El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Todas las religiones son patrañas

TODAS LAS RELIGIONES SON PATRAÑAS

“Uno se cree incapaz de llevar a cabo un desafío, que veía imposible de lograr, inalcanzable, hasta que con empeño se pone a coronar dicho reto, consista este en lo que consista, y, no sin sortear dificultades o superar obstáculos, lo culmina”.

   Emilio González, “Metomentodo”.

(Advertencia al atento y desocupado lector, ella, él o no binario: si usted es un/a creyente acérrimo/a de la religión que sea, le aconsejo con especial encarecimiento que dedique el tiempo que iba a invertir en leer este texto a pasar su vista por otro, pues este escrito puede serle contraproducente, debido a sus más que posibles efectos indeseados secundarios.)

Todas las religiones, todas, sin excepción, son patrañas, mentiras, embelecos. Siento haber sido tan crudo en el arranque de esta urdidura (para algunos, “urdiblanda” para otros), pero me he visto empujado y obligado, por mor de la fetén, a dejarlo escrito así, negro sobre blanco, como ha quedado aquí expresado. ¿Estoy orgulloso de ello? Sí y no; sí, por lo obvio, por haber sido coherente, congruente, consecuente (cuando lo normal es hacer lo opuesto, sin dar explicaciones; lo habitual es decir qué se ha pensado hacer y pasar olímpicamente de realizarlo, yéndose por los cerros de Úbeda, o sea, lo que el vulgo concentra en la aleccionadora locución “prometer, prometer, hasta meter y, una vez metido, nada de lo prometido”), y no, porque me temo que algún avezado lector acertará a ver entre líneas lo que acaso no debiera y puede que, al terminar de pasar su vista por este texto, advierta cuanto este le deje en el alma, una sensación acerba, desagradable, de desamparo y orfandad, sin clavo ardiendo al que poder agarrarse. Así que le pido disculpas por ello, de veras.

¿Alguien, con dos dedos de frente, puede creer, a pies juntillas, en un dios vengativo? No, no lo creo. ¿Alguien, en su sano juicio, puede creer en un dios injusto? Tampoco, de ningún modo. Bueno, pues aún hay por aquí, ahí y allí una legión y otra y otra de cristianos que creen en un dios así, con esos defectos, porque nadie sensato, confío, admitirá que sean virtudes. O eso, al menos, es lo que deseo y espero.

Quien haya leído (o escuchado cómo leían otras personas pasajes de) la Biblia, ese libro de libros, compuesto/s por distintos autores que, supongo, basándose en hechos reales, veraces, al agregarle a los tales, antes, durante y después, otros sucesos inciertos, imaginarios o fantásticos, derivaron o devinieron en ficticios (una sola mancha de tinta ficticia, sea esta del color que sea, tiene la prodigiosa facultad de colorear todo el relato), y eso son hoy, mentiras. Tres cuartos de lo propio viene haciendo servidor, el abajo firmante de estos renglones torcidos, en muchos de sus escritos (ya hayan sido trenzados por este menda en prosa o en verso), que, cimentados o fundamentados en hechos fehacientes, gracias a los aportes apócrifos que les ha suministrado mi mente o factoría creativa, acaban siendo bolas, bulos, en los que cabe hallar una base real y que cuentan una verdad, pero por otros derroteros, distintos de los que ellos anduvieron o recorrieron.

Reconozco, sin ambages, que otrora fui un crédulo a machamartillo, pero, tras ir madurando intelectualmente, de manera paulatina, fui observando en cuantos cuentos me contaban un montón de grietas o rendijas, por las que se colaban de rondón los rayos de la duda y empecé a poner en tela de juicio todo lo que había dado por bueno y veraz (sin haber pasado previamente por todo ello el algodón del método científico), un montón de narraciones o relatos capados (a los que se les había expurgado o hurtado lo que no convenía que apareciera junto con lo oportuno, pues podía estorbar la inteligencia de cuanto había que creer o hacer creer a la grey, según el canon).

¿Puede existir en un cronotopo, en un espacio-tiempo, el que sea, un ser, mero antagonista o contrapunto del creador del mismo? ¿Puede crear Dios, el Ser Supremo y Perfecto, algo que no lo sea, perfecto, el hombre o, aún peor, el demonio (a menos que alguien objete que la causa de la causa ha dejado de ser causa del bien o del mal causado)? ¿No es un contrasentido? ¿Pueden coexistir Dios y Satán en el paraíso? ¿Y en el mismo Cielo? Pues sí, siempre que el demonio sea una mera variante del mismo Dios, un desdoblamiento del tal. Dios puede adoptar numerosos disfraces, e interpretar infinitos papeles o roles. ¿Cómo no va a poder metamorfosearse como Zeus/Júpiter o como Mortadelo? Por decirlo, como lo hizo (ignoro qué motivo o razón le llevó a idearlo) Robert Louis Stevenson, quien pergeñó o se sacó de su inventiva manga el extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (como otro tanto hace servidor con el consciente y el inconsciente, en sus respectivos territorios, la vigilia y el sueño).

¿No resulta inicuo, a todas luces, que un supuesto Dios pueda achacar hasta el fin de los días a la humanidad entera un yerro cometido por nuestros primeros padres, Adán y Eva, en el que incurrieron, efectivamente, solo ellos? ¿No hace falta tener, más que imaginación, fantasía, y poco cacumen para tragarse semejante rueda de molino o añagaza, que Dios creó a Eva de una costilla de Adán?

Si Dios es un Dios como Dios manda, cómo puede crear a un hombre que no pueda procrear (por sí mismo). Supongo que, si hizo a los caracoles hermafroditas, podría haber tenido la misma consideración (¡qué menos!) con quien fue creado por él a su imagen y semejanza. ¡Qué chapuza, Dios mío!, comparable con una ley (presuntamente impecable, feminista) ¿humana?, que perjudica a las mujeres y beneficia a sus violadores; o con los trenes diseñados que no cabrían por los túneles por los que debían transitar (sí, ¡qué chandrío!). En todas casas/partes cuecen habas.

Mi opinión con respecto al Dios cristiano es similar a la que tiene Johnny Carter de los médicos de Camarillo, que cabe leer en “El perseguidor”, de Julio Cortázar: “(…) Algunos eran modestos y no se creían infalibles. Pero hasta el más modesto se sentía seguro. Eso era lo que me crispaba, Bruno, que se sintieran seguros. Seguros de qué, dime un poco, cuando yo, un pobre diablo con más pestes que el demonio debajo de la piel, tenía bastante conciencia para sentir que todo era como una jalea, que todo temblaba alrededor, que no había más que fijarse un poco, sentirse un poco, callarse un poco, para descubrir los agujeros. En la puerta, en la cama: agujeros. En la mano, en el diario, en el tiempo, en el aire: todo lleno de agujeros, todo esponja, todo como un colador colándose a sí mismo… (…)”.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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