El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Ruego a las/os de la clac de Pedro Sánchez

RUEGO A LAS/OS DE LA CLAC DE PEDRO SÁNCHEZ

QUE LE DIGAN QUE ESTÁ HACIENDO EL RIDÍCULO

Hace muchos años, cuando este menda fungía de “trainer”, de entrenador (les enseñaba a las/os recién contratadas/os por la empresa los rudimentos de las diversas tareas que tenían que llevar a cabo o culminar, de la mejor manera posible, en cada uno de los puestos de trabajo que podían desempeñar u ocupar en la unidad, el establecimiento), en un local en el que se expendía comida rápida (y es que, como a uno nunca se le cayeron los anillos, tuvo que realizar o ejercer diversas funciones en distintos trabajos; mi piadoso progenitor Eusebio era habitual que iterara, de modo sentencioso, esa paremia que airea que “hombre de muchos oficios, pobre seguro”, como él había tenido oportunidad de constatar en sus propias carnes), solía comentarles a los novatos (ellas y ellos), sobre todo, a los que se iniciaban en la línea de cajas, que, cuando atendieran a una persona mayor, se imaginaran o se hicieran a la idea de que estaban despachando a su padre, a su madre o a su tía/o más querida/o; y eso evitaría que se enfadaran, molestaran o sulfurasen con ellos, sus clientes más dilectos, los predilectos, por sus asiduos, desconcertantes y repentinos cambios de criterio, que retrasaban su trabajo y el de sus compañeros, que estaban detrás, atentos al canto de sus pedidos. Varios de ellos me felicitaron y dieron las gracias, porque esta añagaza, estratagema o subterfugio les había permitido salir airosos de varios aprietos o bretes.

En esta vida es muy difícil tener la suerte de cara, y que todo te salga a pedir de boca, aun sin solicitarlo, o sea, ser, prácticamente, Dios; es decir, conocer todo lo ocurrido; y, si no todo, exactamente todo, lo precipuo o principal, porque todos (excepto la persona con la que has quedado para departir o dialogar, sobre lo que acaeció durante la pasada noche) los testigos presenciales y los actores del hecho te han confesado con detalles o pormenores, pelos y hasta señales, tatuajes, verbigracia, sin tener ni siquiera que preguntar, esto es, por propia iniciativa de ellos, lo que tú ni viste ni oíste, pero sucedió tal cual.

En esa especial ocasión, servidor había pedido al barman de la barra dos cortados para tomarlos no allí, sino en una especie de terraza interior del bar “El gran Gatsby”, mientras le dábamos a gusto a la sin hueso o mui, sentados alrededor de una de sus mesas de madera y hierro. Nada más escucharle mencionar o proferir la primera mentira a mi invitada y tertuliana, hice lo correcto, advertirle de que, si oía emitir o salir por su boca un solo embeleco más, adoptaría o tomaría, sin remilgos, la decisión oportuna, marcharme a mi casa y dejarla a ella allí, mascullando sus falsedades.

Se tomó en serio mis palabras, porque, durante las dos horas y media que permanecimos ocupando aquella mesa, de cháchara, no me mintió. Doy fe de que no lo hizo. Pero, como la cabra siempre tira al monte, es decir, como el carácter de cada quien le lleva al sujeto en cuestión a volver una y mil veces por sus fueros, por donde solía, la no mencionada mendaz siguió, erre que erre, elaborando mentalmente o pergeñando sus engaños y profiriéndolos o refiriéndolos. Hasta que me cansé y dije “basta, hasta aquí hemos llegado”; y la relación se fue al garete, se terminó. Sanseacabó. A cuanto carezca de futuro y se vea, a las claras, de lejos, que va a ir al traste, al desastre, cuanto antes le pongas remedio o fin, mejor para ti.

Reconozco que varias veces, cuando he criticado o cuestionado determinadas actitudes o conductas ajenas, no me he puesto siempre en el lugar y/o la piel de la persona censurada u objetada por mí. O sea, que se me ha llenado la boca, cuando he mencionado la voz “empatía”, pero luego el comportamiento coherente, consecuente, esperado, no lo he coronado.

