El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (XIII)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (XIII)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

En el supuesto de que don Roberto Jiménez Alli, secretario general del PSN, me hubiera pedido alguna explicación a “está claro que no fue un atraco a mano armada, pero no que no lo fuera a mano alargada o alzada”, la única expresión que yo consideré refutable en la carta abierta que le dirigí, ideé con antelación esta respuesta:

“Le ruego, con especial encarecimiento, que ponga a prueba estas dos extrañas encuestas o sondeos que le propongo. Si las/os lleva a cabo, ya me dirá cuáles han sido los resultados que han arrojado las/os mismas/os.

“Primera prueba. Pregunte, entre personas que conozca y le conozcan a usted de toda la vida, qué opinión (man-sos)tienen sobre el asunto en cuestión, el cobro de tres dietas en un solo día sin asistir a ninguna de las tres reuniones habidas, tres. Hágales saber que no pueden articular palabra, sino responder mediante ademanes y/o gestos. Unas/os, más del 40%, seguramente, le contestarán abriendo la mano y cerrando los dedos de la misma mediante un movimiento en espiral, obteniendo o logrando un puño. A nadie, como a don José Mourinho, actual entrenador del Real Madrid, le he visto llevar a cabo este gesto con más gracia. Otras/os, cerca del 30%, levantarán los dos brazos como si hubieran escuchado las siguientes palabras amenazantes: “¡manos arriba; esto es un atraco!”. No faltarán quienes acaso ronden el 20% y simulen la postura del egipcio, esto es, alarguen la mano por la espalda en espera de que alguien deposite un fajo de billetes o un sobre que lo/s contenga.

“Segunda prueba. Tras advertirles a las mismas personas que deben alzar la mano, si están de acuerdo, o quedarse quietas/os, si discrepan, pregúnteles si el asunto en cuestión les parece una vileza en toda la regla. La inmensa mayoría, el noventa por ciento, levantará la mano.

“Si, como le he recomendado encarecidamente, ha consumado las susodichas pruebas, no se extrañe de que le haya adelantado los sendos resultados de ambas, porque le juro que no sé cómo funciona la bola de cristal y certifico que no soy un adivino. Sencillamente, me he encargado de coronar dichas tareas, encuestas o sondeos, con antelación. Y esos fueron, precisamente, los resultados que logré u obtuve”.

Como respuesta a tus tres últimos escolios (reconozco, sin ambages, que fui excesivamente escueto y conciso en el último, en el que precedió a este), permíteme el siguiente ejercicio literario. Procuraré hacer en apenas dos párrafos tu retrato moral o psicológico.

Te hace feliz hacer felices a las/os demás, que se pongan contentas/os, que no paren de sonreír ni de reír (me consta que eres un fiel seguidor de William Makepeace Thackeray desde que leíste una de sus más famosas frases, en concreto, la que dice que “una sonrisa es un rayo de luz en el rostro”). Y, si es a mandíbula batiente, mejor que mejor. Poco te importa que tu público lo formen niños o conformen adultos (que no son otra cosa que niños, grandes, pero, en definitiva, niños). Puedes incurrir en el undécimo mandamiento, o sea, molestar, a quien/es quieras o te dé la santa gana, porque, si se molesta/n, suya/s y de nadie más será/n la/s obligación/es de dejar de estar molesta/s o molesto/s. Ser mi humorista predilecto no solo es tu oficio, sino tu vocación y hasta tu pasión, como colegiste fácilmente tras ver, escuchar y disfrutar la cinta “El secreto de sus ojos”, de Juan José Campanella, que se hizo digna merecedora del Oscar a la mejor película extranjera en 2010.

Haz todo lo posible por llegar a ser en acto quien eres en potencia. Con otras palabras, haz el esfuerzo de seguir la imperativa recomendación de Píndaro, “atrévete a llegar a ser quien eres”, que, en leve variante, “cómo se llega a ser lo que se es”, colocó Friedrich Nietzsche como subtítulo a su obra “Ecce Homo”, relato sobre su experiencia formativa, que fue, precisamente, la que le condujo a ser considerado por los expertos en su obra o producción hasta entonces lo que, cuando acabó de escribir el citado libro, ya era, un creador, un artista. Aspira a ser ese ser único que te permite ser quien realmente eres… ¡El único ser que hace que te sientas auténticamente libre, plenamente vivo!

Tras releer lo trenzado, dudo si me ha salido tu etopeya o, como soy tan poliédrico o versátil, no he hecho sino mostrar otra de mis facetas, o coronar otro, uno más, de mis autorretratos.

Celebro sobremanera (es mi deseo y esperanza que colijas lo que viene al caso, a cuento, quiero decir, que conviene, cuadra y/o encaja, o sea, que no utilizo el susodicho adverbio por molestar, sino por esta razón de peso, que apenas he apuntado, sí, de acuerdo: cuando su aparición o uso se impone, velis nolis, se impone) que la etopeya te haya agradado. Y, de igual forma, que te hayas visto reflejado “un poco-bastante” en su espejo.

Todos los seres humanos acarreamos o llevamos, al menos, un actor, más o menos frustrado, con nosotros. (Ur)diré más; excepcionalmente, nosotros, tú y yo, portamos, si no marro en el diagnóstico, que me parece que no, una compañía entera. Llegué a esta conclusión tras leer la atinada crítica que hizo François-Marie Arouet, “Voltaire”, de la más digna de recordación obra de Cervantes: “Yo, como don Quijote, me invento pasiones para ejercitarme”.

Te saluda quien te aprecia y abraza,

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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