El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

La contradicción es defecto humano

LA CONTRADICCIÓN ES DEFECTO HUMANO

Está claro, cristalino, que todos los seres humanos, todos (hembras y varones), sin excepción, que conozco (me incluyo, por supuesto, entre los tales) hemos sido, a lo ancho y a lo largo de nuestra existencia, y no una ni dos, sino varias veces, contradictorios. Por esa plural razón de peso, precisamente, el periodista (ora sea o se sienta ella, ora sea o se sienta él) desplazado al lugar donde ocurrieron los hechos, a fin de que este pudiera acopiar o recoger testimonios de lo acontecido allí, tiene que ser cuidadoso, precavido y prudente a la hora de elegir a los candidatos para coronar las previstas entrevistas pertinentes.

De buenas a primeras, el periodista puede darse de bruces con diversos aspirantes: con un testigo fetén, directo, de lo sucedido; con quien, arrogándose un papel que no le corresponde, se haga pasar por quien no fue, quien dice que oyó y vio lo que ni vio ni oyó, porque todo lo supo, a posteriori, de quien se lo contó (¿fue este, a su vez, un testigo presencial?; a nadie le consta, de manera fehaciente, que lo fuera, por tanto,… cautela, suma cautela); o quien, nada más advertir que un micrófono andaba huérfano por los alrededores, cerca de él, dándose pisto, fue a su caza.

Uno, servidor, tiene la impresión refractaria de que esto último es, poco más o menos, lo que pudo ocurrir cuando el pasado domingo 22 de mayo de 2022 se llevó a los ojos y leyó en la página 28 de EL PAÍS un párrafo de la noticia titulada “Las otras vidas del fugado Josu Ternera”, que firmaban, al alimón, A. J. Barca y Ó. L.-Fonseca, el que dice así: “La policía española había comunicado el 14 de julio de 2013 a sus colegas franceses que Urrutikoetxea podía esconderse en Durban-sur-Arize. Un juez francés autorizó la entrada y registro de la vivienda para el día siguiente. ‘Oímos una explosión en la puerta’ recuerda el vecino. ‘Nos sacaron a todos de nuestra casa. Nos apuntaron. Nos pusieron contra la pared. Incluso a mi madre’ recuerda el vecino. Y añade: ‘Luego, los oficiales nos explicaron qué pasaba, quién era Daniel. Yo ya sospechaba que algo debía haber, porque aquí viene a esconderse mucha gente que tiene cuentas pendientes con la justicia, pero nunca me imaginé algo así’”.

Tras leer dos veces lo declarado por el vecino y testigo, me nacen, a bote pronto, dos preguntas: ¿Cabe sospechar sin imaginar lo barruntado? No lo creo. ¿Cabe tener constancia de que a un lugar van a ocultarse muchas personas que tienen cuentas pendientes con la justicia y no imaginarse que algo similar a lo que acabó acaeciendo pudiera pasar? No lo creo, tampoco.

 Adenda

   El mejor escribano un borrón echa.

Si, otrora, de Daniel Puerto aprendí que, en latín, todos los sustantivos cuyo nominativo termina en –um son neutros (“los en –um, sin excepción, del género neutro son”), de Jesús Arteaga asimilé que, en español, todos los vocablos esdrújulos (proparoxítonos) deben tildarse. Árboles y oxígeno, por ende, también. El sábado 21 de mayo de 2022, en la página 4 de EL PAÍS, Andrea Rizzi en su artículo “El bosque se mueve, Macbeth/Putin”, olvidó poner a ambas palabras las respectivas tildes.

El domingo 22 de mayo de 2022, en la página 19 de EL PAÍS, en el artículo que firma Jordi Amat, titulado “Basta ya de tanta tontería”, a su autor se le coló de rondón una en su columna, pues adjudicó la autoría de “La dama boba”, a Calderón, cuando quien escribió la comedia que lleva tal título fue Lope de Vega. Los versos “yo era un tonto, y lo que he visto / me ha hecho dos tontos; no sé / si he de acertar el camino” es una boutade que pronuncia Chato, personaje de “La hija del aire”, de Calderón, casi al final del primer acto o jornada. Los dos primeros versos incompletos le sirvieron a Rafael Alberti para titular uno de sus libros así, “Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos”. Un duende, seguramente, le llevó a su hacedor al equívoco, “La dama duende”, que sí firmó don Pedro Calderón de la Barca.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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