El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

¿Siente Ángel amor puro por Amanda?

¿SIENTE ÁNGEL AMOR PURO POR AMANDA?

¿NO ES LA IMPAR ESPERANZA EL TODO DON?

“Es imposible tener una relación amorosa en la que nunca causes dolor y nadie te lo cause”.

   Sally Rooney, escritora irlandesa, autora de “Gente normal”.

Al dilecto autor de mis días, Ángel/Otramotro, pues fue quien me ideó, diseñó y creó (y a quien como no puedo denominar, en puridad, Dios, he decidido llamar semidiós), el pasado 18 de agosto, miércoles, pasadas las cinco de la tarde, comenzó a dejarle sin sus greñas en la peluquería “Esteban” quien ahora la regenta, su pupila (él, Esteban, fue quien le enseñó, a conciencia, los rudimentos de su actual oficio), Paula. Ella, nada más iniciar el corte, le advirtió de lo que había, que le había salido una calva en la parte occipital izquierda del cogote (ni que hubiera encargado que le hiciera la tonsura a un estrábico estrafalario). La madre de Paula, Teresa, que estuvo atenta, rauda al quite, le comentó, para desdramatizar el momento de dicho hallazgo inesperado, que a otros clientes, que les había acaecido lo propio, sus médicos respectivos les habían referido lo mismo, que una posible causa de la aparición de esas calvas eran los nervios, el estrés. A Ángel le he escuchado aducir que el motivo concreto de su tonsura, desplazada de sitio, sería en todo caso, el “escuatro” o el “escinco”.

Otramotro, como suele acudir a la peluquería “Esteban” cada cinco meses, aproximadamente, ni se había dado cuenta del hecho, en realidad, del deshecho. Esa misma tarde, Ángel se desplazó a su Centro de Salud para solicitar cita con su médico de primera instancia, que estaba de vacaciones; así que, a los dos días, el viernes, le atendió otro, el sustituto, que juzgó conveniente y oportuno que lo visitara, a su vez, un endocrino, a fin de averiguar a qué podía obedecer dicha pérdida de pelo en ese corro de su cuero cabelludo. Paula le manifestó que ya había empezado a crecerle pelo, pero este era completamente blanco, canoso.

Yo estoy convencido, plenamente persuadido, de que el origen de su calva cabe hallarlo en haberse enamorado sin reservas, hasta los tuétanos, de la fémina, de carne y hueso, que está detrás (o delante, según el punto de vista de cada quien) de su amada musa chicharrera Iris, a quien lleva un tiempo ya llamándola en los textos poéticos que le dedica y dirige con el sobrenombre que escogió para ella, Amanda, que significa la que debe ser amada, en latín.

Como Ángel no ha recibido aún un no definitivo, rotundo, de su amada Amanda, él, durante los muchos meses que perdura la pandemia de la covid-19, ha seguido, erre que erre, urdiéndole versos sin parar; y, a pesar de no remitirle ella una sola comunicación en más de medio año, él ha seguido enamorándose (aunque llegó a creer que podía haber muerto) cada día un poco más de ella. Le he escuchado argüir lo que a otros, que el amor es una planta que hay que cuidar y regar a diario con prudencia, para que no se marchite ni se ahogue; y él, me consta, no ha dejado de llevar a cabo ambos menesteres, esmerarse en atenderla y en asperjarla, rociarla o irrigarla.

Como Otramotro, a pesar de que suele contarlo todo, en lo tocante a su Iris/Amanda, es tan circunspecto, parco y reservado, ignoro cuáles son las circunstancias que rodean a su amada. Según aduce él, Iris tendrá sus razones para actuar como lo hace. Ángel alega (en descargo de Amanda) que, si hubiera calzado sus zapatos, igual él se hubiera comportado peor.

A Otramotro le he oído argumentar que el amor que siente por Iris es puro, pero que seguiría siendo de ese jaez, puro, si ella accediera o se aviniera a que él le diera un abrazo, fuera este seguido de un beso, de cien o de mil (como canta y cuenta el célebre poema que Catulo le escribió a Lesbia/Clodia); y, asimismo, si consintiera un completo y detenido recorrido labial/lingual por el entero mapa de su desnuda anatomía, incluyera un cunnilingus o dos.

Ángel sigue con sus rutinas diarias (entre ellas están, por supuesto, cuidar, curar y regar o rociar esa planta que es el amor que siente por Iris), trenzándole una décima o un soneto, aunque esas composiciones sean inútiles, o sea, no sirvan para cautivarla o conquistarla, porque, mientras no le dé ella una calabaza en toda la regla, no se lleve, por parte de ella, un chasco morrocotudo, seguirá hallando en la caja de Pandora, aunque se autoengañe, la esperanza.

Como sostiene la joven autora irlandesa del epígrafe de arriba, Sally Rooney, en una reciente entrevista (en concreto, en la página 36 del número 2.345 de EL PAÍS SEMANAL, del domingo 5 de septiembre de 2021), “difícilmente puede existir una relación profunda, sincera y libre sin algún tipo de conflicto o discrepancia. El dolor forma parte del amor. Bien asumido lo hace crecer. Esa es la naturaleza de la intimidad: contiene vulnerabilidad, implica la posibilidad de que aparezca el dolor. Ese sufrimiento no debería cuestionar el amor. Al revés: nos indica que es más una conquista que una lotería”.

   Emilio González, “Metomentodo”.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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