El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

¿Fue el vermú de la entrega de los Óscar?

¿FUE EL VERMÚ DE LA ENTREGA DE LOS ÓSCAR?

—Eladio, ¿qué ocurrió el viernes pasado?

—Resumiendo mucho, que más de un contertulio acudió a la cita semanal, a la última tertulia del casino “La Fuerza”, de Algaso, con ganas de polémica y aun de gresca. Lo cierto es que llevábamos una mala racha, con una postrera tanda de sesiones sin chispa, planas, pacíficas, que resultaron soporíferas, de un muermo transversal, inusual, generalizado. Así que igual nos vino bien el aguijonazo. Ya conoces mi manía, propensión o tendencia a columbrar (no a columpiar, como se empeña en enmendarme, una y otra vez, el corrector incorporado al tratamiento de textos de este ordenador) la parte positiva que cabe advertir en todo lo negativo. Incluso yo, asiduo cronista de las tales, lo reconozco, sin ambages, me vi afectado, contagiado, por el aburrido aire que surcaba y se respiraba en el ambiente, indolente, sin disposición de apuntar en mi cuaderno de notas nada de nada.

—¿Qué llevó a que los ánimos de los tertulianos se soliviantaran?

—Entre algunos de ellos hubo varios cruces de palabras gruesas. En esta ocasión, al provocador proverbial, habitual, contumaz, le siguieron el rastro o la estela otros, y casi se arma la marimorena o el belén. Por suerte, no llegó la sangre al río. Más de un intento hubo de trasladar la guerra que se está librando actualmente, además de en otros muchos lugares del orbe, en Ucrania, a estos lares, a estas latitudes del norte peninsular, pero, al final, todo quedó en lo que tenía que quedar, en un mero bla, bla, bla, en voces guerreras, no lo niego, no, pero sin filo ni punta cortante, en agua de borrajas o cerrajas.

—Al menos, no sucedió lo de la entrega de los premios Óscar.

—No, aquí no hubo sopapos físicos, aunque habría que preguntarles a los tertulianos por sus respectivas almas, por si estas se sintieron maltratadas, vilipendiadas, zaheridas. Acaso de la tal fue el antecedente.

—¿Quién fungió de bombero y puso paz?

—Ayudó, sin duda, a serenar los ánimos, exaltados, el argumento, que no halló esta vez su par refutador, de quien lo elaboró mentalmente y lo profirió de esta guisa: “Como más de un presente sabe, no he rehusado en mi existencia una sola polémica verbal, porque disfruto a tope, de lo lindo, con el debate de ideas, incluso cuando no salgo airoso o ganador del aprieto o brete que supone todo tal, pero, como no embridemos este, barrunto que se nos puede ir de las manos, pues el tren que semeja lleva camino de salirse de los raíles de la vía por la que circula y causar más de un destrozo. Yo estoy totalmente en contra de que un grupo de amigos, aun siendo estos opuestos en asuntos ideológicos y políticos o discrepantes entre sí, pero, insisto e itero, amigos, se exponga a correr un riesgo inútil, innecesario y cruento, por culpa de unas palabras mal elegidas y peor dichas”.

—Para ti, ¿quién o qué fue el detonante?

—Sin duda, que el hijo de Ulpiano le preguntara al hijo de Nemesio por qué a su padre lo llamaban “Demesio” y este no se molestaba. “Por la misma razón que al tuyo lo nombran ‘Lupiano’ y a tu madre Felipa, ‘Celipa’, e ídem. Hasta tu propio padre la llama así. Que yo he escuchado cómo hacía tal cosa más de una vez, y esto no se puede negar sin cometer embeleco”, le contestó este. Y siguió razonando así: “Por incultura; y por el falso y destructor criterio educativo, que se sacó un ‘genio’ del caletre o de la manga y otro lo aplicó, de igualar por abajo, o sea, por no hacer nada por barrerla, borrarla, eliminarla de cuajo. Lo mismo que la bondad es hija y nieta de las buenas obras, de la costumbre de coronar buenos ejemplos, comportamientos o actitudes, la cultura es hija y nieta del hábito de leer, de los provechosos estudios o aprendizajes. Aquí, en la muy noble y muy leal ciudad de Algaso, todo el mundo llamaba Gregorio a quien se llamaba en realidad, según atestiguaban sus partidas de nacimiento y bautismo y su esquela mortuoria, Gervasio (al parecer, Gregorio había sido el hijo primogénito de la familia, que murió a los pocos días de nacer, pero su madre jamás se olvidó de él; acaso sí lo hizo del segundo, de Gervasio); así que la gente se armó un lío morrocotudo, de padre y muy señor mío, cuando acudió a uno de los dos tanatorios de la villa a darle el pésame a uno de los presentes, yerno del difunto, QEPD, RIP, y estaba el cadáver del susodicho en el otro. La vida tiene estas salidas de pie de banco, sí, como la presente (entonces, cuando ocurrió): en el momento determinante, decisivo, de que un hecho debe darnos pena, por un giro inesperado de los acontecimientos, viene a ser y parecernos divertido y hasta hilarante”.

—Gracias, por la primicia de la crónica.

—A ti, por ayudarme a componerla.

   Eladio Golosinas, “Metaplasmo”.

   Ángel Sáez García

   [email protected]

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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