El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Cómo no hacer cuanto debía hacerse

CÓMO NO HACER CUANTO DEBÍA HACERSE

ANAGRAMA DE ERRATA SERÁ ETARRA

   Durante varios viernes del mes de febrero de 1982, se juntaron por la tarde, a eso de las veinte horas, en la algasiana cafetería “La Ideal”, un grupo de personas adictas (a las tales no les molestaba que se les conociera o llamase, a la sazón, con el término que, por aquel cronotopo, hizo fortuna y furor y logró imponerse o puso de moda sobre otros, “letraheridos”) a la literatura (lo sé de buena tinta, porque uno de los 24 primeros y voluntarios —más que escogidos— miembros de su redacción fui yo, el abajo firmante de estas líneas, Eladio Golosinas “Metaplasmo”), a fin de publicar, en un principio, con una periodicidad trimestral o semestral, ya se vería, los máximos números posibles de una revista literaria sin nombre, que acabó portando, por absolutos medios democráticos, esto es, tras sucesivas eliminatorias, el rótulo definitivo de Antorcha, después de vencer abrumadoramente, en la votación final, a la alternativa u opción opuesta, Espejo (el resultado fue inapelable, 18 votos contra 5, pues Luis Munárriz, el agitador cultural por antonomasia del grupo, que fue elegido, por aclamación popular, director de la misma, no pudo asistir el día de marras, por hallarse encamado, enfermo, por causa y culpa de la gripe).

Estando estudiando este menda COU, cabalmente aleccionado o, mejor aún, orientado, por mi profesora de literatura, Marta Cruz, que para mí siempre fue una cara cara (al menos, siempre la dio, incluso entonces, en los años duros del cáncer, de la banda terrorista ETA, en los que sus asesinos y extorsionadores, usando métodos mafiosos, campaban a sus anchas en el País Vasco, arropados por los “chicos de la gasolina”, los de la “kale borroka”, y quienes, ante sus atentados, secuestros y demás desmanes, en lugar de implicarse de lleno en el asunto, solían mirar hacia otro lado —mientras el mundo siga siendo inmundo, anagrama de errata será etarra—), la segunda, adjetivo calificativo, con el significado de querida, nunca una cruz (he comprobado, de manera fehaciente, cómo en unos casos la gracia o el nombre de pila de unas personas o su primer o su segundo apellido le cuadraban, y cómo en otros, o se les echaba mucha ironía, a espuertas, o no había manera de que encajaran con la realidad, ni dando martillazos), empecé a leer regularmente tres periódicos. Acudía para llevar a cabo semejante labor o menester a la biblioteca municipal, pública (que aún no había sido bautizada con el nombre de nuestro director de Antorcha, tras su inesperada, lamentable y prematura muerte: todos los miembros de la revista secundamos la propuesta que fue formulada por —la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida— Julián, el camarero sensato de “La Ideal”, y el Ayuntamiento, que no tardó en hacerse eco de dicha iniciativa, la tomó en consideración, y decidió, de manera unánime, normal y lógica, que se llamara de esa guisa, Luis Munárriz), para leer los ejemplares de los diarios que entonces se compraban o a los que la biblioteca algasiana estaba suscrita, los dos autonómicos o regionales y EL PAÍS. La búsqueda de la calidad y el magisterio literario me empujaban a sentir auténtica veneración por algunos articulistas, que, qué arte, conseguían, un día sí y otro también, diseminar su talento a lo ancho y a lo largo de una columna. Leer a esos maestros del estilo me estimuló a hacer otro tanto, lo propio. ¡Cuántos folios, emborronados por servidor, no fueron a parar al cubo de la basura, tras leerlos y llegar a la sabia conclusión de que había naufragado, sin paliativos! Pero, como este aprendiz de hacedor fue inteligente, cuánto jugo o zumo pudo extraer de sus fracasos propios (y de los ajenos), de sus errores, de sus derrotas, sobre todo, cómo no hacer cuanto debía hacerse.

En Antorcha publiqué mi primera décima (no mi primer poema, como he leído en una reseña reciente; la titulé “EL LENGUAJE ANDA DROGADO” y la componían estos diez versos octosílabos: “Aquel que a ‘kale borroka’ / consiguió quitar ‘le borro’, / mientras se fumaba un porro, / vio que la ‘kaka’ de Roca / era y de seo barroca; / el lenguaje anda drogado; / nadie explicarme ha logrado / por qué urde así lo que adjunto: / separado todo junto, / todo junto separado”), que encabezaba esta frase de un tal José Luis Munárriz, que no tenía nada que ver con nuestro dilecto e inolvidable Luis Munárriz, y que leyó en una entrega de premios de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que tuvo lugar en Madrid el 24 de julio de 1802 (hoy se cumple, por tanto, el doscientos veinte aniversario de dicha efeméride: “No inventar, contentarse con imitar lo que otros hicieron, es de ánimos apocados”).

   Eladio Golosinas, “Metaplasmo”.

   Ángel Sáez García

   [email protected]

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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