El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Tengo más cara que una descarriada

TENGO MÁS CARA QUE UNA DESCARRIADA

Reconozco sin ambages que, hace cuatro cabales días, el domingo 13 de octubre de 2024, festividad de san Eduardo (desde ahora mismo propongo que dicho representante del santoral sea considerado por la opinión pública y la publicada, si no lo es ya —puede que un congénere o semejante se me haya adelantado, a la hora de hacer la misma propuesta, y haya conseguido ya el respaldo apetecido y el consenso por mí buscado—, el patrono de los lectores, ellas, ellos y/o no binarios, agradecidos a los autores leídos), disfruté un montón, de lo lindo, leyendo EL PAÍS SEMANAL y EL PAÍS. Ya publiqué el lunes pasado aquí, en mi bitácora, el blog de Otramotro, el texto con los párrafos que agavillé, tras motivarlos, sin ninguna duda, que, apenas unos minutos antes, hubiera acabado de releer el último (por el momento) “palo de ciego” de Javier Cercas. Bueno, pues, debo admitir, asimismo, que me reí a carcajada tendida, a mandíbula batiente, pasando mi vista por la columna que firmó Íñigo Domínguez, titulada “Noticias, cuentos y cómo distraerse mejor”, que vio la luz en la página 8 del suplemento IDEAS del número de ese día en EL PERIÓDICO GLOBAL.

Me veo en la obligación intelectual de citar, extensa y textualmente, todo el segundo parágrafo (incluidas mis aportaciones) de la columna de Íñigo para que se entienda qué provocó mi pertinente hilaridad:

“(…).

“Menos mal que a veces hay noticias que te obligan a tomar partido, como esta que vi el otro día: ‘Una influencer quiere un nuevo seno y lanza una campaña de recaudación de fondos’. He aquí por fin una de esas cuestiones que invitan a la reflexión. Se trata de una chica muy mona de Turín, Michelle Comi, de 29 años, un millón de seguidores entre TikTok e Instagram, muy activa en OnlyFans, esa plataforma más o menos porno donde uno paga por seguir a alguien y ver lo que le dejen. Esta mujer ha planteado así su iniciativa: ‘Contribuye al aumento del seno de tu princesa’. Y prosigue: ‘Hola, súbditos. Hace tiempo que tengo el deseo de aumentar mi seno en una talla. Donad para contribuir a la operación de vuestra soberana”. (Al parecer —le aviso al lector que este paréntesis, que acaso no esté a la altura de la pieza de Domínguez, lo ha trenzado servidor—, si no leyó la Biblia, escuchó atenta a quien lo hacía, y se quedó con el mensaje provechoso de ‘pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre’, del inicio del capítulo 7 del Evangelio de Mateo). Salud y república, vienen ganas de decir. Frase para enmarcar: ‘Con un pequeño gesto podéis cambiar el mundo, en este caso el mío’ (y a mí —otra apostilla de este menda— me ha venido a la mente un latinajo que tal vez se lo escuché pronunciar por vez primera a mi profesor de latín, quien más y mejor me enseñó y de quien más aprendí sobre dicha asignatura in illo tempore, durante los tres años que permanecí interno en el seminario menor navarretano: adde parvum parvo, magnus acervus erit; o sea, añade un poco a otro poco y el montón será grande; para quien se haya quedado con ganas de más le agrego y propongo una variante distinta del tal: la suma de gestos puede devenir en gesta). Resumiendo, he llegado a tal punto de desorientación que ya no sé si donar a Médicos Sin Fronteras o a este proyecto, que al menos es algo concreto, palpable (y el abajo firmante vuelve a incluir aquí otro escolio: este adjetivo, lector, se merece, amén de una ovación cerrada, un chapó común, o ¿no?). O incluso ponerme yo a pedir dinero por todo el morro para lo que sea. En todo caso, la cosa ya está resuelta: esta mujer ya ha sacado 15.000 euros. Para mí todo esto es un misterio tan insondable como la materia oscura del universo. ¿Pero de dónde demonios sale toda esta gente? Tanto los soberanos como los súbditos, estos microestados virtuales de idiotas que son casi la nueva ONU, la nueva opinión pública. Miles de personas viviendo del cuento y millones mirando y pagándoselo, y de dónde sacan tanto dinero para malgastar. No sé si en algún momento la realidad irrumpirá, quizá con algún estrépito, a deshacer este encantamiento de princesas, príncipes y súbditos, o acabaremos todos dentro del cuento. Y colorín colorado”.

A fin de contribuir a que el atento y desocupado lector, ora sea o se sienta ella, él o no binario, de estos renglones torcidos (me refiero, por supuesto, única y exclusivamente, a los míos) pueda echarse unas cuantas risas más o esboce al menos unas cuantas más sonrisas, me ha dado por componer un soneto (aunque atribuyo la autoría a uno de mis heterónimos femeninos, de reciente ideación) que he titulado, sin ningún ánimo de molestar a nadie (y a la egregia Patrona de Tudela, Santa Ana, a la que menos) con el rótulo que obra a continuación y contiene los catorce versos endecasílabos que siguen:

 

MIRA, SANTA ANA, QUÉ MORRO QUE TENGO

 

Soy una chica mona de Tudela,

Mas, como debe estar Santa Ana sorda

Y, por ello, mi pecho no desborda,

Siento que sola estoy, como una vela.

 

Aunque veneración hay por la Abuela,

Conozco a una muchacha que está gorda

Y que una imagen de Ella por la borda

Va a tirar por parada. No recela

 

De que se tome a mal la que es Excelsa

El gesto feo que ha pergeñado Elsa,

Que así se llama, sí, la aún moceta.

 

Bien podrías cambiar la de Elsa teta,

Que abunda, por la mía, que escasea;

Permuta que agradece quien desea.

 

   Estela Goterón, “Metempsicosis”.

 

   Ángel Sáez García

   [email protected]

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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