En Cataluña, en varios colegios dependientes de la Generalitat, decidieron en abril de 2019 someter a revisión el catálogo de títulos que forman parte del catálogo de su biblioteca infantil.
Después de analizar los libros destinados a niños y niñas de hasta seis años decidieron retirar 200 títulos que consideran “tóxicos” porque reproducen patrones sexistas, lo que supone el 30% del fondo.
Entre los retirados está ‘La Cenicienta’, un cuento de hadas, en varias versiones, cuyos antecedentes se remontan hasta el Antiguo Egipto.
Relata la historia de una joven muy bella, tan bella que no hay palabras para describirla.
Cenicienta era pobre, no tenía padres y vivía con su madrastra, una mujer viuda muy cascarrabias que siempre estaba enfadada y dando ordenes gritos a todo el mundo.
Con la madrastra también vivían su dos hijas, que eran muy feas e insoportables.
Cenicienta apenas tenia amigos, solo a dos ratoncitos muy simpáticos que vivían en un agujero de la casa.
Un buen día, sucedió algo inesperado; el Rey de aquel lugar hizo saber a los habitantes de la región que invitaba a todas las chicas jóvenes a un gran baile que se celebraba en el palacio real.
El motivo del baile era encontrar una esposa para el hijo del Rey; el príncipe, para casarse con ella y convertirla en princesa.
La noticia llego a los oídos de Cenicienta y se puso muy contenta.
Por unos instantes soñó con que sería ella, la futura mujer del príncipe: la princesa.
Pero, por desgracia, las cosas no serían tan fáciles para nuestra amiga Cenicienta
La madrastra de Cenicienta le dijo en un tono malvado y cruel:
«Tú Cenicienta, no irás al baile del príncipe, porque te quedarás aquí en casa fregando el suelo, limpiando el carbón y ceniza de la chimenea y preparando la cena para cuando nosotras volvamos».
Cenicienta esa noche lloró en su habitación, estaba muy triste porque ella quería ir al baile y conocer al príncipe.
Al cabo de unos días llegó la esperada fecha: el día del baile en palacio
Cenicienta veía como sus hermanastras se arreglaban y se intentaban poner guapas y bonitas, pero era imposible, porque eran muy feas y malas.
Al llegar la noche, su madrastra y hermanastras partieron hacia el palacio real, y Cenicienta, sola en casa, una vez más se puso a llorar de tristeza.
Entre llanto y llanto, dijo en voz alta:
«¿Por qué seré tan desgraciada? Por favor, si hay algún ser mágico que pueda ayudarme».
De pronto, sucedió algo increíble; se le apareció un hada Madrina muy buena y muy poderosa.
Y con voz suave, tierna y muy agradable le dijo a Cenicienta:
«No llores más, te ayudaré».
«¿De verdad? preguntó Cenicienta un poco incrédula.
«Pero… ¿cómo vas a ayudarme? No tengo ningún vestido bonito para ir al baile y mis zapatos están todos rotos».
La hada Madrina saco su varita mágica y con ella tocó suavemente a cenicienta, y al momento -¡milagro!-, un maravilloso vestido apareció en el cuerpo de Cenicienta, así como también unos preciosos zapatos.
«Ahora ya puedes ir al baile de palacio, pero ten en cuenta una cosa muy importante: tu vestido a las 12 de la noche volverá a ser los harapos que llevas ahora».
«Hay algo más que debes saber, delante de la casa te espera un carruaje que te llevará al gran baile en palacio, pero a las 12 de la noche, se transformará en una calabaza.
«Bien, dijo Cenicienta, ya soy feliz, solo por poder ir al baile».
Cuando Cenicienta llegó al palacio, causó mucha impresión a todos los asistentes, nadie nunca había visto tanta belleza.
¡Cenicienta estaba preciosa!
El príncipe, no tardó en darse cuenta de la presencia de esa joven tan bonita.
Se dirigió hacia ella y le preguntó si quería bailar.
Cenicienta, dijo si y estuvieron bailando durante horas y horas
Las hermanastras de Cenicienta no la reconocieron, debido a que ella siempre iba sucia y llena de ceniza.
Incluso se preguntaban quién sería aquella chica tan preciosa.
Pero de repente, dijo Cenicienta:
«Son casi las 12 de la noche, mi vestido está a punto de convertirse en una ropa sucia, y el carruaje se transformará en una calabaza».
«¡Oh, Dios mío! ¡Tengo que irme!», le dijo al príncipe que estaba en sus brazos bailando.
Salió a toda prisa del salón de baile y bajó la escalinata hacia la salida de palacio perdiendo en su huída un zapato, que el príncipe encontró y recogió.
A partir de ese momento, el príncipe ya sabia quien iba a ser la futura princesa: ¡la joven que había perdido el zapato!
«¡Pero..caramba!», exclamó el príncipe, «pero si no sé ni como se llama, y mucho menos dónde vive».
Para encontrar a la bella joven, el príncipe ideó un plan. Se casaría con aquella que pudiera calzarse el zapato.
Envió a sus sirvientes a recorrer todo el reino.
Todas las jóvenes, chicas y mujeres se probaban el zapato, pero no había ni una que pudiera calzarse el zapato.
Al cabo de unas semanas, los sirvientes de palacio llegaron a casa de Cenicienta.
La madrastra llamó a sus feas hijas para que probasen el zapato, pero evidentemente no pudieron calzar el zapato.
Uno de los sirvientes del príncipe vio a cenicienta en un rincón de la casa, y exclamó:
«!Eh!, tu también tienes que probarte el zapato».
La madrastra y sus hijas dijeron:
«Por favor!, ¿cómo quiere usted que cenicienta sea la chica que busca el príncipe?, ella es pobre, siempre está sucia y no fue a la fiesta de palacio!»
Pero cuando Cenicienta se puso el zapato y le encajó a la perfección todos los presentes se quedaron de piedra.
«!Oooh!, es ella! La futura princesa».
Inmediatamente la llevaron a palacio y a los pocos días se casó con el príncipe, por lo que fue una princesa!
Nunca más volvió con su madrastra, vivió feliz en palacio hasta el último de sus días.