Acabo de releer la tribuna titulada “La normalidad de lo inaceptable”, que vio la luz en la página 13 del prestigioso diario EL PAÍS del sábado 24 de junio de 2023, y llevaba la firma de su hacedor, Antonio Muñoz Molina (AMM), a quien considero un guía literario, un maestro en la materia. Pero, cada vez que escribo ese vocablo, “maestro”, que no es una fusión de “mi estro”, pero casi, y, por ende, podría valer como explicación sui géneris, me viene a la mente la frase que leí otrora, hace un montón de años, cuando me llevé a los ojos el prólogo de “Ecce Homo”, que escribió el propio autor de la susodicha obra, Friedrich Nietzsche: “Recompensa mal a su maestro quien quiere seguir siendo siempre su discípulo”.

Bueno, pues, tomando a “ese político de ultraderecha valenciano que fue condenado hace veinte años por un delito de acoso” por mi padre, adoptándolo a la inversa, o al revés, yo a él, con guasa, ironía y/o retranca de la buena, me brota preguntarle a AMM, entre burlas y veras: habiendo pagado mi progenitor por lo que hizo, hace cuatro lustros (está claro, cristalino, que, como airea el tango “Volver”, al que puso letra Alfredo Le Pera y voz Carlos Gardel, “veinte años no es nada”), sin haber añadido a ese delito otro (del mismo u otro jaez), ¿qué hacemos con mi padre, reeducado, visto lo visto, y con el espíritu de la Constitución Española de 1978, en lo tocante al fin orientado que tendrán las penas privativas de libertad? ¿Los condenamos a ambos a la hoguera?

Yo llamé muchas veces a la fémina que me engañó y no nombraré falaz, mendaz, que no son insultos, no, sino meras maneras de describir su proceder normal (de entonces; confío, deseo y espero que haya mudado de comportamiento; y no miento al escribirlo, de verdad). A mi cabal progenitor le conté solo uno de sus embelecos, el último que le pillé, y él dio en llamarla “la Prejanera”, sin ser originaria u oriunda de Préjano (la Rioja). Y aquí, por supuesto, no interpreto al defensor de mi padre adoptivo, sino del real, el veraz.

Ignoro qué hizo la expareja de mi padre adoptivo para que salieran por su boca esa colección de sapos y culebras: “Ladrona, secuestradora de niños, dueña de calabozo, puta, te voy a estar jodiendo (por otros medios, que no tienen nada que ver con los que suelen acaecer allí donde radican los bajos instintos, claro) toda tu vida hasta que te mueras”. Es evidente que uno, cabreado, puede soltar por su mui barbaridades a tutiplén. Como, por regla general (ya sé que generalizar lleva aparejada injusticia; es una forma de hablar, sin intención de sentar cátedra), las féminas son más inteligentes que los varones, me da en la nariz, una vez que este menda ha conocido el percal, pero eso es solo un indicio, sin prueba documental que lo confirme, que santa no fue.

Y esto va en serio. Abundo o coincido con Antonio Muñoz Molina en que “soy tan consciente como cualquiera de las múltiples deficiencias y los errores de este Gobierno; creo que también de sus aciertos”. Así que pido encarecidamente al presidente del Ejecutivo que ponga fin, de una vez, a esas entrevistas a sus ministros en Ferraz y se dedique a gobernar para que les vaya mejor a los españoles. Y que deje de mentir (lo hace, a sabiendas, aunque lo niegue; exceptuando el caso excepcional de Ireneo Funes, personaje proverbial de Jorge Luis Borges, ni siquiera una excelente memoria sirve para salir airoso de ese comprometido aprieto; y es que “ser sincero no es decir todo lo que se piensa, sino no decir nunca lo contrario de lo que se piensa”, según arguyó, dando de lleno en el blanco o centro de la diana, André Maurois). ¿No tiene Pedro Sánchez ningún amigo del alma que le diga las verdades del barquero y le abra los ojos a la realidad? Ruego a las/os de la clac o claque que aplaude a Sánchez que le digan que está haciendo el ridículo. ¡Cómo puede pensar que le da votos! ¿No ve que munición da así al PP?

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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