Fundador del sindicato Comisiones Obreras con Marcelino Camacho e histórico miembro del PCE de cuya dirección formó parte durante años, Julian Ariza (1934) ha conocido a los políticos más relevantes de todos los gobiernos de la democracia y también de los de la dictadura. En la actualidad continúa trabajando representando a CCOO en el Consejo Económico y Social.
En una amplia conversación en Periodista Digital, hace memoria sobre muchos de sus recuerdos de todos los gobiernos y de figuras ya desaparecidas como Santiago Carrillo, Adolfo Suárez, Abril Martorell, Ferrer Salat o José María Cuevas a los que conoció y con los que negoció durante momentos clave de la transición.
DICTADURA FRANQUISTA
¿Bajo que acusaciones le mantuvieron encarcelados varios años durante el franquismo?
Me procesaron seis veces. Dos por por delitos de prensa de la época, porque hice unos artículos en una revista de las Juventudes Obreras Católicas, a pesar de que yo no era de ellos. Consideraron que aquello era injurioso y me procesaron y me condenaron. Me procesaron incluso por un telegrama en 1966 por dirigirme al vicepresidente del Gobierno, Muñoz Grandes, por pedir la libertad para un compañero que estaba haciendo campaña legalmente para las elecciones sindicales. Lo consideraron desacato y me volvieron a procesar. Luego los gordos fueron los del Tribunal de Orden Público, por manifestación, por asociación, en el último de los procesos me pidieron 10 años, aunque luego el Tribunal Supremo lo bajó. Había estado detenido varias veces, en abril-mayo de 1967. Volví a entrar en octubre de 1967, y ahí hasta octubre de 1971. Cuatro años seguidos. Por eso había que luchar, aunque nunca pensé que Comisiones Obreras fuera a ser algo tan grande como es ahora.
Pero a diferencia de otros, Comisiones Obreras luchó siempre pacíficamente.
Siempre lo hicimos así, pacíficamente. Recuerdo que en las cárceles franquistas, coincidíamos con presos de ETA y discutíamos con ellos. A nosotros nos parecía que la lucha armada era un disparate. Más allá de cuestiones morales, también era por una cuestión de eficacia. Tenía que hacerse una oposición, una rebeldía, pero pacífica, para que los únicos violentos fueran los de la dictadura. Que era sangrienta donde los haya.
Ahora parece que todo el mundo fue anti-franquista y lucho contra el franquismo. ¿Qué reflexión le produce a usted, que padeció las cárceles franquistas, que ahora parezca que todos lucharon contra él?
No es verdad. La dictadura tenía cientos de miles de militantes a favor. Aunque también es cierto que había conseguido crear un clima de terror tal… No es ninguna casualidad que haya sido la generación de los nietos, y no la de los hijos, la que quisiera que hubiera una ‘reparación’ contra las víctimas de la dictadura. Porque el terror que introdujo en la sociedad la dictadura logró tanto miedo que duró varias generaciones. En aquella época había un referendum y todo el mundo iba a votar porque pensaba «a ver qué me pasará si no voy».
Eso no quita que cuando murió Franco pasaron cerca de 200.000 personas a ver su cadáver, lo que demuestra que tenía una base social. Activistas en contra de la dictadura éramos una minoría.
Hablemos sobre derechos sociales. Algunos periodistas franquistas insistían entonces que una de las familias del franquismo intentó avanzar en los derechos sociales, aunque chocó con otra de las familias, la de los liberales-opusdeistas.
Yo conocí mucho a Emilio Romero, e incluso escribí en el diario Pueblo.
Eso habla a favor de Emilio Romero…
Él trataba de presentar una cierta cara crítica. Yo llegué a conocer a José Solís. Marcelino Camacho y yo. Hubo un periodo entre 1963 y un 1966 que un sector de la dictadura, que no era precisamente de izquierdas, estaba convencido de que había que limpiar un poco la imagen del régimen.
Recuerdo a Solís salir en TVE invitándonos a nosotros, a los sindicalistas, a participar en las elecciones sindicales de 1967. Querían contrarrestar la presión internacional contra el régimen. Era una época que incluso el que luego sería Papa [Pablo VI] intentaba intervenir en contra de que se fusilara a Julián Grimau. Había un sector de la dictadura que en aquel momento era afín como Manuel Fraga.
¿Y qué puso fin a aquella apertura?
