Las normas son necesarias; primero porque for- man parte del mundo real y también porque sirven al niño para aprender hábitos, valores, a sentirse seguro, autónomo y valorado.
También le sirve para generar autocontrol, autoestima y para sentir que pertenece a su núcleo familiar o social.
¿Pero por qué nos cuesta tanto implantar normas y hacerlas cumplir? Puede que la falta de tiempo nos lleve a ser indulgentes o sea tal vez para evitar conflictos, o por pereza o para que no se nos considere autoritarios.
Incluso puede ser por la falta de criterio respecto a qué normas se deben aplicar en función de la edad del niño.
Sea como fuere, renunciar a aplicar las normas le llevará a perder la autoridad y probablemente pasará de ser su madre, padre o educador a ser otra cosa.
Tal vez, en el mejor de los casos, ya no será su padre sino su amigo, con lo que habrá conseguido dos cosas: dejar huérfano a su hijo y ceder al azar y a los demás su influencia.
Para establecer las normas hay que observar varios criterios: deben ser claras, específicas, formuladas en positivo, negociadas si es posible y firmes.
Las alabanzas y los reproches tienen que dirigirse a las conductas y no al niño globalmente; el niño no es malo ni bueno, tiene conductas correctas o incorrectas en función de las normas que establecemos.
Tal cual es, lo amamos, pero tenemos la responsabilidad y la oportunidad de educarlo.
Por ejemplo, para enseñarle a permanecer sentado en el restaurante hasta que todos los de la mesa hayan terminado, se pueden expresar frases del siguiente te- nor:
- • Tendrás que esperar a que todos hayan terminado porque nos hace feliz que estés con nosotros en la mesa
- • En los restaurantes se espera que permanezcamos sentados por respeto a los demás y a los trabajadores
Supongamos que este niño se queda sentado; al finalizar no podemos dejar de elogiarlo explícitamente.
Si por el contrario se ha mostrado desafiante o ha abandonado su asiento, sin enfadarnos procederemos a subrayar la conducta equivocada y cuanto antes aplicaremos una sanción coherente que dificulte que esa conducta se repita.
Ensayar las conductas que esperamos del niño tiene una fuerza que a veces desconocemos.
Imagínese que quiere que su hijo de tres años aprenda a respetarlo cuando desea algo y usted se encuentra ocupado, es decir, a solicitar su atención de forma respetuosa.
Cuando el niño se encuentre tranquilo demande su atención y explíquele brevemente lo que espera de él.
Inmediatamente invítele a simular la escena y repítala con humor dos o tres veces. Verá qué efectiva resulta la herramienta del ensayo.
- Prólogo
- Conocimiento: Principios del aprendizaje
- Conocimiento: Aprendizaje humano
- Conocimiento: Los modelos
- Conocimiento: Segunda ley de la termodinámica
- Conocimiento: Mecanismo de adicción
- Conocimiento: Apego seguro
- Conocimiento: Los enemigos
- Conocimiento: ¿Cuándo empezar a educar?
- Conocimiento: Aproveche el tiempo
- Supervivencia: Tolerancia a la frustración
- Supervivencia: Autoestima
- Supervivencia: Extroversión
- Supervivencia: Asertividad
- Supervivencia: Hábitos alimentarios
- Supervivencia: Actividad física
- Supervivencia: Consumo
- Supervivencia: Tecnologia
- Relación: Estilo relacional
- Relación: Normas
- Relación: Negociación
- Relación: Refuerzo
- Relación: Castigo
- Relación: Extinción
- Relación: Refuerzo de conductas incompatibles
- Relación: Motivación
- Relación: Expectativas
- Relación: Activación
- Creatividad: Fomentar la creatividad
- Creatividad: Productividad
- Creatividad: Música
- Creatividad: Juegos
- Valores: Para qué nos sirven los valores
- Valores: Sentido de la vida
- Valores: Compromiso
- Valores: La mentira
- Valores: Austeridad
- Valores: Agradecimiento
- Valores: Respeto