ME QUEDO CON LA OPCIÓN QUE TÚ DESCARTES
Cuando la parca (en concreto, la moira Átropos, cuyo nombre, en griego clásico, significa, precisamente, sin cambio, “sin vuelta de hoja”, latiguillo o muletilla natural, normal, que le venía, de ordinario, a la boca de uno de mis maestros en el inolvidable seminario menor de Navarrete, Jesús Arteaga Romero) visita, esperada o inesperadamente, a una persona querida por ti, amigo o deudo (puede ser ambos a la vez; no hay que desechar ese raro, pero posible, binomio, dúo o tándem) y le hace su guiño, corte o hachazo fatal, el devenir común proyectado, mero castillo de naipes, se viene abajo en un santiamén en tu consciente, porque, como te consta, tu inconsciente escapa de los límites rigurosos de esa norma, porque resulta que va por libre, a su bola. Si la relación que manteníais era estrecha, te sientes como un calcetín huérfano, desparejado, inútil. Eso es lo que me pasó otrora a mí, hace cuarenta y cuatro años cabales, cuando falleció, debido a un accidente de coche, José Javier, mi hermano mayor, el único mecenas, sensu stricto, que he tenido a lo largo de mi vida, mi primer y último y, por ende, único, también, muso.
Aunque en el mundo real eso no podrá ser, echo mano de las bellas letras para ver si consigo lo que pretendo, coronar o llevar a cabo la mitad deseo, mitad sueño, que abrigo de que seamos, como cabe leer en “Las metamorfosis”, de Ovidio, una mera variante del matrimonio que formaron Baucis y Filemón, y nos convirtamos en el tilo que se halla junto a la encina. Elige, hermano, qué ser; me quedo con la opción que tú descartes.
Hoy, domingo 25 de diciembre, Navidad, que, como todos los años por esta fecha y festividad, conmemoramos el cuadragésimo cuarto aniversario de tu luctuoso deceso, qué paradoja, ¿verdad?, déjame que escriba y te dedique los quince versos que siguen al rótulo que los encabeza:
¿SABES QUÉ ES LO QUE EVIDENCIO?
Mientras solo y en silencio
Trenzo renglones o versos
Apóstatas o conversos,
¿Sabes qué es lo que evidencio?
Lo apodíctico, y sentencio:
Aunque en guerra con el mundo
Estoy, porque sigue inmundo,
Mientras urdo me hallo en paz
Con quien lo cuida, y capaz
De arreglarlo en un segundo.
Sé que en el cielo mi muso,
José Javier, sí, mi hermano,
Que, al alcance de mi mano
El primer verso me puso,
Me sigue llamando iluso.
Ángel Sáez García