El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

De acuerdo está de duchos un enjambre

DE ACUERDO ESTÁ DE DUCHOS UN ENJAMBRE

EL SANTITO NO FUE NINGÚN SANTITO

Confieso que no soy Ireneo Funes, esto es, que no me parezco, ni por asomo, al proverbial personaje literario que salió del magín de Jorge Luis Borges, que sumó a la virtud extravagante de saber siempre la hora exacta, como la que brinda un perfecto reloj suizo en marcha, el don de tener una memoria prodigiosa, divina, como la que gastaba (tanto como no dejaba de gestar) el tal Funes (nombre, asimismo, de un municipio navarro, como narro, sin marrar), que lo recordaba todo (con la localización precisa de tatuajes, piercings y cicatrices) y, de esa guisa, necesitaba una hora para recordar otra pretérita, fuera esta reciente o remota; y quien dice una hora quiere decir, de igual modo, un día, una semana, un mes…

Aunque no soy versado en psicología (no tengo, no, especiales nociones de ese concreto campo del saber), reconozco que, según mi parecer, de lego en la materia, los hacedores de la famosa ventana Johari (Joseph Luft y Harrington Ingham) dieron de lleno en el blanco o centro de la diana cuando dividieron la esfera del conocimiento interpersonal, vista como una ventana, en cuatro cuadrantes, dependiendo de lo que los demás saben y desconocen de mí y lo que yo sé e ignoro de mí, a los que denominaron áreas (libre, ciega, oculta y desconocida).

No obstante, según Rudyard Kipling, Premio Nobel de Literatura de 1907, éxito y fracaso son dos impostores, lo que para mí está claro, cristalino, asimismo, es que unas veces fracasamos por nuestra imprudencia, por nuestra impericia, por nuestra impaciencia, por nuestras prisas, por nuestra soberbia o vanidad, o por cualesquiera otras causas; otras veces naufragamos estrepitosamente por las zancadillas que nos ponen nuestros enemigos o adversarios, por los obstáculos, insalvables o no, que nos colocan nuestros émulos u oponentes, por (no los llamaré hurtos o robos, sino) meros cambios de lugar coronados, para que lo que hoy estaba aquí mañana no esté y no se pueda consultar ni siquiera se puedan hacer fotocopias de dicho (en puridad, no dicho) material.

Achaco a quien quizá haya mejorado y hoy le encaje el vocablo de santito que disponer no pueda todavía servidor de las revistas necesarias para que mi memoria se espabile y la novela que ya tiene rótulo la inicie en un pispás y, más pronto que tarde, la acabe.

De acuerdo está de duchos un enjambre: que se forja el carácter en la infancia. Me limito a afirmar cuanto me consta y obra arriba en el título, en negrita. El santito no fue otrora un santito, pues fue un explorador y explotador. Esto a conjeturar raudo me lleva que no lo siga siendo el tal tampoco, en el día o la fecha en la que estamos, sino en ser solamente un ser humano, con el grueso de vicios y virtudes. Ya se sabe: “Homo sum; humani nihil a me alienum puto” (“Hombre soy, y considero que nada de lo humano me es ajeno”), que dejó escrito en letras de molde Publio Terencio Africano.

Hoy he soñado qué pudo ocurrir. El día que viajé a la capital, el santito marchó a Valladolid. ¿Se llevó en su de piel maletín negro lo que yo deseaba hallar allí? Solo puedo decir que lo he soñado. Lo onírico resulta verosímil; ahora bien, de modo fehaciente, no me consta ningún indicio o prueba.

No puedo aseverar que encontrar quepa una impar profecía en lo soñado, ni tampoco, asimismo, lo contrario; y solo oso airear (odio el prejuicio), aunque premonitorios sueños haya, cuanto en “La vida es sueño” Calderón sentenció, “que los sueños sueños son”.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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