El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Hay quien vela y novela a la luz de una vela

HAY QUIEN VELA Y NOVELA A LA LUZ DE UNA VELA

¿Que si la novela está muerta? Pues no; yo, al menos, no creo que lo esté; (ur)diré más; no creo que vaya a estarlo nunca. Mientras el hombre (hembra o varón) siga soñando (estando dormido o despierto), imaginando, fantaseando espacios y tiempos (o sea, “cronotopos”), personajes y hechos (mejores o peores que los pasados o actuales), continuará escribiendo novelas. Mientras el mundo sea (in)mundo y el hombre siga velando, continuará novelando. Sin embargo, este criterio o parecer mío, como los de cualesquiera otros críticos literarios (ellas o ellos) que hayan elucubrado antes o vayan a reflexionar después al respecto y hayan publicado o vayan a airear las conclusiones a las que han llegado, tal vez carezcan del menor interés. Y es que me cuento o incluyo entre quienes sostienen que lo que de verdad cuenta e/o importa en todo ensayo de prognosis (el abajo firmante lo aprendió leyendo la obra “Capitalismo, socialismo y democracia”, Londres, 1942, del economista austro-estadounidense Joseph Alois Schumpeter) social no es el sí o el no, que cohesiona, exprime y resume las acciones y las razones que hacen que nos decantemos por tal aserto o por cual proposición, sino las susodichas acciones y razones en sí mismas, que acarrean, contienen y exudan todo el jugo científico que cabe hallar luego en el zumo final. El resto, lo accesorio, es, básicamente, profecía, porque, sensu stricto, escapa del ámbito que controla la ciencia.

Siguiendo cierto consejo de Séneca (“Largo es el camino de la enseñanza por medio de teorías; breve y eficaz por medio de ejemplos”), te pondré, dilecto lector (o lectora), un caso o hecho sucedido recientemente, aleccionador.

Hazte a la idea de que estás ultimando una novela que se titula “Mozart”, nombre del golden retriever blanco que su dueño, Amadeo, perdió hace seis días, al desorientarse el can, cerca del pico Anie, en el Pirineo navarro.

Amadeo, acompañado de deudos y amigos, ha retornado dos veces al mismo lugar para tratar de localizar y recuperar a su mascota, pero en ambas ocasiones sus esfuerzos han sido baldíos.

Su desilusión, su desasosiego y su desánimo, empero, se metamorfosearon anteayer en fe, paz y esperanza cuando escuchó lo que él catalogó como la sabia voz de la experiencia y, más aún, cuando ayer siguió, al pie de la letra, la recomendación que le hizo la víspera el sagaz Íñigo, un intuitivo pastor de la zona:

—Regrese a donde perdió a Mozart y deposite en el suelo una chaqueta sudada suya y, a su lado, un plato en el que no falten una rebanada de pan bañada en vino y un par de sardinas. Vuelva al día siguiente al sitio y, si durante los dos próximos días no nieva, que no tiene ninguna pinta de que vaya a hacerlo, y el perro sigue estando libre y vivo, Mozart aparecerá.

Amadeo ha vuelto esta mañana al lugar y ha hallado las raspas de las sardinas en el plato y, efectivamente (habrá quien considere los hechos acaecidos meras consecuencias de —o correspondencias con— razonamientos científicos; habrá quien los repute teselas de un mosaico profético; y qué te apuestas, lector —yo, doble contra sencillo—, a que no faltará quien achaque a las caritativas y diligentes manos del abnegado y buido Íñigo la fácil resolución del problema), a Mozart bajo su roja chaqueta de lana.

Ángel Sáez García
[email protected]

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

Lo más leído