cuadrilla de maleantes solo los echamos si no les damos ni agua.

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