El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (XXXVII)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (XXXVII)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

Desgraciadamente, la alegría (concluyente, definitiva) que te transmití hace unos pocos días se pospone algunas jornadas. A mi progenitora le tienen que hacer una segunda biopsia, porque existe una evidente discrepancia entre los resultados de las pruebas que le han hecho. Lo que dice en su informe la radióloga (tras someter a mi progenitora a la oportuna resonancia magnética) no coincide con lo que aseveraba quien firmó el examen anatomopatológico de la primera biopsia.

Es mi deseo y mi esperanza que todo el problema de salud que está padeciendo últimamente mi señera y señora madre, Iluminada, se vaya arreglando paulatinamente, sin prisa, pero sin pausa. Como sabes, la incertidumbre no ayuda ni mucho, ni poco, ni nada (de nada) a la tranquilidad del ánimo de ninguna persona. El miércoles, 12, tengo que acompañar de nuevo a mi progenitora al anestesista.

Te agradezco sobremanera tus muestras de empatía y simpatía.

Como decían los griegos antiguos, lo escrito escrito está. Ergo, lo hecho hecho está. Mi anhelo es que en ese y en el resto de los asuntos que te incumben te acaezca lo mejor.

A veces uno se propone la difícil tarea de meterse en la piel de otro, de sentir lo que el otro siente o sintió, de argüir tres cuartos de lo que otra persona en cierta ocasión elucubró y adujo. A veces ese esfuerzo no se queda en agua de borrajas o cerrajas, o sea, no deviene ni resulta baldío. Pues el otro, de alguna manera, viene a reconocer, poco más o menos, que uno, Unamuno u Otramotro, acertó de lleno en el blanco o centro de la diana.

Tras leer tus palabras, pareces concluir lo mismo que yo, quiero decir, coincidir con mi parecer: la madre, confidente, terapeuta, a veces, ante nuestros comentarios (confesiones de mesa camilla) se queda como una pasa (más extendida que arrugada).

Grosso modo, era, si no un homenaje (compartido o geminado), palabra mayor, un guiño doble (a mi escoliasta predilecto y a quien lo alumbró).

Pues a mí me han hecho mucha gracia, de veras, algunos puntos (bien traídos, sin duda) de tu escolio. A los susodichos parece que les has sacado punta (y hasta doble; por el principio y por el final), como eso mismo hacen quienes llevan a cabo tal labor con los lápices simples y los de colores.

Otro día urdiré en torno a la grabadora, que viene a ser el envés de la insinuada moneda que porta esa monada que es mi musa, quien, amén de cuidar de la manada, más o menos minada, me inspira, y cuyo haz es la pizarra.

A ratos, el borrado del encerado es voluntario (verbigracia, cuando uno advierte que ha incurrido en un clamoroso error), consciente; a ratos, involuntario, inconsciente.

Te he visto ejercitándote, metido de lleno en harina, con las manos en la masa, en la misma mesa donde suele amasar y amansar mi musa y me ha gustado la presentación, el aroma y el gusto de lo por ti cocinado.

Te agradece la alegría (provisional) quien te saluda, aprecia y abraza

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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