MEMORIA HISTÓRICA

La Batalla de Stalingrado: la bestial carnicería que decidió la II Guerra Mundial en Europa

Rusia dejó en la pelea casa por casa 1.200.000 muertos y Alemania 740.000.

Es la ‘Madre de todas las Batallas‘.

El despiadado combate que que decidió la II Guerra Mundial en Europa.

La decisiva batalla de Stalingrado se desarrolló entre el 23 de agosto de 1942 y el 2 de febrero de 1943.

Más, a partir de ese momento, al que se sumó más tarde la batalla de miles de tanques y tropas rusas en Kursk, signó la derrota definitiva de Alemania, que empezó a retroceder hasta quedar apretada en su propio territorio.

La suerte de Hitler quedó sellada. No pudo hacer más maniobras disolventes ni atrapantes.

Su Ejército avizoró la derrota definitiva cuando los Aliados occidentales desembarcaron un año después en Normandía.

Los mandos quedaron mentalmente paralizados.

El último momento donde Alemania ganó algunos méritos fue cuando detuvo por un tiempo a las tropas norteamericanas e inglesas en los bosques de las Ardenas, un duro castigo para la avanzada.

La batalla de Stalingrado costó la vida de dos millones de soldados y civiles más 660.000 heridos y enfermos.

Fueron seis meses sin descanso, donde cada uno de los bandos procuró triturar, no vencer al otro.

Rusia dejó en la pelea casa por casa 1.200.000 muertos y Alemania 740.000.

Al entregar las armas, fueron hechos prisioneros 108.000 germanos y enviados a campos de concentración o a Siberia.

Sólo 6.000 de ese total sobrevivieron y fueron liberados 10 años después.

Algunos de ellos llegaron a convencerse de las «bondades» del comunismo pero, al regresar a sus tierras, se convirtieron en marginados y rechazados.

El jefe alemán de la batalla, Paulus, se radicó en lo que fue la Alemania Comunista, a partir de 1952.

En Stalingrado se utilizaron soldados, brillantes francotiradores, carros de combate, más de 2.000 aviones, artillería pesada, y todo tipo de escaramuzas y artimañas jamás utilizadas.

La tropa vivió esos meses en medio del infierno, en condiciones infrahumanas.

Todo comenzó el 22 de junio de 1941, con la «Operación Barbaroja», cuando Hitler rompió el Pacto de entendimiento y paz dos años antes, firmado por los cancilleres Molotov-Von Ribbentrop, en presencia risueña de Stalin que creía, con ello, ganar tiempo.

Stalin desconfiaba de Inglaterra y Francia y buscó ganar tiempo para preparar a su Ejército absolutamente desmantelado de altos oficiales a partir de la purga de 1936 y 1937.

En esas purgas, asustado por la admiración que se le tenía al Comandante en Jefe M. Tujachevski, lo hizo torturar y fusilar, junto con 10.000 altos mandos. Los que se salvaron fueron enviados a Siberia, castigados.

Con la invasión Hitler utilizó 3 millones de hombres y los lanzó a toda marcha Rusia adentro.

Todo fue tan rápido y repentino (Stalin no hizo caso a los avisos de advertencia de sus espías y del propio Churchill que la irrupción sucedería) que los alemanes capturaron con facilidad a 2 millones y medio de soldados soviéticos mal armados, sin medios de comunicación, carentes de jefaturas, y los mandaron a retaguardia donde la mayoría murió de hambre y frío en los campos de prisioneros.

Hitler confiaba que en pocos meses capturaría en un puño a Rusia, su viejo sueño expansionista que había comenzado apresando a Polonia en 1939 . Incluso creyó cumplir con su deseo cuando llegó a 40 kilómetros de Moscú, arrolladoramente, asesinando a su paso lo que encontraban, quemando aldeas junto con sus habitantes y terminando con la vida de la población judía..

Pero fue detenido con grandes pérdidas humanas en febrero de 1942, ayudados en Moscu por el riguroso invierno. En la defensa de la capital, a cargo de Georgui Zhukov fallecieron 1 millón de hombres. A cambio de ello los nazis cercaron a Leningrado (antes y ahora San Petersburgo), cortándole todas las vías de aprovisionamiento y se apropiaron de ciudades muy importantes en el mapa eslavo.

