LA VERDAD URDO, ERNESTO; ME VA EL LODO
—¿Te sigue avergonzando, Isabel, todo?
—Ningún pudor me da, aun llevando luto,
Narrar que cuanto no gocé disfruto
Ahora que estoy viuda; y ¡de qué modo!
La verdad urdo, Ernesto; me va el lodo.
Pasó aquel bicho raro en un minuto
A encontrar el excelso sustituto.
Hago cuanto me agrada; rapo o podo
Mi pendejo, que a ti tanto ponía
Oler, porque su aroma recordaba
El de tu pubertad, la peonía
Rojiza que tu rostro arrebolaba.
Dueña de mi relato, ¿te denuesto?
¿O aún te importa a ti con quién me acuesto?
Ángel Sáez García