El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Completa colección de incoherencias

COMPLETA COLECCIÓN DE INCOHERENCIAS

Haya o no hemeroteca donde viva usted, atento y desocupado lector (sea ella o él), le propongo, siempre que no tenga cosa mejor que coronar, esta tarea intelectual, porque puede resultarle, amén de divertida, aleccionadora, enriquecedora; que se haga con todos los diarios que pueda, esto es, consiga los periódicos (cuanta más variedad haya de los tales mejor) de la última semana y señale con un rotulador o bolígrafo rojo las evidentes incongruencias o contradicciones que, según usted, han cometido los políticos españoles. Le aseguro y auguro que la colección que conseguirá conformar con las mentadas (si pone muchas ganas, es decir, todo su empeño en ello) será, más que variada, completísima. He decidido no ponerle como muestra ningún botón, para no influenciarle, para que no empiece la citada labor acarreando un prejuicio ajeno (de los propios, si los portea, usted sabrá, porque el único responsable de cepillárselos es y será usted).

En lo concerniente o tocante a otro asunto, a la moción de censura (que, sin ambages, reconozco que pensé que no iba a salir; ergo, entonaré mi mea culpa —locución latina que, por cierto, nada tiene que ver con miccionar imputaciones, nada), he de urdir que no es mi propósito hacer leña del árbol caído, de veras, sino extraer enseñanzas para la vida, o sea, aprender de las actitudes llevadas a cabo por los demás y de los comportamientos culminados por este menda, de los yerros cometidos por otros y/o por servidor, para escarmentar en cabeza ajena o propia. Si yo hubiera sido diputado del PP, hubiera estado molesto con mi jefe de filas, Rajoy, por esto, por haberme sentido desamparado por él, durante la tarde del jueves y la mañana del viernes. Un guía o líder debe estar a las duras y a las maduras y dar buenos ejemplos, no impartir malos modales. Si hubiera sido diputado del PSOE, hubiera estado en la gloria. Al oponente (prefiero este vocablo a enemigo) político hay que franquearle las puertas para que se ausente, porque Rajoy no daba miedo, no, pero era un excelente parlamentario y mejor que no estuviera a que sí y aprovechara su presencia para señalarnos nuestras contradicciones y dejarnos ante los demás en feo (aunque ahora que releo lo trenzado, antes de darlo por bueno, acaso haya una parte de mí que vea bien la existencia de ese auténtico amigo que, al modo del esclavo fiel que solía acompañar al general romano que regresaba con sus legiones victorioso a la Ciudad Eterna, nos diga lo que le decía el tal al susodicho para que no se endiosara: “recuerda que solo eres un hombre”), por supuesto.

En la hipotética lucha de egos entre Sánchez y Rajoy, Pedro ha salido airoso y triunfante. Ha sido más generoso que Rajoy, que ha devenido más egoísta. Mariano no ha estado a la altura de las circunstancias. Llegué a pensar que su proceder, alargando la sobremesa en el restaurante Arahy ocho horas, dejando su escaño vacío (bueno, ocupado por el bolso de Soraya Sáenz de Santamaría), rayaba el de ese niño mal criado, al que, como nadie le pasaba el balón, de su propiedad, decidió llevárselo a casa y acabar el partido. Como a él le gustan tanto los deportes, acaso pueda encontrar emulación y/o inspiración en la modélica renuncia de Zinedine Zidane.

Rajoy se equivocó gravemente al no seguir el consejo o la recomendación que le formuló Sánchez, y no una ni dos, sino varias veces, desde la tribuna del Congreso en las distintas intervenciones que tuvo: “Dimita, señor Rajoy, y esta moción de censura habrá acabado aquí y ahora”. Mañana, pasado o al otro, cuando medite o reflexione al respecto de lo que hizo (en sentido estricto, de lo que debería haber hecho, pero dejó de hacer) llegará a esta conclusión, seguramente. Al no renunciar al cargo de presidente de Gobierno, le puso la alfombra roja a Sánchez y la presidencia del Ejecutivo a huevo, al alcance de su mano. Si hubiera dimitido, el rey hubiera tenido que abrir una ronda de consultas entre los portavoces de los distintos grupos parlamentarios para proponer un candidato a la investidura. Y el candidato, Sánchez, tal vez, tendría que haber presentado un proyecto de Gobierno, cosa que no hizo el jueves, porque el artículo 113 de la Constitución Española de 1978, en verdad, no lo exige.

A Sánchez me apetece contarle lo que hace muchos años, estando de vacaciones en Cabretón (La Rioja), en concreto, en el huerto de mi abuelo materno, Leocadio, “el Tapia” (a quien se referían a él con dicho mote no porque estuviera sordo como una tal, sino porque, siendo un niño de corta edad, cogió con sus manos un caracol que tenía una tela o tapa y cometió una epéntesis indebida, pues adujo que poseía “tapia”), echándole una mano a lo que fuera (poco podía hacer él y poco le podía ayudar servidor, porque él rondaba los setenta años y yo no había cumplido aún los diez), le escuché decir que en esta vida solo eran gratis la aluda (hormiga alada), que se colocaba en la costilla o cepo para cazar pajarillos (práctica otrora prohibida, como ahora), y el trozo de queso, que se ponía en la trampa para cazar ratones (práctica que, tanto antaño como hogaño, sigue estando permitida, si no marro).

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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