El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (LXXI)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (LXXI)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

No sé (aunque, conociéndote, intuyo que, como me ha acontecido contigo en otras muchas ocasiones, acaso hoy, aquí, ahora, también vagas o extravagas por esa senda que tanto te gusta frecuentar —¡un montón!— de la ironía —a la ida— y/o el oxímoron —a la vuelta—, o viceversa) cómo haces para mezclar, fundir o confundir churras con merinas y quedarte tan ancho o tan pancho. Me explico. Discurres estupendamente cuando haces referencia a inopinados hechos de serendipia o serendipidad (propongo a la RAE esta definición, si algún día acepta el término en su diccionario: “Don, facultad o virtud de hallar cosas valiosas en lugares inesperados por pura casualidad, que no causalidad”) que devinieron logros científicos (verbigarcia, el descubrimiento de la penicilina por sir Alexander Fleming en 1928). Ignoro a qué viene, por tanto, echar mano, a renglón seguido, de quien asó la manteca, que es, según el DRAE, “personaje proverbial que simboliza a la persona que discurre u obra con necedad”. Pretendes provocarme o sacar al lector de quicio, ¿verdad?

Te alabo el gusto por la formulación matemática de tu idea. Pareces seguir al astrónomo danés Tyge Ottesen Brahe, más conocido como “Tycho Brahe”, quien dejó escrito en letras de molde su más conocido pensamiento: “Simplicibus itaque verbis gaudet Mathematica Veritas, cum etiam per se simplex sit Veritatis oratio” (o sea, “la verdad matemática prefiere palabras simples, ya que el lenguaje de la verdad es simple en sí mismo”).

Ciertamente, como urdió Virgilio en una de sus obras, las “Geórgicas”: “Labor omnia vicit (sic) / Improbus” (“Todo lo puede el denodado esfuerzo”).

Si he sabido interpretar lo que has urdido entre líneas (y luego notoriamente), pretendes que me moje, o sea, que dé mi parecer sobre las desgraciadas muertes acaecidas la semana pasada en la frontera de Ceuta. Lo primero que me brota del corazón es lamentar dichas muertes. Y dar sendos aldabonazos en las puertas de las sedes de todos los partidos políticos que son, quiero decir, llamar la atención de las autoridades o responsables políticos que tienen que ver en el asunto (a todas/os las/os que les toca más o menos de lleno) para que procuren que no haya una sola muerte más. Si no se implican las autoridades europeas en el espinoso tema, me temo, los óbitos, irremisiblemente, seguirán. La vida es el mayor bien que tenemos los seres humanos. Esta verdad es irrefutable. Ergo, no podemos jugar con ella. Soy consciente de que vivimos en un Estado de derecho; por lo tanto, los límites están claramente relacionados con las leyes, con cumplirlas y hacerlas cumplir. Lo lógico, en este desagradable asunto, es que el ciudadano europeo/español se ponga en la piel o el lugar de los subsaharianos, que aspiran o desean tener la vida que no tienen en sus lugares de origen, y están dispuestos incluso a perderla, a jugársela. Pero, asimismo, lo lógico y lo normal, que a veces nos olvidamos de esta parte de la ecuación, es que también empaticemos o nos pongamos en la epidermis o el sitio de quienes tienen asignada la labor de guardar y hacer guardar las mencionadas leyes. La solución está en las mentes y las manos de autoridades que sepan conjugar derechos y deberes de unos y otros con sabiduría y sensatez. Sin objeción posible, tengo para mí que la solución del affaire está en implicarse en el caso, en no dejar de hacerle caso un día sí y otro también, desde el orto hasta el ocaso, hasta resolverlo del todo.

Mi autoridad en este caso, como en otros, es el DRAE. Si acudes a él y escribes en la ventana “estado” y pinchas en el encarnado “Artículo enmendado”, el avance que hace el tal para la décima tercera edición, hallarás la entrada “Estado de derecho” (sic), con la siguiente acepción: “1. m. Estado democrático en el que los poderes públicos íntegramente se someten a las leyes y reconocen las garantías constitucionales”.

Sólo falta la despedida habitual. Hela aquí, al lado, a la he. Espera haberte contestado a todo quien te saluda, aprecia y abraza,

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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