Como no pudo meterse en el bolsillo a Moscú, Hitler ordenó a su Ejército a apoderarse con rapidez de los campos petrolíferos de la URSS en el Cáucaso, a cualquier precio. Y designó en el más alto cargo de responsabilidad al comandante del VI Ejército, el general Friederich Wilhelm Paulus, hijo de ricos hacendados quien había ingresado al ejército en 1909. Fue Paulus quien, bendecido por Hitler, había diseñado en detalle el operativo de invasión a Rusia a partir de 1939, como Jefe de Planificación.

Existía una ciudad desde la cual se podía detener a los alemanes y esa fue Stalingrado, sitio de grandes fábricas de tractores y cañones, con importante nudo ferroviario y posibilidades de navegación por el río Volga. A Von Paulus lo acompañaban aliados de Berlín: el Ejército Húngaro, el Rumano más tropas italianas, más voluntarios de distintos países, entre ellos los españoles de la División Azul (en un comienzo llegaron a 20.000 bien preparados).

El 16 de junio de 1942 llegó el general Vasili Chuikov para iniciar la protección de la ciudad y presenció que las tropas estaban desmoralizadas. Pidió ayuda inmediata y se la brindó la Aviación. Si los alemanes pasaban triunfantes, Rusia quedaría dividida en dos.

Temeroso de una derrota Stalin prohibió la rendición, cualquiera fueran las razones y ordenó a la antecesora de la KGB que, desde retaguardia, matara a todo soldado que no hiciera frente al fuego enemigo y retrocediera.

En vez de dirigir todas sus fuerzas hacia el sur, hacia el Cáucaso, Hitler se empecinó en concentrarlas frente a Stalingrado y logró que sus fuerzas barrieran con bombas aéreas las fábricas y atenazó a la ciudad. Los primeros tanques alemanes entraron en la ciudad el 1 de septiembre, defendida por 40.000 rusos.

Pero el Kremlin lanzó una contraofensiva y se comenzó a pelear barrio por barrio, casa por casa, cuerpo a cuerpo. Fue Zhúkov , sin embargo, quien otra vez dirigiría la defensa.

Pero los alemanes dispusieron de todo su arsenal, de todos sus equipos y de la acción psicológica por altoparlantes para acabar con la voluntad de lucha de los rusos.

A mediados de septiembre de 1941 los alemanes llegaron al centro de la ciudad y a pocas cuadras del embarcadero. Los rusos contratacaron con cohetería -las famosas Katiushas instaladas sobre camiones de transporte- y en otras zonas de la ciudad quedaron bolsones de resistencia, hambrientos y casi paralizados por la falta de municiones.
En la desesperación los rusos utilizaron brillantes francotiradores que elegían como blanco a oficiales germanos, atacaron y sorprendieron en avances nocturnos y se peleó a bayoneta.

Los jefes soviéticos volvieron a utilizar tropas novatas para atacar frontalmente las posiciones alemanas. Fue una carnicería.

La ciudad olía a descomposición de los centenares de miles de muertos. Una y otra vez los alemanes contraatacaron pero se fueron quedando sin abastecimientos ni balas.

Cuando llegó el duro invierno sólo se combatió durante el día. A la noche se dormía en los sótanos.

Con refuerzos y con 3500 cañones los rusos machacaron sin descanso y con el método del atenazamiento llevaron a la huida en masa de las tropas rumanas y húngaras.

Von Paulus quedó encerrado dentro de Stalingrado con 250.000 hombres y sin suministros por las condiciones climáticas.

El 24 de noviembre de 1942 ya no podían escapar de lo quedaba del centro urbano.

Los soldados alemanes comenzaron a caer por inanición y por congelamiento, sin agua, atacados por las epidemias.

Hitler ordenó no moverse, no ceder.

Paulus, designado Mariscal, admirador de Hitler se dió cuenta que el Führer lo utilizaba como un símbolo de su tozudez y de su maldad.

Hasta le sugirió que se pegara un tiro en la sien.

El 31 de enero de 1943 Paulus se rindió acompañado por 90.000 soldados.

Fue Zhukov quien pidió se lo reconociera la victoria pero Stalin, que ya comenzaba a envidiarlo, le otorgó el triunfo al capital general Vasili Chuikov.

En Alemania se resumió la lucha: «Stalingrad, Mazingrad».

O «Stalingrado, la tumba de todos».

Desde entonces Goebbels puso en marcha los cohetes V1 y V2 que se lanzaron hacia Inglaterra.

Sus científicos no habian podido llegar a tener la bomba atómica, como si la consiguieron los norteamericanos en 1945 y los rusos en 1949.

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