El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Sigue a Juan de Mairena, mi modelo

SIGUE A JUAN DE MAIRENA, MI MODELO

Hoy voy a meter la pata hasta el mismísimo corvejón, porque he resuelto llevar a cabo algo que mi creador, Otramotro, me recomendó encarecidamente que no culminara nunca. Pero como tengo para mí que no asimilaré bien las didácticas lecciones que él me brinda, si no cometo sus mismos errores de bulto, ya barrunto la coral y general tunda que me va a caer encima, porque intuyo que me aguarda, junto con su proverbial “¡te lo advertí!”, un chorreo, regañina o somanta de palos (no de ciego) verbales, de los/as de aúpa.

Otramotro me viene aconsejando, de manera insistente, desde que me pergeñó, que, como en la mercería del barrio, para muestra basta con presentar un solo botón, que, cuando me vea en la obligatoria tesitura de hacerlo, ponga solo un ejemplo, no dos, porque ese hecho se podría malinterpretar. Me dijo un día: “Sigue a Juan de Mairena, mi modelo. Si tienes que censurar una actitud o proceder, hazlo, pero no te pases un pelo ni, menos aún, te extralimites. Alguien puede colegir o deducir lo indebido, que te estás cebando (como eso acostumbra a hacer el toro de lidia con el espada, que se ha tropezado, tras un lance, y ha caído a la arena y ha sido corneado y volteado por el astado) con un actor, autor, obra, periodista o medio de comunicación”.

Servidor, como hace mi hacedor, también compra y lee parte de la prensa el fin de semana. A veces, nos encontramos y saludamos en la librería/papelería “El Cole”, mientras adquirimos EL PAÍS o hacemos fotocopias, que logran reproducir en un pispás las expertas manos de Susana o Nabil.

Me dispongo a dar cuenta enseguida aquí del yerro, al que se refirió uno de los contertulios habituales de la tertulia de los viernes del casino “La Fuerza”, de Algaso. Ayer, viernes, 17 de diciembre, en la última celebrada, por el momento, dijo, poco más o menos, esto:

—Desde que en los diarios no hay correctores de pruebas, supervisores de lo que otros escriben, un lector empedernido puede hartarse, hincharse, de acopiar errores, palabros que, cuando te los echas a los ojos, una de dos, o te hacen reír, o te hacen llorar, o ambas cosas, una detrás de la otra, claro, no a la vez (al menos, en mi caso, eso no ha ocurrido aún, que yo sepa o a mí me conste). Aunque ya digo que los hay a puñados (en algunos diarios más que en otros, por supuesto), daré un ejemplo. En el amplio artículo (ocupa cuatro páginas) titulado “Ortega y Murillo, el terrible binomio”, documentadísimo, que lleva la firma de su autora, la escritora mexicana Alma Guillermoprieto y de la traductora del mismo, María Luisa Rodríguez Tapia, aparecido en The New York Review of Books y reproducido en las páginas 2-5 del número 344 del suplemento ideas, de EL PAÍS del domingo 12 de diciembre de 2021, verbigracia, se lee: “Ramírez cuenta la historia a través del personaje de la detective Dolores Morales, que resultó gravemente herida en los años setenta, en la lucha para derrocar al dictador Anastasio Somoza, y ahora lleva una pierna prostética (sic)”. Supongo que la traductora dudó entre escribir protésica o protética, ambas válidas en principio, pero, al tardar en decantarse, optó por una alianza, hermanamiento o jumelage de ambas, un engendro. Al menos, no dio validez a las sugerencias disparadas por y disparatadas del corrector incorporado, que escribió profética, en lugar de protética, ni prostática, en vez de prostética.

A continuación iba a ir mi firma y debajo la de mi creador. Pero ha sido tanta la tentación del demonio que he terminado por claudicar; ergo, voy a referir otro fallo que el mismo contertulio detectó en dicho diario, EL PERIÓDICO GLOBAL, dos semanas cabales o justo un par de domingos antes, en la página 33 del número 16.203, correspondiente al domingo 28 de noviembre de 2021, en la interviú que Emilio de Benito le hizo a Elena Vanessa Martínez, presidenta de la Sociedad Española de Epidemiología, donde De Benito usaba la voz “ómnicron”, con una ene epentética, para referirse a la variante ómicron del coronavirus, identificada en Sudáfrica. Tal vez sea, con el paso del tiempo, un hallazgo serendípico, ya que el SARS-CoV-2 va camino de convertirse en una enfermedad endémica. “Ómnicron”, según una posible etimología (omnis –e, en latín, significa todo; y cron, apócope de cronos, en griego, tiempo), denotaría, por tanto, “todo tiempo”, o sea, mal endémico, como ocurre con el virus de la gripe o influenza.

Eladio Golosinas, “Metaplasmo”.

Nota bene

   Esta recomendación va para mi heterónimo y para el lector (ora sea o se sienta ella, ora sea o se sienta él) de estos renglones torcidos (hoy más de lo asiduo). Si Eladio hubiera invertido unos minutos más de su tiempo en investigar por su propia cuenta, hubiera averiguado que “prostético/a” no es ningún palabro, sino que dicho término está admitido y tiene entrada en el Diccionario de la lengua española (DLE), y que significa (ciertamente, referido al ámbito de la fonética y la fonología) protético, o sea, perteneciente o relativo a la prótesis, adición de algún sonido al comienzo de la palabra; luego, no referido al concepto médico, sino al fonético/fonológico, exclusivamente; y “Metaplasmo”, según mi parecer, debería haberlo hecho constar o señalado en su texto. Y, por ende, que no conviene dar por sentado (menos aún por verdad apodíctica) lo que haya dicho alguien, a quien nosotros, con más o menos razón, tomamos por autoridad, porque puede confundirse o equivocarse como cualquier hijo de vecino.

Ahora bien, como mis heterónimos conocen cuanto escribo y, por ende, han tenido conocimiento de la pieza que he ideado y urdido y verá la luz, Deo volente, el día de los Santos Inocentes, acaso Eladio (no me parece mal, sino bien, que me haya desafiado o retado) ha querido echarme un pulso, y tomarme con antelación a mí el pelo con su inocentada.

Olvidábaseme decir que, de consuno con “Metaplasmo”, ambos dedicamos este texto a mi sobrino Jorge, porque hoy, 18 de diciembre, celebra su cumpleaños; ergo, ¡muchas felicidades!

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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