El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Hasta el álbum captó la burla al vuelo

HASTA EL ÁLBUM CAPTÓ LA BURLA AL VUELO

Ayer (a ver ¿quién es el augur guapo, ella o él, que adivina en un santiamén el “pecuerrese”, el porqué, el quid o la razón satisfactoria, quién?; y le sobran unos minutos de su preciado y precioso tiempo para comunicármelo, o sea, hacérmelo saber) soñé que este menda había viajado en tren, un Alvia, a Algaso, y estaba sentado en el sofá, forrado con escay granate, del salón de la casa de la suegra (que lleva treinta años ya viuda) de mi hermano Eladio, que se llama Eleuteria, sí, como “el Lute”, pero en femenino. Me estaba enseñando y explicando o dando pormenores ella de uno de los muchos álbumes de fotos que tiene, más de una docena, de su única hija, Susana, esposa de “Ela”, mi mellizo: Susana, al salir de la iglesia, nada más hacer su Primera Comunión; Susana, a la salida de la catedral, después de que la confirmara el obispo; Susana, posando con el título de Graduado Escolar, el día que le entregaron dicho documento oficial, tras haber superado con éxito la extinta Educación General Básica, EGB, con la nota escrita en letras versales: SOBRESALIENTE; etc.

Como “Ela” se había ofrecido a hacer el café, y no encontraba el bote o tarro correspondiente, que lo contuviera, por ningún lado, tras haberlo buscado a conciencia, de manera infructuosa, por varios estantes del mueble de la cocina, vino desde allí al salón para preguntarle a “Ele” dónde lo había dejado, si, por un casual, se acordaba; aunque, conociendo, como conozco, a mi hermano, que es un coñón de marca mayor, puede que le realizara la cuestión con segundas o terceras intenciones: así que aventuraría que le interrogara más bien sobre dónde lo había escondido, o en qué lugar secreto lo había ocultado (y es que yo, reconozco, no había estado atento, porque me hallaba ensimismado, sí, mirando los extraños pendientes, ¿sendos signos monetarios, de dinero, de peso mexicano o de dólar, ambas eses mayúsculas tachadas?, que llevaba Susana en una foto en la que se le veía con un flemón o un caramelo en la boca).

“Ele”, quitándole misterio a la cosa, le dijo que el café estaba dentro del bote o tarro de cristal, forrado con papel, que llevaba, a media altura, en el exterior una etiqueta (un mero trozo de esparadrapo), donde ella había escrito en letras mayúsculas “AZUCAR”, así, sin la correspondiente tilde, claro. Para ella, las mayúsculas siguen escapándose a la regla o norma general de ser acentuadas oportuna y ortográficamente, como eso ocurría otrora, antaño, in illo tempore. Y él, socarrón (conviene que este vocablo se lea bien, porque no dice la locución malsonante “so cabrón”, aunque mucho se le parezca), zumbón, comentó: “Ya sé dónde puede estar el azúcar. Con información tan exacta, hasta el más espabilado detective pasa de largo del cadáver o se puede perder en el laberinto del tren de la bruja”.

Como “Ele” y “Ela” disfrutan lanzándose recíprocamente pullas, cuando vino Susana del hospital, donde trabaja de enfermera, que no tardó, mientras los tres estábamos tomando una taza de café (el contenido, por supuesto, no el continente, hecho de loza), que, si la materia prima es buena, suele salir exquisito, como el que estábamos degustando entonces, le adujo a su hija, para que “Ela” y yo también la escucháramos, la siguiente indirecta: “Te tenías que haber casado, hija, con el mellizo que sabe escuchar, es simpático e intuitivo, no con el zoquete”.

Como Susana se hallaba, en ese momento preciso, detrás de su madre, vi cómo “Ela” miraba a su cónyuge y ella a él, hubo un mensaje de ida y otro de vuelta, que se transmitieron completamente, y asomó a la comisura de los labios de ambos una sonrisa picarona, y Susana tuvo la desfachatez de, siguiéndole la hebra o el hilo irónico que había abierto su progenitora, apostillar esto: “Me lo estoy pensando, madre, porque Evaristo, el hermano mellizo de mi esposo, aún está soltero. Todavía puedo divorciarme de ‘Ela’ y casarme con él”. Usando la figura de la hipérbole, me dan ganas de urdir y de airear que hasta el álbum captó la burla al vuelo.

   Evaristo Golosinas, “Meteoro”.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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