El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Lo escrito escrito está y así perdura

LO ESCRITO ESCRITO ESTÁ Y ASÍ PERDURA

Desde que el mundo es mundo, o sea, inmundo, si ha habido un pensamiento musculoso, robusto, que, a lo largo de los siglos, ha conseguido surfear el tope, el tsunami peor de los habidos, es este, que no puede borrar nadie cuanto se conformó de un indeleble modo, que nadie puede trastrocar ni cambiar el pasado a su albedrío, pues, cuanto acaeció, sí, aconteció, aunque hoy algún entontecido juzgue que no, e intente convencernos de eso. Los diarios y los libros que trataron sobre ese singular hecho pasado, que se intenta alterar, eliminar, están ahí a fin de constatar lo que es irrefutable e irreversible. Cuanto pasó, en verdad, tuvo lugar, aunque haya quien sostenga que los hechos y las directas consecuencias de estos, por de birlibirloque arte o de magia, una amnistía o amnesia colectiva, pueden evaporarse, sublimarse. La guerra de Troya sí se libró, aunque algún dramaturgo francés, en concreto, Jean Giraudoux, se empeñó en aseverar lo contrario u opuesto, que no sucedería, como ideó y sostuvo en la obra que así se titula, precisamente: “La guerre de Troie n’aura pas lieu”, “La guerra de Troya no tendrá lugar” (estrenada en 1935).

El principio de la irrefutabilidad e/o irreversibilidad de lo acontecido o hecho denota, cuando lo abordamos dentro de una colectividad, que cuanto ocurrió puede echarse en saco roto, ignorarse, olvidarse, pasarse por alto o simularse, pero no puede ser abolido sin el consenso requerido, de mancomún. En el ámbito individual, personal, uno puede arrepentirse de un acto, modificando o modulando (aumentando o mitigando) sus efectos y poner los medios para reparar sus consecuencias, pero no puede deshacer ese nudo gordiano, salvo que quien blanda la espada que caiga sobre él, si hacemos caso a la historia (que tiene mucho de leyenda) se llame Alejandro (Magno).

Algunas enfermedades mentales, entre ellas el alzhéimer, han venido a ratificar que la pérdida total de la memoria supone la despersonalización del sujeto que sufre los rigores de ella. Y es que el ser humano es, además de sus ilusiones, proyectos, retos y sueños, su pasado (sus éxitos y sus fracasos; sus placeres y sus dolores); sin él somos un mero mosaico al que le han ido hurtando, paulatinamente, o en un solo robo, sus preciosas y apreciadas teselas.

Muchos de nuestros congéneres, atento y desocupado lector (ora seas o te sientas ella, ora seas o te sientas él, oras seas o te sientas no binario) de estos renglones torcidos, están persuadidos, qué mayúsculo error, de que el político mejor es el que más hábilmente dosifica la verdad, la media verdad (que es la peor de las mentiras) y el embuste; piensan que eso es progresista porque él, el embelecador, el embaucador mayor del reino, así lo asevera, a voz en grito, subido en este, ese o aquel estrado junto al atril, pero lo cierto es que esa añagaza que profiere es aún más reaccionaria que defender la mendaz superstición.

Lo que contribuye a hacer a una sociedad más civilizada, eficaz, justa y solidaria es la transparencia y la veracidad, no el subterfugio, ni la patraña, ni la incoherencia o incongruencia a raudales. Cuantos más engaños logra colar en la opinión pública y publicada quien ostenta el poder político, el Gobierno, menos desarrollo económico, social y cultural se obtiene; y, como corolario de todo ello, mayor explotación se consigue de los ciudadanos incautos.

El propósito de borrar el pasado entraña una falsificación, que no tiene nada que ver con la ficción novelística (esta mentira puede encerrar una profunda verdad; quien haya leído el célebre y clásico ensayo “La verdad de las mentiras”, de Mario Vargas Llosa, sabe de qué urdo), aunque pueda tratar sobre ella, verbigracia, como hizo George Orwell en “1984”. En todo gobierno mendaz cabe identificar una dimensión y una intención totalitarias.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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