¡Visca l’Estat català! ¡Visca el Barça! ¡Visquin las caenas!
A veces sólo la ira nos saca del letargo. España me aburre, me adormece. Menos más que nos queda Cataluña para recordarnos por qué hemos llegado a este segundo 98. Es nuestra vocación de súbditos, ese eterno ¡Vivan las caenas! con el que antaño salía el populacho a celebrar su esclavitud y que eternamente retorna. Lo que ha acordado