Pepinillos, tinta y miedo (XXVI)

Pepinillos, tinta y miedo (XXVI)

Quasimodo en Moscú (XXV)

Quasimodo en Moscú (XXV)

El suicidio del mariscal Ajroméyev (XXIV)

El suicidio del mariscal Ajroméyev (XXIV)

Españoles en el Purgatorio (XXIII)

Españoles en el Purgatorio (XXIII)

 ‘Pravda’ encadenado (XXII)

 ‘Pravda’ encadenado (XXII)

Moscú si cree en las lágrimas (XXI)

Moscú si cree en las lágrimas (XXI)

El hotel de las pesadillas (XX)

El hotel de las pesadillas (XX)

La expropiación del PCUS (XIX)

La expropiación del PCUS (XIX)

KGB, servicio de pulido y limpieza (XVIII)

KGB, servicio de pulido y limpieza (XVIII)

Después se recuperaron, pero a los aviesos funcionarios de la Lubianka les aleteaba el miedo en el estómago y desde el fracaso de la intentona golpista, preferían utilizar la discreta puerta trasera
Gorbachov: El Hombre de La Mancha (XVII)

Gorbachov: El Hombre de La Mancha (XVII)

Al mediodía del jueves 22 de agosto de 1991, encerrado en su despacho, abrumado por las dudas y las sospechas, Gorbachov debió escuchar nítidamente los vítores que más de 100 000 personas dedicaban
La segunda muerte de Félix de 'Hierro' (XVI)

La segunda muerte de Félix de ‘Hierro’ (XVI)

El borracho se dejaba conducir sin forcejear demasiado, pero cada dos pasos frenaba, daba media vuelta, hacía ademán de retornar hacia el muro de la sede central del KGB y se echaba mano a la bragueta.
Pilotos y marinos contra infantes (XV)

Pilotos y marinos contra infantes (XV)

La cadena de mando militar se resquebrajaba y con ella las posibilidades de los golpistas. La reunión de generales convocada a las 07.00 de la mañana del miércoles en el Ministerio de Defensa, degeneró
La Noche de los Generales (XIV)

La Noche de los Generales (XIV)

Los dos «ángeles guardianes» de Rostropovich no hubieran dormido tan apaciblemente de haber sabido lo que se cocía desde hacía veinticuatro horas en el Kremlin. A pesar de las llamadas a la cordura
Sangre en el asfalto (XIII)

Sangre en el asfalto (XIII)

El oficial debía llevar la pistola Makarov en la mano y montada, porque en cuanto vio al hombre encaramarse al blindado y prender la mecha de tela del cóctel Molotov, le descerró un balazo en el pecho.
Pan, gas y mortadela (XII)

Pan, gas y mortadela (XII)

Pánico en las barricadas (XI)

Pánico en las barricadas (XI)

Sadam Husein y la salud de Mijail Gorbachov (X)

Sadam Husein y la salud de Mijail Gorbachov (X)

La fortaleza del zar Yeltsin (IX)

La fortaleza del zar Yeltsin (IX)

Al alba del martes 20 de agosto de 1991, el asediado Yeltsin convocó a sus ayudantes a la desordenada habitación de la tercera planta del Parlamento, donde estaba instalado el «centro de mando» antigolpista. La situación era preocupante. La empapada y exhausta multitud comenzaba a disiparse. Apenas quedaban unos centenares de «defensores»,
Boris 'El Grande' (VIII)

Boris ‘El Grande’ (VIII)

Cuando los rusos hablaban embelesados de las facultades «prodigiosas» de Boris Yeltsin, solían poner como ejemplo la rocambolesca anécdota que dio origen a su nombre de pila. Los Yeltsin, una pobre familia campesina originaria de Butka, una aldea de los Urales cercana a Ekaterimburgo, donde en 1918 los bolcheviques fusilaron al zar Nicolás
La 'Casa Blanca' de Moscú (VII)

La ‘Casa Blanca’ de Moscú (VII)

Uno de los principales factores que los golpistas olvidaron tomar en consideración fue Boris Yeltsin: el presidente de Rusia y el político más popular de la nación. Inexplicablemente, nadie se preocupó de cortar las líneas telefónicas de su casa o de rodearla. A las 05.00 de la madrugada, un amigo del presidente ruso llamó por teléfono
Militares al ataque, con folletos turísticos (VI)

Militares al ataque, con folletos turísticos (VI)

A las 04.00 de la madrugada del 19 de agosto, cuando en Madrid todavía eran las 02.00 y no se sabía nada, el vicepresidente Gennady Yanaev declaró con voz trémula el estado de emergencia en la URSS y asumió plenos poderes. El mensaje oficial fue muy escueto: «La medida ha sido adoptada ante la incapacidad de Mijail Serguevitch Gorbachov,
Tres días que conmocionaron al Mundo (V)

Tres días que conmocionaron al Mundo (V)

En Madrid, la primera noticia del golpe la escuchamos en la radio, al alba del lunes, pero la maquinación había arrancado bastante antes. A las 10.00 en punto de la mañana del domingo 18 de agosto de 1991, Kriuchkov había puesto ya en alerta el KGB. Los altos oficiales fueron convocados a la Lubianka, la sede central, y se suspendieron
El A,B,C... de un golpe de Estado (IV)

El A,B,C… de un golpe de Estado (IV)

Lo más destacable del golpe de Estado del 19 de agosto de 1991 no fue que tuviera lugar. A fin de cuentas, la toma del poder en la URSS y los cambios en la cúpula comunista rara vez han sido algo democrático o pacífico y los anales de la vieja Rusia está repleta de complots, derrocamientos, impostores y asesinatos. Lo que de verdad resultó
El ondulante pavimento de Moscú (III)

El ondulante pavimento de Moscú (III)

En invierno, cuando se hace de noche a las tres de la tarde, las calles de Moscú emanan una melancolía siniestra. En verano, si luce el sol, lo que brota es un hedor insoportable y si llueve, como ocurría el 19 de agosto de 1991, la ciudad se transforma en un lodazal. A las pocas horas de poner los pies en Moscú, uno entiende por qué
Las campanillas de los teletipos (II)

Las campanillas de los teletipos (II)

La de enviado especial es una profesión fascinante, en la que te pagan por hacer lo que te gusta, pero no está exenta de algunas frustraciones. Una de ellas es que, a miles de kilómetros de distancia, en el bullicio de la redacción, piensen que las cosas son de un modo, cuando en realidad son de otro, y orienten a veces la información
La muerte lleva máscara negra (I)

La muerte lleva máscara negra (I)

Nunca había visto matar un hombre a golpes. Muchos años antes, siento casi un chaval, en San Salvador, contemplé horrorizado como ejecutaban de un tiro en la nuca a un testigo de Jehová que hasta la última fracción de segundo rezaba a gritos convencido de que Dios acudiría en su ayuda. He asistido a fusilamientos sumarios en las montañas
Moscú sin brújula

Moscú sin brújula

Durante más de setenta años la URSS fue, para la mayor parte de los occidentales, una especie de fantasma, tan admirado como temido, siempre imprevisible. Su estudio quedó en manos de superespecialistas, kreminólogos, sovietólogos y espías. Sólo creyentes comunistas de probada confianza como el francés André Gide en los años treinta

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