No sólo la Policía informó a la Delegación del Gobierno que buena parte de las decenas de rapados que se dirigían a la mamarrachada del barrio de Chueca el pasado 18 de septiembre de 2021 eran nazis, sino que las Fuerzas de Seguridad comunicaron de inmediato las consignas y cánticos que lanzaron nada más comenzar la concentración, al verse increpados por los gays de los balcones.
Y la socialista Mercedes González, delegada del Gobierno en Madrid, no dio orden de disolver la marcha.
No porque fuera complicado o entrañará riesgos, porque había más agentes de policía que manifestantes, sino porque había recibido orden de no hacerlo, porque a sus superiores Marlaska y Sánchez les convenía el espectáculo para tapar la vergüenza de haber permitido y alentado a esa hora y en el País Vasco 51 actos de odio en homenaje del asesino Henri Parot.
Interesaba al Gobierno Sánchez, socio de proetarras y golpistas y todavía tumefacto tras la pifia del bulo del culo, que se escucharan en el corazón de Madrid gritos homófobos, para intentar tiznar a VOX y a ser posible también al PP.
Que Santiago Abascal tildase de ‘locos’, ‘fanáticos’ y no representantes de España a los de la mamarrachada de Chueca, les ha pinchado el globo, pero ahí siguen el PSOE, Podemos y sus numerosos subalternos periodísticos, ensuciando el terreno.
Sánchez y sus socios han intentado utilizar a un grupo de descerebrados como instrumento político y, otra vez, han salido sido trasquilados.