"Ambos parecen amasados con otro barro. Ni se les pasa por la cabeza haberse equivocado"

Félix Ovejero: «Illa y Simón me parecen inhumanos, mienten y me inquieta su falta de arrepentimiento»

"La gestión de la epidemia me ha entumecido el músculo del asombro, aunque todavía conservo el de reaccionar ante la desvergüenza"

Félix Ovejero: "Illa y Simón me parecen inhumanos, mienten y me inquieta su falta de arrepentimiento"
Félix Ovejero pone a caldo a la pareja Illa-Simón.

Los ha dejado para el arrastre.

Salvador Illa, ministro de Sanidad, y Fernando Simón, director de Centro Coordinador de Alertas y Emergencias Sanitarias, se han llevado un buen revolcó por parte de Félix Ovejero.

El periodista y escritor, en su tribuna de El Mundo de este 16 de octubre de 2020, critica abiertamente ya no solo la pésima gestión realizada por el Gobierno socialcomunista para atajar la pandemia, sino incluso que sus más directos responsables son incapaces de arrepentirse por los errores cometidos:

El médico Simón no se arrepiente de su gestión. Sostiene que hizo lo mejor que podía hacer con la información disponible. Lo ha repetido en una entrevista televisiva que por su propio formato confirma que está convencido de lo que dice: sólo quien carece de toda duda moral participaría en ese espectáculo. Me asombraría su reflexión, si todavía estuviera en condiciones de asombrarme. Pero la gestión de la epidemia me ha entumecido el músculo del asombro, aunque todavía conservo el de reaccionar ante la desvergüenza.

Sin ir más lejos, se ha activado hasta el vértigo cuando el Gobierno, en la hora de las responsabilidades, imponía una ontología confederal. Como si la gestión de la salud de los españoles no le concerniera. Extraordinario. Cuando nueve de las 10 regiones europeas con peores datos son españolas, se le ocurre a uno que alguna responsabilidad tendrá el Gobierno de España. O la estructura del Estado. O el personal: a ver si ahora vamos a descubrir con renglones torcidos que los españoles tenemos identidad propia.

Resalta Ovejero que lo que le trae por la calle de la amargura es ver la tranquilidad que muestran Illa y Simón:

Si he de ser sincero, la falta de arrepentimiento de Simón –y de Illa– me inquieta. Resultan elementalmente inhumanos. El arrepentimiento es inseparable de la condición humana. Si algo caracteriza a nuestra especie es su capacidad para conjeturar lo que pudo haber sido y no fue, los futuros posibles asociados a distintas decisiones, un talento –y, a su manera, una desgracia– estrechamente relacionado con el potencial imaginativo que nos proporciona el lenguaje, su capacidad de abstracción.

Recalca que:

Simón e Illa parecen amasados con otro barro. Ni se les pasa por la cabeza haberse equivocado. La exacta medida de la patología se deja ver en la tranquilidad con la que, para sellar su desastrosa gestión, despachan dos coletillas. Nada diré de ese «nos lo dice la ciencia», tomado de la etiqueta del Anís del Mono y cuyo mayor mérito es concentrar tres falacias en cinco palabras. Pero el desorden epistémico palidece ante el desorden moral de la otra coletilla: «Hicimos lo que teníamos que hacer con la información de que disponíamos».

No duda en tildar a la pareja de mentirosos:

Hoy sabemos que mienten, que, desde enero, Seguridad Nacional les estaba advirtiendo de lo que se nos venía encima. Pero hay algo más hondo incluso que las mentiras: la huida de la verdad. Con frecuencia los mortales comunes rehuimos una importante obligación epistémica con trasfondo moral: somos responsables de nuestras ignorancias. Para ir tirando, nos escamoteamos las verdades inhóspitas, negociamos nuestras cobardías y decoramos nuestra biografía. Pero si uno funge como científico y, aún más, como político en el sentido más noble del oficio, no puede prescindir del afán de verdad, no puede hacerse trampas, ignorar lo evidente, ni rehuir las verdades ingratas. Por eso mismo, Simón e Illa no pueden tener la conciencia tranquila.

Detalla que los propios Illa y Simón quedaron retratados cuando, pese a insistir en que ellos no sabían nada, se supo que obviaron los informes que hablaban de los peligros que entrañaba el celebrar el infausto y mortal 8-M:

No hace falta remitirse a lo que ahora sabemos acerca de los muchos informes entonces desatendidos. Y es que ellos mismos se delataron desde el primer día, cada vez que repetían el conjuro de «en marzo no se podía saber»: en los entornos de la manifestación del 8-M, pasearon la consigna de «mata más el machismo que el virus» y, para justificar la falta de mascarillas, alegaron que ya no quedaban en el mercado… porque todo el mundo había estado comprando mascarillas, y, también, cuando, la premisa implícita de las dos consideraciones es que sí se podía saber, que muchos lo sabían y por eso compraban mascarillas, las que escaseaban, y por eso ellos estaban desmintiéndolos en aquella trágica semana. Disculpen mi digresión moralista, pero no se ocurre mejor explicación de la tan elogiada imperturbabilidad de Illa y Simón.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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