¿DE QUÉ ASUNTO TRATÓ EL POSTRERO DIÁLOGO
QUE TUVE EN EL JARDÍN CON FRAY EJEMPLO?
—¿Qué tal tienes el tarro de tus dones?
—Depende de si es sabio/sandio quien pregunta.
—¿De Sócrates te sientes heredero?
—De su mayéutica me veo un vástago.
Aunque algún atento y desocupado lector, ora sea o se sienta ella, él o no binario, de las sendas preguntas y respuestas que anteceden no me crea, cuatro versos endecasílabos sueltos, de esa guisa comenzó la última conversación que mantuve el pasado martes con fray Ejemplo, en el jardín del cenobio recoleto de Algaso. Y prosiguió, poco más o menos, así:
—¿De qué sirve salir de casa a pasear si no se está alerta, con ojo avizor y oído presto, a cuanto se ve y escucha en el bulevar, las calles, las glorietas o por donde se deambule en solitario, dejando a un lado la proverbial recomendación médica de que quien menea las piernas mueve el corazón?
—Si esa cuestión no me la hubiera formulado quien me la ha planteado, usted, cuyo primer apellido es Arteaga (y arte diverso, melómano y lírico, al menos, creó; no me cabe la menor duda), me hubiera apresurado a contestar al instante, pero, llevando, además, la gracia de pila que porta, Eusebio, eso me ha exigido un minuto de reflexión, porque está claro, cristalino, que se le puede sacar el máximo partido o provecho a cuanto fluye por tu mente, ese monólogo o soliloquio de tu conciencia, que puede ser tanto o más enriquecedor y prolífico que cuanto puedas ver y oír mientras caminas.
—Está bien colegido y/o columbrado.
—Nada anormal; lo conozco hace mucho tiempo y sé que sus preguntas no son baladíes.
—Todas intentan tener enjundia, importancia e interés.
—Me ha escuchado alegar o proferir varias veces, fray Ejemplo, lo que he repetido ante otros hablantes o tertulianos hasta la saciedad, que todo aquello que nos ocurre o que les pasó a cuantos nos narraron los sucesos que les acaecieron a ellos o fueron testigos presenciales de esos lances ajenos nos puede servir para nuestro quehacer literario. El domingo pasado, sin ir más lejos, 14 de septiembre de 2025, si me deja consultar mi cuaderno de notas, le reproduciré con fidelidad qué le adujo el cineasta, director y guionista barcelonés Cesc Gay al periodista Gregorio Belinchón en una interviú que le hizo y apareció publicada en la página 48 de EL PAÍS de dicha jornada: “La ficción es dar capas a cosas que algunas personas viven en la realidad. Escuchas, ves y desde ahí vas construyendo otra cosa. Mientes. Bueno, creas una mentira, que sirve de basa para la ficción”.
—Así es, siempre que llamemos “capas” a esos nuevos matices, retazos o retoques creíbles, verosímiles, que son útiles para la historia que queremos contar, que, por lo general, suman más que le restan a tu relato.
—Si le apetece, le puedo leer otra nota que tomé ese día, pero, en esta ocasión, leyendo la revista o el suplemento de dicho diario, EL PAÍS SEMANAL (EPS), en concreto, el último palo de ciego, por el momento, de mi admirado y querido quinto Javier Cercas, que podría encajar aquí, como anillo en el dedo anular, o sea, de modo pintiparado, si esta fuera la postrimera conversación que este menda hubiera mantenido con usted, que, por supuesto, no deseo, de ninguna de las maneras, que lo sea, y que tiene que ver con una misiva, fechada el 22 de octubre de 1950, que Seepersad Naipaul, padre del Premio Nobel de Literatura de 2001 Vidiadhar Surajprasad Naipaul, que había heredado también las inquietudes literarias que atesoraba su progenitor, le escribió y remitió a su hijo, mientras este estudiaba en Oxford, puesto que en ella aparecen unas líneas donde puede que descanse, esté o estribe una clave.
—Procede, Otramotro, para ver si abundo contigo o discrepo parcial o enteramente de tu parecer.
—En la página 6 de EPS de dicha jornada, correspondiente al número 2555, en su palo de ciego, titulado “La poesía en Gaza”, olvidando, acaso por impertinente, lo proferido con sensatez por Theodor W. Adorno, que, tras Auschwitz resulta bárbaro escribir poesía, subrayé estos renglones de Cercas: “En octubre de 1950, mientras se preparaba para ser uno de los mayores escritores de su tiempo, V. S. Naipaul recibió una carta donde su padre le decía: ‘¿A qué crees que se reduce la literatura? A escribir con las tripas, no con la cabeza. La mayoría escribe con la cabeza. Si el delincuente semianalfabeto escribe normalmente una larga carta a su novia, será como la mayoría de las cartas de semejantes personas. Si el delincuente escribe la carta justo antes de ser ejecutado, será literatura’”.
—Gracias, por recordarme, sin querer queriendo, a tu dilecto “chavo del Ocho/8”, porque, en esta oportunidad, ha venido acompañado por un canto de alabanza a Consuelo Suncín, esposa de Antoine de Saint-Exupéry, que aparece implícito en su inolvidable “El principito”, cuando el protagonista les dice a las rosas: “—Sois bellas, pero estáis vacías —les dijo todavía—. No se puede morir por vosotras. Sin duda que un transeúnte común creerá que mi rosa se os parece. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que es ella la rosa a quien he regado. Puesto que es ella la rosa a quien puse bajo un globo. Puesto que es ella la rosa a quien abrigué con el biombo. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres que se hicieron mariposas). Puesto que es ella la rosa a quien escuché quejarse, o alabarse, o aun, algunas veces, callarse. Puesto que ella es mi rosa”.
Ángel Sáez García