Pero esa apertura se vino abajo porque se dieron cuenta que, gracias a la ley de convenios colectivos, con la idea de que los sindicalistas falangistas tuvieran la gestión, pero nos movilizábamos nosotros. Hicimos una marcha en Madrid en enero de 1967, en la que me detuvieron junto con Marcelino Camacho. Actuábamos en la calle, hacíamos huelga, y eso llevó a que el sector más ultra, encabezado por Camilo Alonso Vega, pusiera fin a aquello. Los tribunales estaban al servicio del régimen y el Tribunal Supremo dijo que Comisiones Obreras era una organización subersiva y comunista al servicio del exterior. Las elecciones sindicales que eran cada 3 años, pasaron a ser cada 5, no dejaban presentarse a la mitad y volvió el estilo más duro y más sangriento de la dictadura.
LA CAÍDA DE SANTIAGO CARRILLO EN EL PCE
Santiago Carrillo dimitió como Secretario General del PCE en 1982, varios dirigentes del llamado sector ‘renovador’ habían pedido su cabeza.
¿Qué causó que los ‘renovadores’ del PCE se posicionaran contra Carrillo?
Yo era miembro del Comité Central del PCE y del Comité Ejecutivo. Siendo el PCE el partido por antonomasia en la dictadura y el que más atraía a la gente por su compromiso, su sacrificio y sus muertos, pero había gente que entró en el PCE pensando que sería el partido del futuro. Vino mucho gente que, como decía mi amigo Carrillo, realmente no tenía convicciones con el marxismo, simplemente era gente progresista. Cuando en las primeras elecciones sacamos 20 diputados, mucha gente se decepcionó y empezaron a surgir tensiones.
Había quien pensaba que el problema es que había demasiados de la vieja guardia, cosa que es injusta, porque Carrillo había renovado mucho a las cúpulas de las federaciones para meter gente joven.
Los pro-soviéticos también se posicionaron contra él.
Por el lado opuesto a los renovadores estaban los pro-soviéticos. A mí el responsable del Partido Comunista de la Unión Soviética en España me intentó convencer en dos comidas para que me pasara al sector de Ignacio Gallego en 1984, el Partido Comunista de los Pueblos de España. La Unión Soviética tenía estigmatizado a Carrillo por ‘eurocomunista’, para ellos no era un ortodoxo del marxismo-leninismo. Y ellos lograron influir en muchos. Nos quedamos los eurocomunistas en medio.
Pero una maniobra de familias es lógico que provoque la dimisión del secretario general, ¿pero por qué se llegó al extremo de que tanto Carrillo como usted fueran expulsados?
Gerardo Iglesias consideró que si por culpa del liderazgo de Carrillo se habían obtenido esos malos resultados y además había una presión internacional contra Carrillo y también de los renovadores y los de aquí. Pues trató de desmarcarse de lo que había sido Carrillo.
Además Iglesias se inventa un estilo de política, que luego será la de Izquierda Unida, que era la de actuar contra el PSOE. Nosotros nunca podíamos entender una izquierda contra el PSOE. Porque el PSOE es izquierda y había que hacer una ‘casa común’. Eso causó un enfrentamiento entre la dirección del PCE y nosotros y eso determinó que nos expulsaran.
CARRILLO Y LA URSS
Carrillo tuvo decisiones polémicas como el abandono del leninismo.
Él fue polémico en el IX Congreso del PCE por pedir el abandono del marxismo-leninismo, pero es que él ya había sido polémico desde los años cincuenta cuando propuso la política de reconciliación. ¡Él estuvo a punto de acabar en el gulag!
O sea que ya para ese momento no era exactamente un amigo de Stalin…
¡Cómo! La gente no lo sabe. ¡Él se quedó en minoría en la reunión del PCE en la que propuso lo de la reconciliación! Podría haber acabado fatal. Tuvo que ser Dolores Ibarruri, que estaba en Moscú, que acudió a la reunión y le dio la razón a Carrillo. Y eso permitió que las aguas se calmaran. Hay que recordar que en aquella época el PCUS mandaba mucho en todos los partidos comunistas.
Pero Santiago Carrillo tuvo valentía política y plantó cara al PCUS, cuando lo del eurocomunismo o cuando condenó la invasión de Checoslovaquia por los tanques de la Unión Soviética. Él se atrevía a enfrentarse con la Unión Soviética comunista, a la vez que muchos de sus militantes estaban detenidos en España por una dictadura fascista y sangrienta. Por eso para muchos en aquel momento la URSS era la referencia, la madre patria, pero él evitó eso.
¿A él le sorprendió la caída de la URSS?
Nada. En absoluto. Él lo predecía y hasta por escrito antes de que se produjera. «Eso no se sostendrá».
El grupo de los llamados ‘carrillistas’ acabó entrando en el PSOE.
