El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Hilera de muñecos sobre balda

HILERA DE MUÑECOS SOBRE BALDA

LOS MIEMBROS DEL GOBIERNO DEL ESTADO

¿Sánchez previó cuanto iba a suceder y captamos con nuestros propios ojos, en la televisión a la bruja hora? Tras decaer el estado de alarma, en vigor desde hace más de seis meses, y, como consecuencia directa de ello, el trío mágico, tres de las herramientas más útiles para afrontar con éxito la pandemia de la covid-19; a saber, el toque de queda, el número máximo de personas permitido que pueden reunirse o juntarse fuera y dentro de los domicilios, los cierres perimetrales (de barrios, ciudades y/o regiones enteras), ¿de qué arsenal disponen ahora los gobiernos de las 17 Comunidades Autónomas (CCAA) de España y las dos ciudades autónomas de Ceuta y Melilla para rebajar la incidencia de casos, que es más alta en unos territorios que en otros, y arrostrar, en el supuesto de que se dé, que no conviene descartar, a pesar del buen ritmo que ha cogido la vacunación en España, una nueva ola/oleada, la quinta?

El Ejecutivo de Sánchez, de manera incompetente e irresponsable, según mi parecer o modo de ver el asunto en cuestión (que decaerá o quedará en agua de borrajas o cerrajas, en nada, si un argumento o una razón aducida por otra persona lo refuta; me tengo por ciudadano congruente, sensato), le ha pasado esa patata caliente a los Tribunales Superiores de Justicia (TSJ) de las CCAA. Al verse estas sin el amparo, el cobijo y la protección jurídica que les brindaba el estado de alarma, como cualquier restricción de derechos que afecte a los fundamentales (desde la perspectiva constitucional) requiere la pertinente autorización judicial, la manifiesta dejación de funciones (a mí, al menos, así me lo parece) del Gobierno que preside Sánchez, que se negó a prorrogar el susodicho estado de alarma (porque no tenía asegurada su aprobación en una votación en el Congreso, esto es, salir airoso del brete o trance) y, asimismo, a elaborar una ley orgánica (o plan b) que hiciera posible lo que se ha esfumado o evaporado con el fin del mentado estado, le ha transferido, velis nolis, a los TSJ una suerte de coparticipación en el asunto que no les corresponde. A los citados tribunales les compete resolver cuestiones jurídicas, basándose en las leyes vigentes, no ayudar a gobernar ni a legislar, que son competencias exclusivas del poder ejecutivo y del legislativo.

Aunque reconozco (lo confieso sin ambages) que soy un inexperto, o sea, lego en temas jurídicos, me tengo por persona coherente y racional, con dos dedos de frente, así que considero (me avendré a desdecirme si alguien me contradice con razones de peso, sin dar muestras servidor de enojo ni resentimiento) que el estado de alarma era la herramienta adecuada, la oportuna, para, antes de llegar a la inmunidad de grupo o de rebaño, solventar el día a día de la no vencida todavía pandemia.

Ojalá no ocurra otro desmán, desastre u ola, pero, como el Gobierno de Sánchez se vea en la tesitura, obligado por las circunstancias (las imágenes de la madrugada del pasado domingo no fueron halagüeñas), de solicitar la aprobación de un nuevo estado de alarma, les recomiendo a todos sus miembros, con especial encarecimiento, que se aten bien los machos, porque les van a caer y venir los palos (y, me temo, si eso acaece, itero, será con toda la razón, por habérselos ganado a pulso) de todos los lados (hasta de sus propias filas, si es que tal cosa pasa, insisto, que yo no lo deseo, claro), por dos razones de peso, sobre todo, por falta de previsión y por dejación de funciones (que otros suelen llamar con el nombre que dan a un pecado capital, la pereza).

Que la oposición iba a intentar sacar el máximo partido, provecho o rédito de la situación negativa que vive el país era lo esperable, previsible y probable. Lo propio, reconozcámoslo sin rodeos, yo no lo pongo en tela de juicio (entre los políticos es un milagro darse de bruces con un santo, ella o él), hubiera acontecido (no soy un entontecido) a la inversa o viceversa.

Como dicen en Italia, si llueve, la culpa la tiene el Gobierno; si no llueve, ídem, también es responsable de la sequía. Seguramente, en todos los países ha habido políticos que han rehusado formar parte de esa hilera de muñecos del pimpampum que, mutatis mutandis, uno cabe hallar en los escaños del banco azul o sobre la balda de una caseta de feria.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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