EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (III)
Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:
¿Quién te/os (im)pone los horarios? ¿Te llevas mal con quien asigna los tales? Es lo que parece; o, en su defecto, que trabajas por dos. Acaso seas tú quien los cambie para tener luego más libertad y poder compatibilizar dicho tiempo con tus estudios, por ejemplo. A veces, uno tiene que trabajar cuando le disgusta hacerlo para poder disfrutar después de sus hobbies en sus ratos de ocio o disponer de tiempo de asueto a y/o en determinadas horas.
Ahora, por la mañana, solo tengo media hora escasa (es lo habitual en la biblioteca pública). Por la tarde, en el Centro Cívico “Lourdes”, dispondré de más tiempo de uso, una hora entera.
Recuerda que el latinajo se escribe así: peccata minuta (con dos ces).
El séptimo arte me embelesa cuando la película que estoy viendo lo hace, encantarme. Hay muchas películas que, por una razón o por otra, lo consiguen. Es, básicamente, por el mismo argumento que coloca Cervantes en “El coloquio de los perros”, entre los canes Berganza y Cipión: que unos cuentos me gustan por lo que cuentan y otros por cómo lo cuentan (y otros, cabría añadir, asimismo, por ambas razones, por las dos a la vez, la caraba y/o la repanocha).
El mosaico de teselas se llamará así, “El mosaico”. Si te extraña el hecho, te brindaré de inmediato la razón, he estado muchos años entre baturros. Pero… ya veremos; demos tiempo al tiempo. Lo primero es tener una historia que contar; luego, ponerse a escribirla; y, como colofón o remate, decidir qué título llevará; provisionalmente, al menos, se llamará como he aseverado arriba, “El mosaico”.
Lo que escribiste (tras la primera lectura) me ha parecido prosa poética. Y me ha sonado a Rubén Darío.
En el supuesto de que así sea, te robaré (le hurtaré a Berlanga) el título: “Los jueves, milagro (o Sansón —por si llega a aparecer entre columnas—)”.
Espero y deseo que, tanto tú como el resto de tus compañeros, hayáis puesto a punto vuestras cuerdas vocales; que las hayáis afinado, vaya.
No me gusta mentir, pero soy escritor y la literatura es, como sabes, ante todo, o sobre todo, engaño, mentira; casi siempre, eso sí, con una base real, y un desarrollo de la acción verosímil, creíble.
Como dejó escrito en letras de molde el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, autor de “El mundo como voluntad y representación”, trabajo que le hizo famoso: “Cuantas menos razones tiene un hombre para enorgullecerse de sí mismo, más suele enorgullecerse de pertenecer a una nación”. Cambia el sintagma “pertenecer a una nación” por “haber nacido en equis pueblo o ciudad” y obtendrás mi parecer al respecto. Por si no has tenido bastante, te recuerdo a continuación lo que trenzó George Bernard Shaw, que “todas las grandes verdades comienzan por ser blasfemias”. Acaso una tal sea para ti la frase que sigue, que también se le atribuye a quien, si no marro, es la única persona que, hasta el momento, ha ganado un premio Nobel y un Oscar: “Patriotismo es creer que tu país es superior a todos los demás porque tú naciste allí”. Por eso el otro día te urdí lo que leíste, y que, quizás, amén de no llenarte, te enfadó. De todo lo que llevo escrito, sin embargo, no se debe deducir, en modo alguno, que no me guste Cornago y/o que me desagraden sus gentes. Nada más lejos de la realidad. El menda adora el pueblo (paisaje y paisanaje); seguramente, porque allí pasó varios veranos de su niñez. Y la niñez, como otros muchos han dicho o escrito antes, si no es el cielo, se le parece un montón.
Te saluda quien te aprecia y abraza (creo que se va a convertir en la despedida habitual de los textos que te dirija a ti)
Ángel Sáez García
[email protected]
