El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (LXXXIII)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (LXXXIII)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

Me puse en contacto por teléfono con la Cruz Roja a fin de solicitar una plaza en el autobús que va (y regresa) del HRS (Tudela) al CHN (Pamplona) para mi madre, a la que están dando sesiones de radioterapia en la capital del viejo reino, y otra para un acompañante, uno de sus hijos, mis hermanos o servidor, porque ella, que anda justa de fuerzas y no está estable, necesita nuestra ayuda y/o apoyo.

Si el joven con el que contacté en Tudela se portó conmigo de manera inmejorable, las dos señoras o señoritas que me llamaron desde Pamplona no le fueron a la zaga.

Una vez solucionado el asunto, sintiéndome en deuda con el citado movimiento humanitario (como todas las personas que trabajan o colaboran como voluntarias/os en el mismo sean tan afables, cariñosas, competentes y generosas, “ángeles” las llamo en la décima, como las que me tocó en suerte a mí, recibirán, como lógicas muestras de agradecimiento, un montón de donativos, gracias y parabienes), sensu stricto, con el comportamiento benemérito de los tres mentados ángeles, decidí urdir una espinela destacando su actitud, digna de alabanza.

Como todo lo que has escrito (y he leído) de la Cruz Roja aquí, en mi bitácora, no lo puedo mejorar (y menos aún objetar), me limitaré a darte las gracias por haberlo compuesto y a abundar en tus pareceres, cabales.

Dispongo de poco tiempo para contestar a tu ingenioso e hilarante comentario sobre la espinela que titulé “Ante el arte yo claudico”. Lo he leído mientras en la sala de ordenadores del Centro Cívico “Lourdes” se hallaba, haciendo uso de otra computadora, mi apreciada y estimada Carmen, a quien suelo leer las primeras versiones de mis décimas. Como me he reído a mandíbula batiente, me ha preguntado por la razón de mi risotada, y le he leído tu apostilla (esta vez, dividida en tres). Te confirmo que ella también se ha carcajeado. “Ese comentarista te quiere mucho”, me ha dicho. “Es mi escoliasta predilecto”, le he respondido.

Gracias, muchas gracias, por hacerme reír y por provocar la risa de Carmen. Gracias, por ser como eres, por apostillar mis textos, por enmendarte (seguir la recomendación de Confucio) y ser fiel a tu mote, nuestro querido sobrenombre familiar, cornagués, porque lo compartimos, “el Pato”.

Si lees el texto que acabo de trenzar (y enviarte a tu dirección de correo), “De cuerpo y de alma elegantes”, hoy yo también me he topado con soles (y, a falta de chocolates que llevarme/nos a la boca, con cafés y manzanillas).

Poco importa que sean tres, treinta, tres cientos o tres cientos mil, si tienen toda la razón del mundo en salir a la calle a protestar. Pero, por favor, que no reivindiquen solamente los derechos reconocidos por la ley; que se avengan también a ser responsables de sus actos (y más si son verdaderos desastres), y se comprometan a pechar con sus obligaciones.

Ignoro lo de Marine Le Pen. Ergo, no lo puedo comentar.

Itero lo que te decía arriba. Me encanta que sigas, como también procura hacer este menda, las lecciones de Confucio, de veras.

Después de hacer el esfuerzo de enmendar el texto, te (os) reenvié ayer la primera versión. Comprobarás los cambios, que han mejorado, según mi parecer, la “urdiblanda” (o urdidura) del mismo.

Dado que hablo unos versos antes de montes y playas, la opción (variante) que me propones es estupenda, pero, cubierta la idea, pensé que me encontraba en plena carrera de la vida, o sea, llevando a cabo la misma en una pista de cenital y, en mi modesta opinión, convenía (y aun conviene —pero acepto y tolero tu buida discrepancia—) más mi opción que la tuya. Por dármela, te estoy y estaré, como antes, asimismo, estuve con otras aportaciones tuyas, eviternamente agradecido.

Sabes que te aprecia un montón quien aprovecha la ocasión para iterarte las gracias y, amén de desearte salud (anhelo que hago extensivo a los tuyos), abrazarte,

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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