Tras tres décadas de dar tumbos por el mundo, cubriendo como reportero desastres causados por la estupidez humana y 20 años tirando de Periodista Digital, tengo meridianamente claro que Dios sólo ayuda a los buenos, cuando son más que los malos.
Y aquí en España, la aritmética parlamentaria y la perversión del sistema electoral, nos hacen de momento imposible mandar con una moción de censura al socialista Sánchez y a su cuadrilla de maleantes al basurero.
Pero hay otras formas de batallar y otros escenarios además del Congreso de los Diputados.
Uno es la calle, la presión social. Otro son los medios de comunicación, donde somos minoría pero peleamos con la inmensa ventaja de tener razón.
Y están los juzgados, donde el marido de Begoña y sus secuaces de la Coalición Frankenstein no paran de sufrir reveses.
La imputación en el Tribunal Supremo de Ábalos, el no hace tanto todopoderoso secretario de Organización del PSOE y ministro de Transportes, señala a Sánchez -a quien la trama se refería como el Número 1– y tizna a su corrupto partido.
Ya no es sólo la mujer del amo, su hermano músico o su sumiso Fiscal General.
Ahora es su mano derecha, el tipo que le aupó a La Moncloa, el que defendió sin ponerse colorado la moción de censura contra Rajoy y quien controlaba con mano de hierro a los subalternos.
Que se mencione su cargo orgánico en el auto del Supremo coloca al PSOE en el centro de la trama
Los delitos de Ábalos, Koldo, Aldama y compadres son en teoría ‘individuales’, pero las culpas políticas son colectivas, porque nada hubiera sido posible, sin el amparo de las instituciones en las que estaban incrustados.
Todo lo que Ábalos haya perpetrado con el resto de maleantes, contó con la complicidad -por acción u omisión- de Sánchez, de su faraónico Gobierno y de las administraciones socialistas, que adjudicaban a dedo contratos millonarios a chiringuitos empresariales montados cinco minutos antes.
Déjense de leches, de matices, presunciones y de agarrársela con papel de fumar.
Son una banda, que aprovechó la emergencia del COVID, el dolor y la muerte de decenas de miles de españoles, para robar.
Y el jefe, el Número 1, no puede ni debe irse de rositas.
¡A por ellos que los tenemos rodeados!