Éramos 15.000. Tras nuestra derrota en las europeas decidimos solicitar el reintegro en el PCE. Eso la gente no sabe. Pero quisimos reintegrarnos.
¿Carrillo quiso reintegrarse en el PCE y el PCE no quiso?
No quiso Julio Anguita. Se votó en el Comité Central y la mayoría se negó. Anguita denegó nuestra petición. Eso es historia. Hay cosas que en la historia aparecen y otras que no.
¿Qué opina de la actitud mediática ante la muerte de Carrillo?
Se le trató en mayoría con respeto, salvo un sector de la prensa que es conocida, que son y han sido siempre anticomunistas viscerales. Continúan siéndolo. Además sigue la secuela de Paracuellos, que eso siempre ha perseguido la memoria de Carrillo.
CCOO
Aunque fue expulsado del PCE, Julián Ariza nunca ha dejado de pertenecer a Comisiones Obreras, por lo que ha conocido a todos sus secretarios regionales. En 1987, al retirarse Marcelino Camacho, muchos analistas le señalaron como el inminente sucesor. En su entrevista en PD explica que el propio Camacho se lo ofreció, pero también explica los motivos por los que declinó y por los que considera que no hubiera sido posible. También el veterano sindicalista da su visión sobre la salida de la marginación de Camacho en CCOO.
¿Entre Marcelino Camacho y Antonio Gutiérrez se repite lo que pasó entre Santiago Carrillo y Gerardo Iglesias?
El que propone a Antonio Gutiérrez como secretario general de CCOO es Marcelino Camacho. Que, creo, Antonio Gutiérrez lo hizo bastante bien como secretario general. Modernizó el sindicato y su imagen. El problema es que Camacho quería dejar la secretaría general pero no quería dejar de mandar. Se le nombra presidente y yo mismo veía en las reuniones que él seguía interviniendo e intentando dictaminar la orientación, que acabó en pugna con Antonio Gutiérrez y se acabó quedando en minoría. Y se dio la situación que había una organización en la que la mayoría tenía una posición contraria a la del presidente. Llegó a tal tensión que al final hubo un congreso en el que se decide por la mayoría suprimir la presidencia del sindicato. Lo cuento lo más objetivamente posible.
ACTUALIDAD
Usted participó en huelgas contra el Gobierno de Felipe González y ha definido al Gobierno de Zapatero como ‘de marketing’. ¿Qué le ha pasado a la izquierda?
En una explicación macro. La socialdemocracia ha vivido desde la Segunda Guerra Mundial por las rentas de la Guerra Fría. En ese proceso, que donde mejor se ve en Italia, donde el PC no podía acceder al poder y el PS, con menos fuerza tenía más presencia. La visión de un cambio no democrático que se atribuía a los comunistas, pedía ante la visión de un cambio democrático que se atribuía a los socialistas. En el momento en el que cae el muro de Berlín, la socialdemocracia deja a ser útil para occidente y para el sistema capitalista y empieza a demostrar la limitación de todo su proceso. Empiezan a ser partidos interclasistas y empieza a producirse el fenómeno de que, ideológicamente, la idea transformadora se va diluyendo y pasan ser partidos de poder cuyas diferencias con sus partidos rivales son mínimas. La batalla política la ha ganado de la derecha.
Hablemos de la derecha, el partido en el Gobierno, aunque quizá ellos no quieran la etiqueta ‘derecha’.
Digan lo que digan es un partido de derechas puro y duro.
Usted ha conocido todos los Gobiernos de España. ¿Cómo ve a este Gobierno en el terreno de los derechos sociales?
Intenso ser objetivo. Este Gobierno atraviesa un momento difícil. Pero desde 2009 al cuarto trimestre de 2012 la distribución de la renta ha variado. De de ser un 54% para los salarios y un 46% para las rentas del capital. De ser menos del 50% para las rentas del trabajo a más del 50 para las rentas del capital. Ha hecho una política que ha aumentado las diferencias y las desigualdades. La diferencia entre los que más tienen y los que menos ha aumentado.
Más allá de las limitaciones de la crisis y las medidas que ha tomado, todas en una dirección. La orientación de este Gobierno es una orientación que tiende marcadamente a cargar el grueso de los sacrificios de la crisis sobre los más desfavorecidos. Por el contrario tiende a favorecer a las clases altas. Es el Gobierno más anti-social desde que se inició la Transición democrática. ¡Más que los Gobiernos de Aznar!
Después de una conversación con Julián Ariza, queda claro que es un testigo de excepción de la historia de este país desde el punto de vista de los agentes sociales.